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Viernes 12 de agosto de 2016
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Un
gobernador
asesinado...
-¿Don Vicente?
-Sí, don Vicente, el vicerrector del
Colegio Nacional.
Vicente García Aguilera era un docente
chileno que se arraigó en San Juan,
donde se casó con Magdalena Videla,
hija de don Ignacio Videla Lima y doña
Jacinta Videla, vinculados con la alta
sociedad de aquellos años.
-¿Usted sabe lo que pasa... no?
-Sé que doña Magdalena fue sobrina y
pupila de don Valentín Videla...
-Parece que algo más y es por eso
que García Aguilera ha iniciado trá-
mite de divorcio.
-No lo sabía.
-Es más, como la mujer abandonó la
casa, el chileno pidió a la policía que
la obligara a regresar al hogar.
-¿Y qué pasó?
-La policía dispuso que un pesquisa
siguiera a la señora y un día se tuvo
el dato que huía a Mendoza.
-¡No me diga!
-El policía, acompañado por don Ma-
nuel García Aguilera y Benjamín, el
hermano de este, salieron a bus-
carla. En Pocito les dijeron que la ha-
bían visto pasar, acompañada por su
madre, doña Jacinta Videla y el abo-
gado Manuel Moreno.
-¡Mire usted!
-Poco más al sur las alcanzaron y
ahí nomás detuvieron al abogado y
las dos mujeres a punta de revólver.
-¡Qué grave!
-El policía acusó a doña Jacinta y a
Moreno que llevaban una persona
robada, por lo que obligaron a volver
a doña Magdalena.
-¿Y cómo entra don Valentín en esto?
-Don Valentín defendió a su sobrina
en el juicio.
-Era lógico.
-Claro que era lógico pero Manuel
García Aguilera estaba lleno de odio
por lo que había ocurrido y acusó a
don Valentín de mantener una rela-
ción íntima con su sobrina y ex pu-
pila. Además, le inició un pleito
porque como Valentín era tutor de
Magdalena, decía que debía rendir
cuentas de cómo administró su for-
tuna.
Escándalo nacional
A todo esto el caso había tomado di-
mensión nacional. Y Sarmiento expre-
saba su malestar en carta a Rosauro
Doncel, quien luego sería gobernador.
—Por San Juan no pasan los años.
Siempre la discordia y las pasiones
rencorosas. Resistíamos a Benavides y
a la Confederación. Resistían al go-
bierno de Mitre, al mío, a todos. La ver-
dad es que he tenido el gusto de
ignorar lo que pasa en San Juan, rom-
piendo para ello toda anterior relación
de correspondencia, con hombre al-
guno y aun con mis hermanas toda vez
que me han hablado de cosa que se
ligue a la vida pública. Esta conducta
nació de la profunda aversión que las
cosas de San Juan me dejaron y del
plan que he seguido constantemente
con los gobernadores de no tener con
ellos relaciones en cuanto pueden
serme onerosas a veces, haciéndome
la opinión vulgar como partícipe de sus
actos. Y porque nunca me habían de
ser útiles pues para nada su adhesión
o desafecto pueden servirme.
Pero la pregunta seguía en pie.
¿Quién mató al gobernador Videla?
¿Fue la obra de un desequilibrado?
¿Lo hizo un marido engañado?
¿Fue el resultado de los rencores con-
tra Sarmiento que algunos habían con-
centrado en el gobernador?
¿Fue una acción solitaria o hubo encu-
bridores?
La investigación
En San Juan todos hablaban del cri-
men.
Por sus características, se había trans-
formado en la comidilla de lo mejor de
la sociedad.
Y no era para menos.
Un gobernador asesinado, vinculado
con un asunto de faldas, yerno de un
monseñor varias veces gobernador,
una familia con varias muertes misterio-
sas, poder, dinero, política. Y una
prensa furibunda y panfletaria repre-
sentada por algunos periodicuchos.
¡Qué más se podía pedir!
La instrucción sumarial determinó que
se había visto en el lugar del crimen al
chileno Benjamín García Aguilera, her-
mano de Manuel, el vicerrector del Co-
legio Nacional.
Benjamín era un conocido sujeto de ac-
ción vinculado a los ex montoneros,
que respondía a Santos Guayama en
sus correrías por la campaña.
Santos Guayama había sido enérgica-
mente reprimido durante los gobiernos
de José María del Carril y Valentín Vi-
dela.
El sumario por el asesinato del gober-
nador comenzó inmediatamente se re-
tiró el cadáver de la Casa de Gobierno.
El gobernador interino, Benjamín
Bates, designó el 21 de diciembre a un
empleado más, en calidad de suma-
riante provisorio.
Ese sumariante resultó ser Pedro
Echagüe,
escritor y antiguo redactor de
El Zonda durante la gobernación de
Sarmiento.
El 28 de enero de 1873 Echagüe re-
nunció al cargo por haber sido desig-
nado juez de Letras interino.
Una semana antes, Bates había sido
separado de su cargo por un motín mili-
tar y el gobernador de facto, Faustino
Espínola, no hizo nada porque se si-
guiera investigando el crimen.
Se tomó declaraciones de vecinos y co-
nocidos de Valentín Videla, quienes se
refirieron a sus costumbres, sus relacio-
nes, sus amigos y enemigos.