L
eopoldo siempre sintió venera-
ción por doña Enoé y gran res-
peto por todas las madres en
general.
En una sesión del Senado que tuvo
lugar en 1990, se discutía la discrimi-
nación contra la mujer en el marco del
artículo 12 de la Convención sobre la
eliminación de toda forma de discrimi-
nación contra la mujer, y cuando
Eduardo Menem, presidente de la Cá-
mara de Senadores le dio la palabra, el
padre de mis hijos dijo lo siguiente:
“Señor Presidente:
realmente voy a apoyar esta pro-
puesta.
Soy hijo de madre soltera. No era fácil
—yo ya tengo 80 años— el paso que
dio mi madre, que dio luz a tres hijos.
Por eso voy a decir pocas palabras.
Me siento feliz de homenajear a todas
las madres.
Hoy, hay respeto y libertad a los que,
por supuesto, adhiero plenamente. Y
con la edad que tengo —y lo digo con
gran orgullo—,
en esa época tener
hijos siendo madre soltera no era
fácil.
Por eso la admiración que siento por
mi madre, que alumbró tres hijos, dos
varones y una mujer.
Les digo a todos ustedes que a todas
las madres, solteras y casadas, y en
cualquier circunstancia, hay que hon-
rarlas y respetarlas. Y en mi caso —rei-
En esta nota Ivelise cuenta los últimos días de la
vida de Leopoldo y se transcriben algunas cartas a
la familia.
Viernes 9 de diciembre de 2016
tero que ya he cumplido 80 años—
piensen que no era fácil que una
madre soltera diera a conocer este
hecho en una provincia como San
Juan.
Tenía la obsesión de que sus hijos es-
tudiáramos, y gracias a ella, fuimos a la
escuela y nos educamos. Sin ningún
otro apoyo, mi madre dio ese paso y
hoy es respetada y admirada por todo
San Juan.
Esto se hizo público, naturalmente.
Quien habla ha tenido la oportunidad
de actuar mucho en política y de visitar
a todo el pueblo sanjuanino. Incluso la
Iglesia, cuando vio que se comportó
muy bien, honró a mi madre. Y yo
agradecí a las personas que corres-
pondía. Este es un paso trascendente
para mí.
Pido a mis colegas que sepan discul-
parme si a alguno le parece que no es
el momento oportuno para recordar a
la madre.
Pero me siento feliz de poder pronun-
ciar estas pocas palabras en este re-
cinto. Y se los agradezco a todos.
Pido disculpas si alguno no está de
acuerdo —que no lo creo— porque re-
almente pienso que hace más de
ochenta años en una provincia y en
todo el país —he sido un hombre pú-
blico y he visitado a casi todos mis
comprovincianos— había que dar un
paso importante para dar a conocer
esta situación.
Me detengo un minuto en rendir home-
naje a mi madre, con el respeto de
todos mis comprovincianos y de la
Iglesia también. Les agradezco a
todos ellos el sentimiento de adhesión
cuando mi madre murió. Estoy en el
período final de mi vida y me felicito
por decir estas pocas palabras. Segu-
ramente quien no ha pasado por estas
circunstancias se preguntará a qué
vienen todos estos dichos. Pero quien
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Las memorias de
Vida en
familia
IVELISE
La familia Bravo y sus seis hijos, en 1993
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