el lado B
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V
erija del Diablo es un gran
salar, una zona desértica e in-
hóspita, situado al norte de la
provincia de La Rioja, justo en el límite
con Catamarca. Los diaguitas, que a
todo le agregaban el sufijo gasta, le
llamaban Ñoicogasta, que en que-
chua significa “Qué calor de
mierda hace acá”. Para estos
aborígenes este lugar era medio
sagrado y lo visitaban constan-
temente. Por cuestiones ritua-
les y para secar sus
alimentos cárneos en poco
tiempo. Muy poca vegeta-
ción y fauna, se dice que ni
las lagartijas se aventuran
a cruzar de planta en
planta en la siesta sin gorro
y protector, por el riesgo de
arrebatarse y convertirse
en charqui en plena ca-
rrera. Y eso que esos bi-
chos corren rápido.
s s s
Esta zona alejada de la mano
de Dios, que está claro que no le
gusta el calor, paradójicamente fue
motivo de litigio entre riojanos y ca-
tamarqueños allí por el año 1962.
Cuestiones políticas y limítrofes lleva-
ron a estos dos pueblos hermanos a
enfrentarse, y casi llegar hasta las
manos. Era paso obligado en la cono-
cida “Ruta del patay”, de ahí su impor-
tancia estratégica en el comercio
regional. La Rioja decide implementar
todos los medios para defender ese co-
diciado salitral y crea el CELPA (Centro
de Experimentación y Lanzamiento de
Proyectiles Autopropulsados), una es-
pecie de Cabo Cañaveral pero en Cha-
mical. Fue una medida intimidatoria del
gobierno de Héctor Echenique para fre-
nar a sus vecinos. Fueron épocas de
guerra fría, por llamarle de alguna
forma, entre las dos calurosas provin-
cias. Los riojanos lanzaban misiles de
salva desde su base como advertencia,
y los catamarqueños con su interventor
en la frontera les decían: “Uy qué
miedo...”, moviendo las manitos así,
burlonamente.
s s s
Esto es parte de la historia conocida de
la carrera espacial riojana, lo que no
muchos saben es la otra parte. Como
el Área 51 de Roswell, el CELPA de
Chamical también guarda secretos.
Aníbal Vera se desempeñaba como
operario en la base, a cargo de la sec-
ción “lavado y engrase” de misiles Cha-
ñar II. En el año 1963 recibe una
instrucción avanzada por parte de es-
pecialistas de la NASA y al cabo de
muy poco tiempo de agotadoras jorna-
das se convierte en el primer cosmo-
nauta nacido y criado en La Rioja. Ya
se habían hecho algunos vuelos tripu-
lados experimentales. El más famoso
fue el de “Yoli”, una vizcacha adies-
trada que fue puesta en órbita el 16 de
junio del 62. El galáctico roedor nativo
estuvo girando al planeta en misión
secreta varias veces; hasta que se le
acabó el combustible a la nave y dio
de lleno en el duro suelo riojano, en la
zona de “El Chacho”. Conmoción ce-
rebral y un diente roto son el saldo de
la caída. Sobrevive muchos años más
en la reserva, en una jaula privada ya
que nunca pudo adaptarse a la vida
de vizcacha común y corriente de
nuevo. Y como muestra de que nunca
el país trata bien y reconoce a sus hé-
roes, termina sus días al escabeche.
En las afueras de El Chacho, “Yoli”
tiene su merecido monumento.
s s s
Después de este histórico vuelo de la
vizcacha, el director del CELPA, briga-
dier Armando Fasso, se encontraba
eufórico y decide por fin mandar a
Vera al espacio. Así al amanecer del
12 de febrero de 1963 el cosmonauta
riojano con su traje acolchado de ma-
telassé y escafandra sube a su cáp-
sula. Chamical duerme, su pueblo no
sabe que están por entrar en la histo-
ria grande de la aeronavegación espa-
cial. Patay, charqui de quirquincho y
tutuca para el periplo lleva Aníbal Vera
en un bolsito azul. Por fin la cuenta re-
gresiva y el moderno Vinchina IV que
se eleva por el cielo y se pierde entre
las nubes y el humo. Fueron largos
días los que pasó Vera en su cápsula,
fotografiaba Catamarca para ver los
movimientos de tropas y jugaba al so-
litario. En el espacio hay mucho
tiempo libre y más estando encerrado
dentro de un tubo. Una vez que desde
la base consideraron cumplida la mi-
sión Vera pone el Vinchina IV apun-
tando hacia el planeta que lo vio
nacer. Difícil maniobra la de entrar de
nuevo en nuestra atmósfera. Todo pa-
recía marchar bien, pero no se sabe si
fue un viento de altura o un error de
cálculo. La cuestión es que lo espera-
ban en Sanagasta y terminó cayendo
en Caleta Olivia. La parte del aterri-
zaje nunca fue muy bien resuelta por
los ingenieros riojanos, pero a pesar
de ello Vera sobrevive a la dura caída
al planeta. La soledad de la Patagonia
colaboró con el secreto del gobierno
riojano y nadie se enteró del tema.
A los pocos días una misión llega
a rescatarlo. Estaba todavía me-
tido en la abollada cápsula
muerto de frío y hambre.
s s s
Evidentemente quedaban
muchos detalles por co-
rregir. Los ingenieros no
le pusieron picaporte por
dentro a la escotilla por
lo que no pudo salir
hasta que le abrieron
desde afuera. Cuando
llega a Chamical es reci-
bido como lo que es, un
héroe. Lo pasean en la
autobomba por el pueblo
que ya sabía de la proeza.
Era carnaval, y a los rioja-
nos les encanta tirarse ha-
rina, por lo que Vera y su
equipo terminan blancos como
un escalope entre medio de la ce-
lebración y la multitud.
s s s
Aníbal no tomaba real dimensión de
las proporciones épicas de su gesta
espacial, ni tampoco tenía idea que
era celíaco. Estudios forenses moder-
nos lo revelaron, ya que en esa época
no se conocía bien el cuadro. Vera
muere en el Policlínico Regional al
poco tiempo de su glorioso regreso a
la tierra por una intolerancia a la ha-
rina. En ese momento se pensó en
una bacteria o virus del espacio, en
algún efecto de la ingravidez o de tris-
teza. Lo que nadie sospechó es que a
Aníbal Vera, el primer cosmonauta rio-
jano del mundo lo terminó matando la
chaya, una de las expresiones más
folklóricas de la riojanitud.
s s s
Hoy en día el incidente con Cata-
marca por Verija del Diablo ya quedó
en el olvido, pero el fervor espacial rio-
jano sigue vivo en cada uno de sus
habitantes. Hasta un presidente pla-
neaba vuelos desde Anillaco hasta la
estratósfera. Hoy Chamical festeja en
esta época del año la “Fiesta Provin-
cial del Cosmonauta y el Patay”, en
honor a su hijo dilecto. Aníbal Vera,
musa inspiradora, descansa en el ce-
menterio de Chamical con una placa
de reconocimiento de su pueblo, otra
de la NASA y unos claveles de plás-
tico.
Alejandro Segovia
Escribe
Viernes 24 de febrero de 2017
Aníbal Vera, el primer
cosmonauta riojano