El Nuevo Diario - page 12

Viernes 24 de febrero de 2017
COLUMNISTAS
12
@JuanCBataller
Juan Carlos Bataller
S
e llamaba Roland (voy a
omitir el apellido) y vivía en
el cantón de Valais, en
uiza. Para los argentinos –más
aun para los sanjuaninos— es ab-
solutamente un desconocido. Pero
con tres o cuatro situaciones que
compartimos aprendí del mundo
globalizado (que de ninguna forma
significa unificado) más de lo que
luego estudie en libros.
Por esas cosas del destino coinci-
dimos en el mes de septiembre de
1980 en el mismo curso de ita-
liano, en Roma. Se trataba de un
curso de semi inmersión lo que
nos obligaba a compartir gran
parte del día.
Entre la veintena de alumnos es-
taba el suizo, un grandote –medía
más de 1.90— de alrededor de 40
años, dueño de un Mercedes
Benz último modelo.
Al principio compartíamos el café
y charlábamos sobre nuestros paí-
ses junto a otros compañeros pro-
venientes de distintos países,
entre ellos un cura irlandés, un ve-
nezolano que pretendía radicarse
en Italia, una belga joven y muy
bonita, aficionada al atletismo y
una francesa cuyo esposo era un
diplomático llegado hacía poco a
Roma.
s s s
Roland trabajaba en un banco
suizo. Hablaba perfectamente ale-
mán, francés e inglés pero como
sus clientes eran mayoritaria-
mente del norte de Italia había de-
cidido hacer un curso de italiano.
Un día Roland me dijo:
—¿Quieres ganar algún dinero?
—Te escucho.
—Sólo tienes que comprar ac-
ciones de una empresa argen-
tina.
—Yo no sé nada de inversiones
bursátiles…
—Tú no tienes que hacer nada.
Sólo me dices cuanto quieres
invertir y yo me encargo de
todo.
Lo tomé como un entretenimiento
pero aprovechando que en aque-
llos años locos nuestro peso es-
taba sobrevaluado respecto al
dólar (y a la lira) le dije:
—Bueno, invertí 500 dólares.
A partir de ese momento y
cada día el suizo me mos-
traba “Il sole 24 ore”, diario
de negocios de Italia y me in-
dicaba como “nuestras accio-
nes” en Astra Petroleum
incrementaban rápidamente
su valor.
s s s
Mientras eso ocurría, un día Ro-
land preguntó al grupo quien que-
ría acompañarlo en un viaje para
conocer Italia. Fui el único que se
prendió a la idea y partimos en un
viaje de cuatro días.
Al momento de partir fuimos a car-
gar nafta. Me pareció lógico pagar
el combustible.
—No, no. Deja, yo me encargo
de todo—,
expresó Roland
Y así fue, pese a mi oposición, a
partir de ese momento pagó todo:
peajes, combustible, hoteles, res-
taurantes…
Estuvimos en Florencia, en Milán,
en Venecia.
Al día siguiente de regresar a
Roma, Roland me presentó un
completo informe del viaje. Cons-
taba el kilometraje de partida, el
de llegada, todos los gastos… No
faltaba un centavo. Incluso agre-
gaba porcentaje de futuros cam-
bios de aceite y el lavado del auto.
Eso no era todo. El resultado final
aparecía dividido en dos. En otras
palabras, debía pagarle la mitad
de lo gastado.
Ahí comprendí las diferencias
entre un suizo y un argentino.
s s s
Un día de octubre cuando las ac-
ciones de Astra casi habían dupli-
cado su valor, Roland me dice:
—Hay que vender. Hoy mismo.
Él mismo se encargó de convertir
las acciones en dinero y me dio
hasta el último dólar con una
buena ganancia.
Por curiosidad seguí leyendo Il
sole y vi como en los días siguien-
tes las acciones de Astra caían rá-
pidamente hasta volver a su valor
inicial.
—Decime… ¿vos conocés Ar-
LO QUE
SABÍA EL
SUIZO
Trincheras en la frontera entre Irán e Irak
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