El Nuevo Diario - page 9

Viernes 24 de febrero de 2017
Mientras hay canales que se dedican a demonizar un sector, otros lo ponderan
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
El ciudadano, hay que recono-
cerlo, se encuentra prisionero,
o mejor dicho, se ha convertido en
el “objetivo a tomar” por los ejérci-
tos mediáticos que conforman mu-
chos de los medios de
comunicación nacionales.
Si uno intenta informarse por
ciertos medios encontrará una
clarísima tendencia, voluntad, in-
tención o estrategia a demonizar a
un sector y, por el contrario, ponde-
rar, en todo, a otros.
Si se muta de medios, el es-
pectáculo será absolutamente
otro, el demonio del anterior será la
excelencia en estos, y el “bende-
cido” de aquellos, el demonizado
de estos.
El tema no pasa por discutir, o
descubrir cuál de esos sectores
constituye el demonio o el deber
ser, el tema no pasa por saber a
qué posición adherirnos; ello, cual-
quiera de esas posiciones, consti-
tuiría un reduccionismo
inconducente.
La cuestión determinante está
dada en analizar y determinar
si esos medios de comunicación
nacionales están cumpliendo con
un imperativo legal y ético, esto es
con el derecho que le asiste a los
ciudadanos,
el ser informados,
si, pero verazmente.
Advierto que hay quienes justi-
fican diciendo: “…al que no le
gusta que no lea, cambie el canal
o cambie el dial…”, o para peor
otros postulan: “…la gente nos
elige todos los días…”; ello es un
escapismo sin fundamento alguno,
frases hechas sin contenido sus-
tancial.
Lo que intento plantear, creo,
se expone en la realidad casi
brutalmente, es que los medios na-
cionales se han devenido en poco
fiables, pues la inmensa mayoría
intenta “dibujar” una versión ses-
gada de los hechos pasados y pre-
sentes, ello so pretexto de
embanderarse en una determinada
ideología, no cumplen, en serio,
con aquello de la veracidad.
Aclaro, no importa donde milite
o a quien adhiera cada uno, no
importa la ideología, lo ético sería
informar con verdad, como mínimo
con verdad periodística, con buena
fe.
La opinión pública se condi-
ciona, también, con la opinión
publicada, esta tiene importancia
vital en la formación de aquella, de
ahí la necesaria protección que la
Constitución le da a la llamada li-
bertad de prensa, de ahí debería
desprenderse la natural obligación
ética de informar con veracidad.
Los canales de información son
de extraordinaria importancia
en la sociedad de masas, es bueno
que ellos se mantengan lo más
sanos posibles, sin la tutoría de
nadie, sin idea de pertenencia, sin
más compromiso que con “el perio-
dismo”.
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COLUMNISTAS
algo de alguien
Ni Franco Macri ni Miguel Strogoff
T
odos creemos conocer y
saber qué es un buzón.
Mientras mayores somos,
más hemos visto y nos parecen
algo tan normal y común que casi
ni los tenemos en cuenta.
Es algo más que hay en la vida,
como un mueble, un paisaje, una
piedra, etc. Viene a ser algo así
como un marido. Nunca nos pre-
guntamos nada sobre él, de dónde
salió, quién lo puso, para qué sirve
y (a veces) dónde encontrarlo, y
procuramos que no abra mucho la
boca. Nota: de los buzones no se
puede divorciar pero tampoco hay
que preocuparse porque no dan
motivo, y además se les puede re-
prochar todo el día que ni abren la
boca.
Hace tiempo era común encontrar-
los en las esquinas. A ellos había
que ir a meterles la corresponden-
cia que queríamos enviar por co-
rreo. Según la época, el país o el
lugar, eran pintados de colores vis-
tosos para que cualquiera en el
pueblo los ubicara. Los más comu-
nes eran (y algunos todavía los
hay) de color rojo aunque también
los hubo amarillos y verde. Hoy
son una curiosidad. Esos servían
para enviar y luego están los de re-
cibir correspondencia. Es decir los
que están en los domicilios a los
que llega el correo... Casas, con-
sorcios, oficinas, campos, etc., etc.,
es decir, en cualquier lugar donde
hubiese alguna persona capaz de
recibir una carta. Sí, porque allí no
recibían encomiendas, que son
unos paquetes de los cuales ha-
blaré en otra ocasión.
Los buzones pueden ser chiquitos,
grandes, metálicos, de madera,
plástico o de lo que se nos ocurra.
Tienen una boca o ranura por la
que se mete lo correspondiente y
por algún lado de atrás, sale... Ge-
neralmente eran cartas que traía el
cartero, que son esas personas
que conocen a todo el vecindario, y
más, son responsables, simpáticos
y caminadores. Sí, porque toda la
vida, en todos los pueblos, se re-
partían las cartas a pie. Sola-
mente, hace poco, andan en
bicicleta, moto o lo que sea...
Ahora es un tema ignorado, en es-
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
pecial, por los jóvenes y más aún
por los niños. Hoy mandar una
carta es signo de viejo, antiguo y,
peor aún, si es manuscrita, es casi
una prueba suficiente para que le
retiren el carnet.
Con los súper medios de comuni-
cación de hoy, las cartas ya no
existen salvo que sea algo formal o
algún tema que requiera una con-
firmación oficial. . Los niños
nunca han escrito y, probable-
mente, nunca escribirán una carta
a la vieja usanza. Están todos los
tipos de llamados “correos” electró-
nicos, digitales que ni requieren es-
fuerzo, ni conocimiento y son de
respuesta inmediata.
Esa es una de las tantas cosas
que se han perdido: la ilusión de
esperar una carta; se acabó el sus-
penso; hoy todo, todo, todo es in-
mediato. Se perdió una clase de
emoción. Otra gran contra de
todo esto es que ya no se puede
pretender una gran colección de
estampillas....como la mía ¿qué
hago yo ahora? Si los nuevos ni
siquiera saben lo que es una es-
tampilla.
Informar verazmente
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