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Viernes 23 de junio de 2017
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LOS GRANDES CASOS POLICIALES
Una nota de
Alejandro Sánchez
Nota publicada en El Nuevo Diario, el 14 de agosto de 1997, edición 820
Espeluznante crimen allá
en el Quinto Cuartel
E
l historial delictivo de San Juan
revela que, entre los distintos
casos, existen homicidios de
características espeluznantes y
que siempre son recordados por ser
muy escasos, como aquel individuo que
escalpó con vida a su antagonista,
hecho que dimos a conocer tiempo
atrás en estas páginas. Ocurrió otro cri-
men en abril de 1991 en Quinto Cuartel,
jurisdicción de Pocito. Un hombre, ve-
cino del lugar, fue muerto calcinado
dentro de su camioneta, para luego ser
abandonado en un campo distanciado
de su domicilio.
Víctima de este triste y macabro suceso
fue Oscar Ángel Elizondo. EI crimen fue
maquinado por la propia esposa, María
Ester Funes, y los ejecutores fueron Lu-
ciano Vicente Olmos, amante de la
mujer y Alejandro Roberto Camacho.
En menos de 24 horas, personal de la
Brigada Sur consiguió esclarecer el
caso. Los dos hombres fueron deteni-
dos y puestos a disposición de la justi-
cia. La mujer fue arrestada en una
vivienda de Valle Fértil, donde se vela-
ban los restos del esposo.
Posteriormente, y tras cumplido el pro-
ceso judicial, los tres protagonistas del
crimen fueron sentenciados a prisión
perpetua y actualmente se hallan aloja-
dos en las respectivas cárceles.
EI crimen se cometió
por un nuevo juego de
dormitorio
Se habían cumplido 19 años de matri-
monio entre Oscar Ángel Elizondo y
María Ester Funes. Él contaba 45 años
de edad y ella 36, con tres hijos meno-
res. Ambos se domiciliaban en calle
Chacabuco y Estanislao del Campo,
barrio Quinto Cuartel, Pocito. Elizondo
era oriundo de Valle Fértil, donde tenía
su familia y últimamente se dedicaba a
manejar camiones. Hasta diciembre de
1990, los esposos vivían armoniosa-
mente, sin problemas económicos, y
sus hijos concurrían normalmente a la
escuela.
Luego de aquella fecha, las relaciones
del matrimonio comenzaron a distan-
ciarse debido a continuas desavenen-
cias. Hubo entre ellos continuas
discusiones que a veces finalizaban en
peleas. Pero la intervención de los hijos
calmaba los ánimos. Un día llegó al
hogar un hombre de baja estatura que
dijo llamarse Luciano Vicente Olmos y
pedía alquilar una habitación.
Ocasión para
un asedio amoroso
Desde su habitación, el nuevo inquilino
escuchaba las discusiones sostenidas
entre Elizondo y Mary, su esposa.
Varias veces este último abandonaba el
hogar por la noche y regresaba a la
madrugada. Comentaba que tal aleja-
miento lo hacía para no discutir con su
mujer porque ya lo tenía cansado. Des-
tacó que casi ya no existía amor entre
ambos y que lamentaba tal situación
por la presencia de los tres hijos.
Para entonces, ya Olmos miraba a
Mary con otros ojos, con otras intencio-
nes, quizás de la misma forma en que
la mujer pensaba en él durante las no-
ches de soledad. Poco a poco, y en es-
caso tiempo, iba creciendo un mutuo
interés y acercamiento entre ellos. Tal
situación amorosa era aprovechada en
ausencia de Elizondo y pronto se con-
virtieron en amantes. La odiosa situa-
ción entre el matrimonio se hizo más
insoportable y en más de una oportuni-
dad Mary le pidió a su marido que se
fuera del hogar. Que buscara a otra
mujer. Pero él seguía amarrado al
hogar y a sus tres hijos. Almorzaba y
cenaba con ellos, pero dormía en habi-
tación separada.
En medio de ese desequilibrio hoga-
reño apareció otro individuo, conocedor
del matrimonio, Alejandro Roberto Ca-
macho, quien se desempeñaba como
obrero de finca. El hombre mantenía
cierta distancia con Elizondo por existir
animosidad entre ellos.
Ya habían discutido varias veces y
siempre Camacho lo amenazaba con
“algún día nos quitaremos las ganas”.
Sin embargo, Camacho insistía en visi-
tar al matrimonio para ofrecerles aceitu-
nas que él se encargaba de cosechar.
La esposa planea
el crimen
Una noche, durante la cena, demos-
trando calma en sus expresiones, Mary
le hizo conocer al esposo su decisión
de divorciarse legalmente. Le anunció
que al día siguiente, o sea el 10 de
marzo, concurriría a la oficina de un
abogado para iniciar tales gestiones.
Elizondo le respondió que hiciera lo que
quisiera, pero él se negaría y se opon-
dría y que nadie lo separaría de sus
hijos.
La decidida actitud del marido hizo que
Mary empezara a maquinar la idea de
eliminarlo. Pensaba construir la sutil
trama del drama fatal.
Era un matrimonio que no se llevaba bien.
Pero cuando apareció un tercero, la mujer planeó
asesinar a su marido. La tarea le fue encargada a
un conocido que no tenía buena relación con el
hombre y el precio fue el de un juego de dormito-
rio. Los implicados no se imaginaban que serían
descubiertos antes que el muerto fuera enterrado.
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