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Viernes 23 de junio de 2017
Oscar Ángel Elizondo fue encontrado calcinado dentro de su camioneta. Sus manos estaban
atadas al volante.
María Ester Funes de Elizondo, esposa de la víctima e instigadora del crimen.
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LOS GRANDES CASOS POLICIALES
Espeluznante
crimen...
Pensó contar con el apoyo de su
amante Olmos, pero éste, tras conocer
la decisión de su amada, se negó a par-
ticipar en el crimen. Dijo que no consi-
deraba necesario acabar con su vida y
que no lo tuviera en cuenta para tal
idea. Le aconsejó que buscara a otro
hombre, como por ejemplo, al “Gordo”
Camacho.
La mujer no esperó un día más. Salió
en busca de aquel individuo y cuando
ambos estuvieron juntos, le contó su
decisión de eliminar al esposo. Le ofre-
ció a cambio del crimen lo que él le pi-
diera, sin tener en cuenta el costo.
Camacho, en un primer momento,
quedó asombrado y luego le respondió:
“Dame una semana para pensarlo. Des-
pués te contesto si agarro viaje en el
asunto”.
Transcurrieron siete días de espera y el
sábado 20, Camacho llegó a la vivienda
de Mary en ausencia de Elizondo.
La respuesta al pedido fue la siguiente:
“Está bien, lo voy a hacer, pero a cam-
bio quiero un juego nuevo de dormitorio.
Siempre quise tener una cama nueva y
parece que mi deseo se va a cumplir”.
La noche del crimen
Al día siguiente, Camacho se trasladó
hasta el domicilio de Elizondo, sabedor
de que a esa hora lo encontraría.
Una vez juntos, le anunció que tenía va-
rios kilos de aceitunas en buenas condi-
ciones y baratas y que podía ganarse
unos pesos. Para concretar tal opera-
ción, Elizondo tenía que llegar el lunes
por la noche hasta una finca donde le
haría entrega de las bolsas de aceitu-
nas. Este anuncio se lo hizo en presen-
cia de Mary.
El día lunes sucedió algo extraño para
Elizondo. Hacía mucho tiempo que su
esposa no lo despedía con un saludo
cuando partía a su trabajo. Luego, en el
almuerzo, estuvo muy conversadora y
amable. Lo mismo ocurrió en la noche,
cuando preparaba la cena, hasta que
llegó Camacho para informarle que en-
seguida lo esperaba en calle 8 y Costa
Canal para luego concurrir a la finca en
busca de las aceitunas.
A pesar de la insistencia de la hija
mayor para que se quedara a cenar, Eli-
zondo se dirigió en su camioneta Chev-
rolet, chapa J-009894, hasta el lugar
donde Camacho lo esperaba en su bici-
cleta, la que subió a la camioneta para
luego ocupar la cabina. El destino era el
callejón Morlán, ubicado en la finca
Storni. Una vez en el lugar, Elizondo
pidió a su acompañante que hablaran
sobre el precio, pero éste, lejos de lle-
gar a un arreglo comercial, le informó
que “primero vamos a arreglar nuestras
diferencias y después veremos si te
vendo las aceitunas”.
Ambos descendieron de la camioneta y
se trabaron en desesperada lucha y,
según parece, Camacho llevaba ventaja
en los golpes, pues Elizondo cayó al
suelo, ocasión que aprovechó Camacho
para tomarlo fuertemente del cuello
hasta conseguir quitarle la vida.
Enseguida cargó el cuerpo en sus hom-
bros y lo llevó hasta la camioneta, depo-
sitándolo boca abajo en el asiento.
Siguiendo con su macabra tarea, ama-
rró un brazo al volante y el otro al cos-
tado de la cabina. Luego, utilizando una
manguera, extrajo varias veces nafta
del tanque y roció todo el cuerpo de la
víctima y parte de la cabina para final-
mente prenderle fuego.
Mientras se incrementaban las llamas,
el homicida bajó la bicicleta del rodado
para emprender regreso a su casa. Allí
se dio cuenta de que su camisa se en-
contraba manchada con sangre de su
víctima, las que luego hizo desaparecer
con un lavado. Pensó que alguien o la
policía tardarían bastante tiempo para
encontrar el vehículo incendiado, de-
bido a lo descampado del lugar donde
había quedado. En las primeras horas
del día siguiente fue a la casa de Mary,
a quien le anunció que el “encargue” se
había cumplido exitosamente. “Espero
que usted me entregue pronto el juego
de dormitorio”, le dijo.
La novedad del crimen fue comunicada
también a Luciano Olmos, quien desde
un primer momento se había negado a
participar en el homicidio. Pero se le ad-
virtió que debía guardar silencio por
conveniencia, porque también estaba
comprometido y lo beneficiaba debido a
que ahora viviría con la viuda.
Encuentran la
camioneta y detienen
a los autores
La camioneta incendiada y con los res-
tos calcinados de su dueño permaneció
en el mismo lugar durante un día y dos
noches. Nadie se dio cuenta de la desa-
parición de Elizondo, solamente sus
hijos preguntaban por su regreso. Tam-
poco hubo denuncias sobre el caso. Lo
cierto es que un obrero de finca que
cruzaba el descampado de la finca
Storni observó la camioneta abando-
nada y luego los restos calcinados. Sin
pérdida de tiempo, informó la novedad
en la Seccional 7ma de Pocito.
Una comisión policial de esa dependen-
cia concurrió al lugar indicado y com-
probó que se estaba frente a un hecho
delictuoso. Se solicitó la colaboración a
la Brigada Sur de Investigaciones, con
asiento en la Seccional 6ta a cargo del
comisario inspector Calixto Báez. Una
comisión policial, a cargo del comisario
inspector Pablo Alamo, se encargó de
las primeras diligencias.
El cadáver era irreconocible por estar
totalmente quemado. Pero se comprobó
que alguien le había atado las manos
con alambre, lo que hacía suponer que
cuando fue introducido a la cabina, to-
davía estaba con vida. El personal poli-
cial se distribuyó por todo el distrito del
Quinto Cuartel en busca de datos que
pudieran facilitar la investigación. Con el
informe de la camioneta se llegó a esta-
blecer que era de propiedad de Oscar
Ángel Elizondo y de esta manera se lo-
calizó el domicilio.
La esposa, María Ester Funes, se en-
cargó de atender a la policía y con pas-
mosa tranquilidad les informó que
desconocía el paradero de su esposo.
“Hacen dos noches que no viene al
hogar y estoy ansiosa por saber algo de
él”.
-Disculpe señora que sea portador de
una ingrata noticia. Su esposo ha sido
encontrado muerto calcinado en su pro-
pia camioneta.
-¡Dios mío, qué horror! ¿Quién fue el
asesino que lo golpeó a mi marido?
¿Ahora qué voy a hacer sola con mis
hijos?
—No se preocupe señora. Ya encontra-
remos al o los autores. Usted podría
aportar algunos datos, si tenía enemi-
gos o habría discutido con alguien.
—No, desconozco lo que usted me pre-
gunta. Él era un hombre bueno, vivía-
mos felices junto con nuestros hijos.
Nada nos faltaba. Era un hombre de
hogar.
De tal entrevista, al sabueso policía le
quedó una duda. ¿Cómo sabía la es-
posa que la víctima había sido gol-
peada? De ahí que se ahondó más las
investigaciones y se detuvo a Luciano
Vicente Olmos, de quien se pudo esta-
blecer que mantenía relaciones con
Mary. Ya en la comisaría dijo no saber
nada y negó su vinculación con la mujer
de la víctima. Mientras tanto, el cadáver
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