DE ANTOLOGÍA
Viernes 29 de abril de 2016
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La pelea con el gran Cassius Clay
En el pesaje, Ringo no
dejó de azuzar con co-
mentarios y muecas
provocadoras a Clay
William Ross Brymer en el momento
de ir a juicio
El matrimonio de Sally y Joe Conforte
la pelea a su casa y luego se los mos-
traba a Héctor Ricardo García, el direc-
tor de Crónica. También estuvo en
Puerto Rico y Roma. Sin ir más lejos,
cuando ultimaba detalles en la capital
italiana, presenció la pelea del 7 de no-
viembre de 1970 en la que Carlos Mon-
zón derrotó a Nino Benvenutti. En los
archivos televisivos se puede apreciar
la figura de Ringo, de traje oscuro, en la
montonera de gente armada alrededor
de Monzón en el Palazzo dello Sport.
—¿Es verdad que vas a pelear con
Clay?
—Por supuesto, ya lo dije —respondía
a los periodistas.
—¿Y qué pensás de los que dicen
que eso es una locura y una men-
tira?
—Que lo dicen porque son envidiosos.
Y yo me río de los envidiosos.
Una vez que la pelea se confirmó, la
pregunta apuntaba a otro lado:
—¿Le podés ganar a Clay?
—Je! Mejor preguntame en qué round
se cae.
Clay, ya convertido al islamismo luego
de negarse a ir a la guerra de Vietnam,
aceptó, aunque sus allegados trataron
de convencerlo de que no lo hiciera. Te-
mían que Bonavena, un guapo que co-
nocía todas las mañas del boxeo, fuera
una carga demasiado pesada a 15
rounds para un Alí casi inactivo. Lo que
nunca nadie imaginó es que Ringo iba
a ganar una batalla que el púgil de An-
gelo Dundee nunca había perdido, la
del chicaneo previo, debajo del ring.
La concentración fue en Grossinger, a
200 kilómetros de Manhattan. Allí es-
tuvo el clan Bonavena cerca de un
mes. Cuando los periodistas america-
nos lo interrogaban, Ringo no hablaba
ni de Alí ni de Clay, hablaba del
“Negro”.
Llegó a decir que le daba un
poco de impresión pelear porque
“los
negros tienen olor”
, cuenta el doctor
Cacho Paladino, quien compartió los
días previos.
“Le dije ‘loco, ojo que
acá son todos negros’ ”.
Y empezó a
aclarar que no todos los negros tenían
olor, que solamente era Clay.
Esto generó la ira del pupilo de Angelo
Dundee. Y todo explotó durante el pe-
saje previo a la pelea. Estaban sentados
en un sillón separados por un médico
que les iba a tomar la presión. Alí se
sacó la remera y Bonavena arrancó ta-
pándose la nariz.
—¿Guay iu nou gou de armi? (¿Por
qué no fuiste a la guerra?)
Alí lo miró no pudiendo creer lo que es-
cuchaba: un boxeador blanco, sudame-
ricano y sin título mundial, sacando
chapa de canchero ante él, delante de
toda la TV.
—Te voy a dar una paliza-, contestó ca-
liente.
—Jaaa
...
lu arr e chiken... chiken, chi-
ken!! ...pipipipi,
(“Vos sos una gallina”),
dijo Ringo moviendo la mano, como
quien espanta una mosca en el aire.
—Nunca debiste haber hablado así de
Muhamad Alí, dijo el moreno, mientras
se colocaba el estetoscopio en el brazo
izquierdo.
—Clay...,
-aclaró Bonavena.
—-¡Alí!
—Clay, Clay…,-
repetía Ringo, en-
trando en risa.
—Te caés en el nueve, cambió de tema
el americano, todo el mundo escuche,
serás mío en el nueve.
—Maibe iu cam daun in seven,
(“Quizá te caes vos en el siete”),
re-
dobló Ringo.
—Ok, vos decís el siete y yo digo el
nueve, afirmó Alí, con ánimo de aca-
bar con el tema.
—Ai laik de seven (“Me gusta el
siete”), la siguió el Zurdo.
Seven is cu-
lito in mai cantry
(
“Siete es culito en
mi país”).
—Pongamos las cosas en su lugar,
dijo Alí, desbordado.
Sin necesidad de traducción Ringo
dijo:
“Ahhhhhhh... ¿¿estás preocu-
padooo, ehhh!!??. Jajajajaja. Decile
que ahora no le digo nada, ¡¡¡sor-
prais, sorpraissssss!!!
La previa tomó tal dimensión que el Ku
Klux Klan hizo públicas sus simpatías
por Bonavena y las Panteras Negras
estuvieron en las afueras del Madison
apoyando a Alí.
La pelea fue intensa. El argentino llegó
a alcanzarlo con “la bomba”, golpe que
él mismo le daba a su zurda boleada.
En el noveno round, Alí resbaló. En la
historia quedó como una caída, que
en realidad no fue tal. Sí es cierto que
los golpes de esa parte del combate
fueron estremecedores para el nortea-
mericano y que Ringo demostró que
estaba a tono con el mejor de todos
los tiempos. Pero, extenuado, perdió
por nocaut en el decimoquinto round.
Recuerda Cherquis:
“Ya batido, en
un hilo de voz, camino al vestuario,
preguntaba ‘Diganmé, ¿yo guapié,
no? Diganmé la verdad, guapié,
no?”.
Años después, con Bonavena
ya fallecido, Alí dio una apreciación
sobre Ringo.
“De Bonavena nos reía-
mos todos porque lo considerába-
mos un payaso. Pero él se reía de
todos nosotros cuando iba camino
al banco”.
F
ue una tarde soleada del invierno
de 1970. Ringo ya vivía en su de-
partamento de Lafinur y avenida
Del Libertador. En una de las tantas ter-
tulias junto a amigos en la mesa del bar
Tabac, había quedado ocasionalmente
sólo con Ernesto Cherquis Bialo, redac-
tor entonces de El Gráfico bajo el seu-
dónimo de Robinson en aquella época y
actualmente vocero de la AFA.
Dicen que Bonavena prendió un ha-
bano. Y lanzó el discurso:
-Yo tengo que hacer una pelea por
unos cuantos dólares y dejarme de
joder. Estoy peleando acá en Argen-
tina con estos bagayos (...). Tengo
que hacer una grande y retirarme.
Voy a pelear con Cassius Clay.
Cuentan que Cherquis, que al momento
ni lo miraba, algo cansado de escuchar
sus discursos aflautados, giró violenta-
mente la cabeza y lo apuntó:
“Ni se te
ocurra: te mata”.
Bonavena estaba mucho en la TV, en el
teatro de revista cantando el Pío Pío —
canción que Palito Ortega le había com-
puesto—, o en su diario preferido,
Crónica. Pero tenía virtudes como la de
ser un aceptable boxeador.
¿Verdad o Mentira? Se movió por cielo
y por tierra para buscar la pelea con Alí,
convenciendo promotores y gente que
lo apoyara. Desde Estados Unidos,
mientras negociaba, se mandaba él
mismo los telegramas de invitación para