Viernes 29 de abril de 2016
familias
sanjuaninas
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LOS RAGO
La familia que llegó a San Juan
de la mano de la educación
Por
Noelia Escales
C
arlos Rago fue reconocido en
San Juan por su labor como edu-
cador, la que ejerció en el aula
como maestro, director y en los diversos
cargos que ocupó como funcionario pú-
blico.
También se ganó el reconocimiento por
su trabajo como artista plástico, una
tarea que en más de una oportunidad
compartió con otros artistas de la provin-
cia, como Santiago Paredes y Vicenta
Sastre, entre varios más. Y si bien esta
tierra se acopló casi naturalmente a su
talento, su vocación, su contante es-
fuerzo y trabajo, el maestro no nació acá,
era oriundo de Buenos Aires y llegó des-
pués de un periplo que lo llevó a trabajar
en varias escuelas, algunas internadas
en lo profundo de la selva chaqueña,
otras sobrevivientes a los más crudos in-
viernos en el sur del país. Después de su
fallecimiento, en 2000, uno de sus hijos,
Augusto Rago, y algunos de sus nietos
residen en San Juan. Esta es la historia
de él y de su familia, formada por educa-
dores y varios profesionales vinculados
al derecho y la justicia.
Un semillero
de maestros
Carlos fue el segundo de cinco herma-
nos, todos maestros. Nació en 1919, en
la ciudad de Laprida (Buenos Aires), en
el seno de una humilde y trabajadora fa-
milia de inmigrantes italianos. Sus pa-
dres eran Constantino Rago y María
Dominga Di Liscia. El matrimonio era
oriundo de Borello, un pueblo de la pro-
vincia italiana de Chieti. Venían de una
familia de pastores, se casaron en ese
lugar, en 1913 y al poco tiempo decidie-
ron viajar a Argentina buscando un mejor
futuro para la familia que soñaban for-
mar.
Al llegar al país se instalaron en Laprida,
una ciudad porteña ubicada a 120 kiló-
metros de Olavarría. Constantino apren-
dió a trabajar en la construcción y se
dedicó a ese oficio el resto de su vida. En
la provincia de Buenos Aires tuvieron a
Carlos Rago fue maestro, pintor
y escritor. Nació en Buenos Aires
y era hijo de inmigrantes italia-
nos. La docencia lo llevó a traba-
jar en escuelas del norte y sur
del país, en dos de ellas trabajó
con chicos de pueblos nativos.
Luego del terremoto de 1944
llegó a San Juan, donde hoy
viven algunos de sus descen-
dientes.
sus cinco hijos:
Mario, Carlos, Antonio,
Carmela y Constantino
. Todos estudia-
ron en la Escuela Normal de Olavarría,
se recibieron de maestros nacionales y
se dedicaron a la docencia. De los cinco
hermanos, Antonio, Carmela y Constan-
tino fueron los que se quedaron en su
provincia natal. Mario fue enviado a
Entre Ríos y más tarde a Capital Fede-
ral; mientras que Carlos tuvo varios des-
tinos. Uno de los primeros fue Tres
Lomas, donde conoció a quien se con-
vertiría en su esposa, Irma Álvarez.
Desde la crudeza del sur
a la selva chaqueña
Al poco tiempo, en 1941, el maestro tuvo
su primer destino a una escuela más ale-
jada, fue la N°12 de Lago Buenos Aires,
hoy Perito Moreno, en Santa Cruz y, en
la misma provincia, un año después, fue
director de la Escuela Auxiliar N°8. No
pasó mucho tiempo y lo enviaron a Chu-
but, a Cañadón Grande, donde fue direc-
tor de la Escuela de Aborígenes N°76 y
luego de la N°15. A diferencia de otros
establecimientos, allí los alumnos co-
mían y su esposa, Irma, trabajaba coci-
nándoles. Uno de los retos más
complicados para enseñar en las escue-
las del sur, era soportar el frío. En una
oportunidad, el docente le escribió a
Eva Duarte pidiéndole el mismo tipo de
abrigos que utilizaban los gendarmes
para dárselos a los estudiantes. Ella no
solo accedió y le dio la ropa, sino que
además le regaló un cuadro de ella, de-
dicado a él.
Después de algunos años en el sur,
Carlos e Irma volvieron a armar su equi-
paje, esta vez para instalarse en Chaco.
Allí, en medio de la selva, él fue director
de la escuela N°447 de Pampa Palan-
gana y, también ahí, en 1946,
nació su
primera hija: Cristina.
Mientras enseñaba en Chaco, empezó
a gestionar el traslado a otro punto del
país, donde hasta ese momento no
había estado: San Juan. Acá estaba vi-
viendo una hermana de su mujer, que
llegó a la provincia luego de que su ma-
rido, que era el doctor Mera, fuera tras-
ladado para trabajar en el Hospital
Rawson.
El destino final:
un San Juan renaciendo
Era 1947. San Juan se levantaba de los
escombros en los que lo dejó el terre-
moto de 1944 y la reconstrucción de-
La familia Rago Di Liscia. Adelante están Constanino Rago y María Dominga Di Liscia, el resto son sus hijos. De iz-
quierda a derecha están: Carmela, Constantino, Antonio, Mario y Carlos Rago.
Carlos Rago, el primero que aparece en la imagen de izquierda a derecha, junto a
integrantes de los pueblos nativos en Esquel. En esa época, en que Carlos era di-
rector de escuelas en el sur, viajaba a lomo de mula desde Cómodoro Rivadavia
hacia ese pueblo.