“Escribir es como estar
desnudo en una vitrina”
Viernes 6 de abril de 2018
CRISTINA LOZA, ESCRITORA CORDOBESA
12
“Soy una mujer que escribe; soy una
mujer que se escribe a sí misma. Escri-
bir, corregir, tachar, rehacer y volver a
escribir, ¿acaso eso no es la vida?”
.
Así se define la escritora cordobesa Cris-
tina Loza, quien el próximo 12 de abril es-
tará en San Juan para brindar la charla “Y
ahora, ¿qué hacemos?”, que recorre los
avances de la mujer en el tiempo.
A punto de cumplir 70 años, Cristina
cuenta que comenzó a escribir cuando su
esposo le dio “permiso” para hacerlo. “Me
dijo: ¿Por qué no hacés lo que más te
gusta?”. Y esa libertad le costó 2 años de
depresión hasta comenzar a hilar las pa-
labras dormidas en su corazón. Cristina
había quedado viuda de su primer marido
con 32 años y con tres hijos pequeños a
cargo, “paraba la olla” con su profesión
de fisioterapeuta. Hasta entonces, su
lucha pasaba por trabajar y criar a sus
hijos, sola. No había tiempo para escribir.
Cuando le dio “permiso” a su vocación,
no paró. Editó 6 novelas exitosas en las
que narra sus vivencias, esas que com-
parte con los miles de lectores que se
identifican con sus personajes. Para ella,
“escribir cura” y por eso dirige un taller
denominado El Club de la Cicatriz, bajo la
consigna de la resiliencia.
—Sarmiento también escribía para
confrontarse a mí mismo, como vos....
—Es como acomodar los demonios por-
que si no acomodo lo emocional y lo espi-
ritual, es muy difícil que pueda transmitir.
Primero, escribimos para nosotros porque
es parte del ego, queremos mostrar lo
que hacemos como si fuera un hijo, pero
la parte más interesante de la escritura es
cuando me encuentro con los ojos del
otro en la historia. La vida es hacer lo que
uno sabe lo mejor que pueda, ser la
mejor versión de uno mismo y darle una
mano a los que vienen a los costados.
—Tus novelas mezclan la historia ar-
gentina y personal, con la ficción. De
hecho, empezaste una charla TED di-
ciendo: “Mi abuelo se pegó un tiro”.
— Esa conferencia fue muy mágica por-
que fue mucha gente joven. Voy a cumplir
70 años en junio, entonces cómo llegar a
ese público, poder encontrar un punto de
conexión con esa juventud, que son nati-
vos digitales que están twitteando todo el
tiempo. Son bastante difíciles, así que
dije voy a ir con la verdad. Al principio
muchos pensaban que era una especie
de stand up lo mío, hasta que se dieron
cuenta que iba en serio. En Córdoba hay
una obra muy grande de un cura que
ayuda a jóvenes adictos y entonces
esos chicos, se me acercaron luego
de la charla para que fuera al barrio a
hablar del suicidio. El tema no es
sencillo para tratar y siempre es
mejor desde la experiencia.
—Es un tema que atraviesa la
juventud y del que no se habla.
— Nadie habla mucho de eso;
de mi abuelo no se hablaba. En
la novela “El oso de Karanta-
nia” hay una página que habla
de lo que imagino que fue
ese momento. Por supuesto
que es algo de mi imagina-
ción, pero también creo
que el novelista puede lograr que sea di-
gerible esa situación.
—El público rió al oírte decir: “linda
manera de empezar una charla”, luego
de contar lo de tu abuelo.
—A mi me gusta el humor. Me parece que
es una herramienta increíble de contacto
con la gente. Por ejemplo, suelo decir que
si mi segundo esposo, a quien realmente
amé mucho, estuviera vivo, no sabría
dónde ponerlo (risas). Mi construcción
como mujer es tan espectacular, la canti-
dad de cosas que hago al no tener una
pareja, que de verdad no tendría dónde
ponerlo. Cuando digo esto me miran raro
pero es humor, bueno, mi humor.
—¿Cómo fue descubrir que tenías el
don de escribir?
—Escribo desde siempre, pero no tenía
tiempo. Enviudé por primera vez cuando
tenía 32 años, no había tiempo para dedi-
carse a escribir porque había que parar la
olla. Después, en mi segundo matrimonio,
mi marido me dijo: “Por qué no haces lo
que siempre te gustó hacer” y me dio ese
“permiso”. Sentí que me cortaban los
hilos y entré en una depresión que me
duró dos años, con pastillas y todo. Venía
luchando, como mujer y como mamá, lle-
vando adelante un hogar sola, con tres
niños; venía luchando como un samurái
y se me terminaba la batalla. Me dieron
permiso. Fue una cosa de lo más extrava-
gante, digamos, y para poder salir de esta
depresión, me voy a la escritura y ahí co-
mienza esa primera novela, “Malasangre.
—Ahí comenzaste a darte cuenta que
las palabras curan…
—Sí. Era tan grande el descubrimiento de
todo lo que tenía dentro que fue una ma-
ravilla, una epifanía, así que ahí empezó
todo. Después vino la muerte de mi se-
gundo esposo, terminé de escribir “El
revés de las lágrimas” (NdelaR: se centra
en una mujer perdida entre dos mundos
antagónicos) y ante todo pronóstico, por-
que en Córdoba escribir es un coto de
caza, escribo. Soy un francotirador, es-
cribo cuando quiero, cuando se me da la
gana…Tengo la posibilidad de tener un
editor fuera de la provincia...
— ¿Cómo encontrás los temas de tus
novelas?
—Creo que me dieron el don para que
pudiera congelar y armar todos los árbo-
les genealógicos de mi familia y acomo-
dar a cada persona, los excluidos, los
abandonados, los olvidados, para que
cada uno tuviera un lugar. Vengo de la
medicina, de la fisioterapia, nada que ver
con la literatura, pero la fisioterapia me
dio la posibilidad de ver el dolor de la
Mezclando la historia
argentina con la ficción, la
autora narra en sus
novelas sus propias
vivencias, personales y
familiares, y logra que los
lectores se identifiquen
con esos personajes.
El 12 de abril dará una
charla en San Juan.
“
”
La parte más interesante de la
escritura es cuando me encuentro
con los ojos del otro en la historia