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desarticular organizaciones piqueteras que mezclan reivindica‑
ciones legítimas con caos urbano, necesidades reales con intere‑
ses políticos, delincuencia común con utopías revolucionarias?
Todo el mundo sabe que detrás de los bastones de los piquete‑
ros
está la política
.
Tanto que hasta hay
piqueteros oficialistas y piqueteros oposi‑
tores.
Y que el principal motivo de contienda es quién reparte los pla‑
nes sociales.
El fenómeno de pronto se vuelve muy preocupante.
Salvo algunos sectores que nunca tuvieron votos y aprovechan
cualquier protesta para mantener una discutible vigencia, el
tema piquetero se ha transformado en una espina venenosa
para los políticos que aprovecharon sus servicios.
Ocurre que Juan, el taxista, Pedro el mozo y Luisa la maestra,
que todos los días tienen que ir a trabajar, están podridos de los
cortes de rutas, de las tomas de la plaza de Mayo, de las decla‑
raciones y hasta la imagen de los D´Elia, los Castell y compañía.
Juan, Pedro y Luisa no dudan de expresar total solidaridad a los
millones de Juanes, Pedros y Luisas diseminados en todo el país
que pelean por un salario mejor.
–Aunque no estoy de acuerdo con que la huelga sea la única forma
de protestar ymenos cuando la hacen gremios que ya cobran el
doble que yo, lo acepto porque al menos ellos trabajan–,
dice.
Pero de ninguna manera aceptan que haya gente que cobra por
protestar y que hasta recibe beneficios que no tiene la gente que
trabaja.
Menos aún cuando nada da a entender que esos “piqueteros” se
estén preparando para ser albañiles, obreros rurales o emplea‑
das domésticas.
La cena de los jueves
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