la_cena_de_los_jueves2 - page 184

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Yo los veo todos los días.
Los siento a mi lado.
Están aquí, entre nosotros.
Por ahí se mimetizan con el resto, se confunden con la multitud.
Se acercan a charlar, toman un café o leen el diario cada ma‑
ñana.
Pero si usted se fija bien notará que han perdido el brillo en los
ojos, la pasión en los gestos, la vitalidad en la mirada.
Son las víctimas de la modernidad, de la globalización, del
mundo de la eficiencia.
La mayoría son hombres aún jóvenes para producir. Y para
vivir.
Pero han perdido su lugar en la vida.
Aunque aún no lleguen a los cincuenta y las estadísticas digan
que nuestras expectativas de vida rondan los 75 años.
Aunque aún no lleguen a los cincuenta y los sistemas previsio‑
nales concedan jubilaciones a los 70...
Sí, son las víctimas de este nuevo mundo que se ha pergeñado.
Un mundo que entra prepotentemente en todos los países, en
todas las ciudades, en todos los pueblos.
Entra hasta en aquellos sitios donde quien queda afuera es un
muerto en vida.
Donde la vida no da revancha.
Donde nadie se detiene a esperar al que camina más lento.
Un mundo donde las tapas de las revistas las ocupan las mode‑
los de 20 años o los superdeportistas.
Donde todas las sonrisas
son brillantes, los dientes parejos, la vista perfecta y el sexo
urgente.
Un mundo en el que quien perdió el tren a los 45, en el mejor de
los casos, sólo tiene ante sí un destino de kiosquero de barrio.
Juan Carlos Bataller
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