El Nuevo Diario - page 21

Viernes 12 de agosto de 2016
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mansión de Miami
absurda ley seca
MAS FAMOSO DEL MUNDO
sin mencionar que perteneció a Al Ca-
pone, la lujosa “casa de dos pisos y fa-
chada de traza española y clásica
dispone de residencia para invitados,
playa privada con vistas a la bahía,
siete cuartos y cinco baños”.
La mansión cuenta, además, con her-
mosas palmeras, un exuberante en-
torno y un embarcadero privado de
cien pies de largo. Es una de las más
antiguas de Miami Beach y perteneció
originalmente de Clarence Busch, de
la dinastía de Anhueser-Busch, que en
su día controló la mayor compañía
cervecera del mundo. En 1928, Busch
vendió la residencia al gangster por
40.000 dólares, poco antes de que
éste fuera atrapado por las autorida-
des estadounidenses.
Rodeada por jardines con plantas tro-
picales, la mansión cuenta también
con una piscina de 18 metros de largo
y 9 de ancho y es considerada una de
las más grandes de la isla, además de
estar ubicada frente al mar.
El arquitecto y promotor inmobiliario
venezolano Luis Pons restauró la pro-
piedad para darle de nuevo su antiguo
“esplendor”, manteniendo los acceso-
rios originales de la casa.
bernas con un hacha y destruir las bote-
llas que allí encontraban.
Varios predi-
cadores vinculaban la venta y el
consumo de alcohol con un clima ge-
neral de decadencia y con otros vi-
cios morales tales como la
prostitución. Se decía que el con-
sumo de alcohol provocaba pobreza
en las masas, enfermedades varias,
demencia, y estimulaba la delincuen-
cia, logrando normas de “prohibición
total del alcohol” en pequeñas ciuda-
des.
En 1917, el Congreso aprobó una reso-
lución a favor de una enmienda a la
Constitución de los Estados Unidos (la
Enmienda XVIII) que prohibía la venta,
importación, exportación, fabricación y el
transporte de bebidas alcohólicas en
todo el territorio de Estados Unidos.
En enero de 1919 la enmienda fue ratifi-
cada por 36 de los 48 estados de la
Unión, siendo susceptible de imponerse
como ley federal (aplicable a todos los
Estados). En octubre del mismo año, se
aprobó finalmente la ley Volstead, que
implementaba la prohibición dictaminada
por la Enmienda XVIII.
“Esta noche, un minuto después de las
doce, nacerá una nueva nación”, declaró
el Senador Andrew Volstead, impulsor
de la nueva norma, con optimismo.
“El
demonio de la bebida hace testa-
mento. Se inicia una era de ideas cla-
ras y limpios modales. Los barrios
bajos serán pronto cosa del pasado.
Las cárceles y correccionales queda-
rán vacíos; los transformaremos en
graneros y fábricas. Todos los hom-
bres volverán a caminar erguidos,
sonreirán todas las mujeres y reirán
todos los niños. Se cerraron para
siempre las puertas del infierno”.
La ley seca (o Prohibition, como fue de-
nominada informalmente en EE.UU.) no
prohibía ciertamente el consumo de al-
cohol, pero lo hacía muy difícil para las
masas porque prohibía la manufactura,
venta, y el transporte de bebidas alcohó-
licas (ya sea para importarlo o expor-
tarlo). Y aunque la producción comercial
de vino estaba prohibida, no fue impe-
dida la venta de jugo de uva, que se
vendía en forma de “ladrillos” semisóli-
dos (llamados bricks of wine) y era utili-
zada para la producción casera de vino,
aunque sus fabricantes indicaran en sus
envases que los clientes deberían impe-
dir la fermentación del jugo para así no
violar la ley.
El alcohol, no obstante, continuó
siendo producido de forma clandes-
tina y también importado clandestina-
mente de países limítrofes,
provocando un auge considerable del
crimen organizado.
Muchos de los delitos más serios de
la década de 1920, incluyendo robo y
asesinato, fueron resultado directo
del negocio clandestino de alcohol
que operó durante la ley seca.
El pro-
pio Capone llegó a influir directamente
sobre varios barrios de la ciudad de Chi-
cago para que se le permitiera continuar
su negocio ilícito a cambio de sobornos
o amenazas, mientras su banda (junto
con decenas de otras) luchaban violen-
tamente entre sí a lo largo del territorio
estadounidense para controlar el muy lu-
crativo tráfico de alcohol.
El fin de la ley seca
Durante la década de 1920 la opinión
pública dio un giro, y la gente decidió
que había sido peor el remedio que la
enfermedad. El consumo de alcohol no
sólo subsistió, sino que ahora conti-
nuaba de forma clandestina y bajo el
control de feroces mafias. En vez de re-
solver problemas sociales tales como la
delincuencia, la ley seca había llevado el
crimen organizado a sus niveles más
elevados de actividad como nunca antes
se había percibido en los EE. UU.
Antes
de la prohibición había 4.000 reclusos
en todas las prisiones federales, pero
en 1932 había 26.859 presidiarios,
síntoma que la delincuencia común
había crecido gravemente, en vez de
disminuir.
En 1932 el Partido Demócrata incluyó
en su plataforma la intención de derogar
la ley seca, y Franklin Roosevelt dijo
que, de ser elegido presidente, deroga-
ría las leyes que aplicaban la ley seca.
Se estima que hacia 1932, tres cuartos
de la población favorecía el fin de la
veda.
El 21 de marzo de 1933 Roosevelt firmó
el Acta Cullen-Harrison que legalizaba la
venta de cerveza que tuviera hasta 3,2
% de alcohol y la venta de vino, siendo
aplicable a partir del 7 de abril de ese
mismo año, derogando la ley Volstead.
Meses después diversas convenciones
estatales ratificaron la Enmienda XXI a
la Constitución de Estados Unidos, que
derogaba la Enmienda XVIII. La nueva
enmienda fue ratificada el 5 de diciem-
bre de 1933 por el Senado de EE. UU.
Fuentes
l
Wikipedia
l
l
l
El mundo.es
l
El país.es
l
La Nación.com
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