El Nuevo Diario - page 19

Viernes 12 de agosto de 2016
La matanza de San Valentín fue ordenada por Al Capone contra siete miembros de una banda
rival (la familia Moran) en Chicago el día de San Valentín de 1929.
Al Capone pescando en su yate en 1931.
En agosto de 1934, Al
Capone ingresó a Alca-
traz. En sus años de cár-
cel, nadie se atrevía a
enfrentarlo, por sus
conocimientos de lucha.
19
s
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MÁS FAMOSO DEL MUNDO
fue procesado por el crimen, los asesina-
tos son atribuidos a Capone y sus hom-
bres, especialmente a
Jack “Machine
Gun” McGurn
, de quien se piensa po-
dría haber realizado los disparos. Al pla-
near la masacre, Capone intentaba
eliminar a su rival, el irlandés
Bugs
Moran
, pero éste llegó tarde a la cita y
escapó, aunque gravemente herido.
Asimismo, Capone creó el
“Sindicato
del Crimen”
con sus ayudantes Frank
Nitti, Campagna, Guido Cicerone, Guzk
y Fischetti, Vicente, Enzo y Guido Fretes
convirtiéndose en el
“Rey del hampa”
en la ciudad, y a pesar de que su poder
no fue mucho más allá de la ciudad
de Chicago, su nombre generaba temor
y respeto en los bajos fondos del país.
Capone tenía 26 años y su ascensión re-
sultaba imparable. Cientos de pistoleros
a su servicio, incontables posesiones y
18 guardaespaldas que lo custodiaban
noche y día: un equipo que le costaba
más de 200.000 dólares a la semana.
Fue una década de terror la de los
años 20.
Cada vez más rico
Después de deshacerse de sus rivales,
Capone siguió enriqueciéndose gracias
al tráfico ilegal de bebidas alcohólicas
ocasionado por la Ley Seca, y a través
de su vasta red clandestina de salas de
juego.
Se calcula que en 1927 la for-
tuna de Capone ascendía a cien millo-
nes de dólares.
A los 26 años, era un hombre desal-
mado, gordo, bromista y dicharachero
que tenía todo cuando pudo desear
en sus años de miseria: mujeres,
joyas y mucho dinero.
En los hoteles Hawthorne y Lexington
tenía sus oficinas y ahí guardaba su di-
nero para no dar a la policía pistas sobre
el monto de su riqueza. Aun así, en
1929,
fue nombrado el hombre más
importante del año, junto con perso-
nalidades de la importancia de Albert
Einstein y Mahatma Gandhi.
Ese mismo año, se dejó aprehender bajo
el cargo de posesión de armas y estuvo
en prisión por espacio de doce meses.
Todo porque temía la venganza de otro
mafioso, Dug Moran. Sin embargo, los
días de gloria de Al Capone tuvieron fin.
Comienzo del fin
Aunque Capone siempre hacía sus ne-
gocios con hombres de tapadera y no
había registros que lo relacionasen con
sus ganancias, las nuevas leyes promul-
gadas en 1927 permitieron al gobierno
federal perseguir a Capone por evasión
de impuestos, su mejor opción para en-
carcelarlo al fin.
Fue perseguido por el agente de la
“Agencia de Prohibición” Eliot Ness y sus
agentes incorruptibles
“Los Intocables”
y por el agente del IRS Frank Wilson,
que fue capaz de encontrar recibos que
relacionaban a Capone con ingresos por
juego ilegal y evasión de impuestos por
esos ingresos.
Pese a su poder, Capone nunca se dio
cuenta de la intromisión de ese hombre.
Tampoco pudo saber que era a causa de
sus delaciones que, una vez iniciado el
proceso en su contra, fracasaron sus in-
tentos para asesinar al jefe del fisco y
sobornar a los jurados.
El proceso y acusación ocurrieron en
1931. Al Capone fue declarado culpa-
ble, el 17 de octubre, en cinco de los
23 cargos y sentenciado a 11 años en
una prisión federal.
Sin salida, no tuvo más remedio que
confesar el delito de defraudación al
fisco por más de 300 millones de dó-
lares, y fue sentenciado a purgar una
pena de once años en prisión.
El juicio
Qué curioso fue el juicio.
Alguien habló de la libertad del miedo.
No había nadie más aterrador. Su
apodo
, Scarface
(cara cortada), cau-
saba aún más pavor que su nombre. El
más temido y el primero de los enemigos
nº 1 de la Chigaco Crime Commision.
Las acusaciones contra él eran casi tan
numerosas como la organización crimi-
nal que desde los 26 años lideraba.
Durante el juicio, ampliamente cubierto
por la prensa, el miedo, las presiones y
los nombres y direcciones públicas de
los miembros del tribunal pesaron más
que las pruebas.
El proceso fue corto. Tras 9 horas de de-
liberación, ésta fue la sentencia:
Al Ca-
pone fue absuelto de varios delitos de
asesinato y condenado por fraude fis-
cal. Un Scarface, absuelto de sus crí-
menes por el miedo y un Al Capone,
condenado por fraude fiscal, pese a
ese miedo.
Los años de reclusión
Primero fue internado en la penitenciaría
de Atlanta. Sin embargo, la corrupción
penitenciaria permitió que desde ahí si-
guiera manejando sus negocios turbios.
Eso sí, se comportaba como el más
dócil de los presos y se dedicaba a la
fabricación de calzado.
La suerte de Al Capone cambió cuando
fue trasladado a la prisión de Alcatraz,
en San Francisco. Ahí, donde no hubo
privilegios ni oportunidad de hacer com-
ponendas,
el preso número 85
debió
seguir al pie de la letra la disciplina peni-
tenciaria. A su situación desfavorable, se
sumó el agravamiento de la sífilis que
padecía desde años atrás
y que nunca
se había tratado por temor a las in-
yecciones.
A mediados de los años 1930, estando
en Alcatraz, era una de las personas
más famosas que integraron la cárcel.
Con un cuerpo privilegiado y conocedor
de técnicas de lucha, ya que había sido
luchador callejero en sus inicios, por lo
que nadie se atrevía a enfrentarse con
él.
Capone, ya de mayor edad, comenzó a
mostrar signos de demencia, probable-
mente a causa de una sífilis sin tratar,
que le contagió una prostituta siendo
joven. Pasó gran parte de sus últimos
años de reclusión en el hospital de la pri-
sión y finalmente fue liberado el 16 de
noviembre de 1939.
Estaba arruinado, físicamente débil y
con la mente deteriorada. Se retiró a su
propiedad de Miami Beach, Florida,
donde se recluyó del mundo exterior.
El 21 de enero de 1947, Capone sufrió
un derrame cerebral, y murió cuatro
días después de neumonía. Lo encon-
traron muerto en la bañera, probable-
mente a causa de su sífilis.
Fue
enterrado en el Cementerio Mount Olivet
y trasladado al Cementerio Mount Car-
mel al Oeste de Chicago, junto a los res-
tos de su padre y de su hermano.
Su estado era deplorable; sólo su es-
posa Mae estuvo a su lado, lo llevó a su
mansión de Baltimore. En 1942, la admi-
nistración de penicilina logró sanar física-
mente a Al Capone, quien había sido
uno de los hombres más temidos en Es-
tados Unidos,
pero su estado mental
no tenía cura.
Al Capone murió el 25 de enero de 1947
en Miami.
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