Viernes 2 de septiembre de 2016
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MONSEÑOR ALFONSO DELGADO
Monseñor Alfonso Delgado
respondió a los cuestiona-
mientos que se hacen, la
interna eclesiástica, la plata
en el exterior y la investigación
en la Justicia Federal.
D
entro del ciclo de grandes entre-
vistas de La Ventana, conducido
por Juan Carlos Bataller y Juanca
Bataller Plana, monseñor Alfonso Del-
gado, quien el año que viene se jubila al
cumplir los 75 años y ya tiene como suce-
sor al obispo Jorge Lozano, habló de los
cuestionamientos que se hacen a la igle-
sia y de la polémica por el dinero faltante
en el Arzobispado, entre otros temas.
—¿De qué provincia es usted?
—Nací en Santa Fe en un pueblo llamado
Rosario.
—¿Tiene hermanos?
—Tengo 4 hermanos que están allí; mi
madre falleció el año pasado con 97 años,
tengo muchos sobrinos, mucha familia por
allá.
—Es cierto que un hermano suyo fue
secuestrado, desaparecido.
—Efectivamente, en los años tremendos
que vivimos los argentinos, un hermano
mío desapareció.
—Qué palabra esa “desapareció”, se
esfumó; es tremenda, mucho peor que
murió.
—Tenemos constancia que fue detenido
sin ninguna documentación, sin ningún jui-
cio u orden de detención y sabemos que
después murió, lo sabemos formalmente.
Fue un dolor muy grande en la familia, de-
cidimos con mi madre—mi padre ya había
fallecido-, y con mis hermanos, no vivir ni
con odio ni con rencor a nadie y con la
paz de poder perdonar, como diciendo
“Dios mío, perdónalos porque no saben lo
que hacen”. No es que nos pareciera bien,
al contrario nos dolió muchísimo y no sola-
mente mi hermano sino otras personas
conocidas. Fue una época muy dura. Me
acuerdo, yo era sacerdote y cuando la
Conferencia Episcopal quería hacer una
comunicación, ningún medio lo trasmitía.
Había que pasarlo de mano en mano
hasta poder llegar y que se leyera en las
iglesias y con mucho respeto, pero ha-
ciendo ver lo delicado de la situación.
Esos documentos están editados ahora
por la Conferencia Episcopal de Argentina,
pero son épocas muy duras...
—Monseñor, usted es ingeniero agri-
mensor
—Si, estudié en la Universidad Nacional
del Litoral, en entonces Universidad Na-
cional de Rosario.
—¿Qué fue primero sacerdote o inge-
niero?
—Agrimensura primero, la ejercí. Y no
digo que la sigo ejerciendo, pero la sigo
usando porque en una provincia como
San Juan u otra es bueno tener un GPS y
tener referencia de la diócesis. Nos facilita
mucho el trabajo, lo uso como herra-
mienta de trabajo.
—Cuando le preguntaron a un político
si iba cuando monseñor daba misa en
Casa de Gobierno, dijo que no, porque
los retaba ¿No los reta o sí?
—No uso la misa para retar a nadie. Será
una vez que, hace años, pedía un poco
más que dejáramos de desentendernos,
que nos uniéramos en cosas buenas. En-
tonces me acordé de una anécdota que
había escuchado de un legislador de un
lugar de Argentina que no quiero acor-
darme. Me dijo: mire, padre, los políticos
no estamos divididos; a veces el goberna-
dor quiere sacar una ley y no encuentra la
forma y nos pone unos dólares a cada
uno y levantamos la mano. Eso es tre-
mendo. Le digo, no busquemos ese tipo
de unidad. Hubo tantas rajaduras de vesti-
duras, hasta el juez federal me pidió que
declarara dónde pasaba eso. No supe
que era una confidencia y por supuesto
“No hay casos en San Juan de sacerdotes
que reciban ayuda por tener hijos”
que le habría retado a quien me lo dijo.
—En La Ventana, fue el primero que
dijo que cuando había una zapatilla
colgada, significaba que ahí se vendía
droga. Después vino el ministro de Go-
bierno de ese entonces y lo desmintió.
Ahora los hechos parece que le dan la
razón, hay demasiadas zapatillas.
-Esa información la sabia de Buenos Aires
y acá me las encontré en un barrio. Em-
pecé a mirar y vi que había varios lugares
muy específicos y fui preguntando y me
dijeron si, que esa es la señal que hay
droga. En un reportaje me preguntaron
qué me parecía la despenalización de la
droga. Está despenalizada, dije, si quiero
comprar droga sé dónde comprarla. Lo
pusieron como titular y se armó un re-
vuelo. Hasta el gobernador estaba preo-
cupado. Me invitó a tomar un café y vi que
había -a una cuadra y media de la Casa
de Gobierno—una zapatilla colgando. Le
saqué una foto y con el GPS marqué el
lugar. Le hice un planito y se lo llevé. Me
dijo que eso no podía ser. Está a cien me-
tros de acá. A partir de eso momento vi
que empezaron a prestar más atención a
esto. No tuve deseo de protagonismo, so-
lamente de expresar una cosa con toda
normalidad de lo que está pasando y nos
daña a todos. Ahora vemos que el narco-
tráfico es uno de los problemas más gra-
ves que tiene Argentina.
—Se habla mucho de droga pero se
evita hablar de otros temas, por ejem-
plo el alcoholismo, que es más grave
que la droga acá o la ludopatía en
todas las provincias, esto es real.
—Alguna vez se ha dicho que Argentina
es un gran casino y además se ponen en
lugares muy vulnerables.
-
Usted lo tiene a una cuadra de la cate-
dral.
—Eso es lo de menos. Está al lado de
donde van a pagar la luz, el teléfono, el
banco donde van a cobrar la jubilación.
Dicen: a ver si con esto me alcanza un
poco más y se meten y se quedan sin
nada. Hombres, mujeres, gente joven. A
cualquier hora, normalmente los casinos
están en lugares más apartados, para
traer turismo, pero no hay un anzuelo.
Hay de la preocupación de la venta de al-
cohol por todas partes y hay gente mayor
que gana mucho dinero a costa de la
falta de madurez de mucha gente joven.
Esto no será un crimen de lesa humani-
dad, pero también es muy grave permitir
eso. Hay muchas cosas que arreglar
entre todo.
—¿Ha sido feliz como sacerdote?
“
”
Ahora vemos que
el narcotráfico es
uno de los problemas
más graves que
tiene Argentina