El Nuevo Diario - page 14

Sindrome de Guillain—Barré
E
l sindrome de Guillain—Barré es un trastorno inmunitario.
El sistema inmunitario del cuerpo se ataca a sí mismo por
error. Se desconoce la causa exacta del sindrome, que puede
presentarse a cualquier edad y es más común en personas de
ambos sexos entre los 30 y 50 años.
Puede presentarse junto con infecciones virales de los virus o
bacterias, tales como: Influenza, enfermedades gastrointestina-
les, Neumonía por micoplasma, Herpes simple o Mononu-
cleosis, entre otras.
Viernes 21 de julio de 2017
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SERGIO MUÑOZ, MARATONISTA QUE UNA ENFERMEDAD DEJÓ EN SILLA DE RUEDAS
“Me motivaba volver a correr, aunque
los médicos decían que era imposible”
En 2011 le diagnosticaron sín-
drome de Guillain Barre, que
ocasiona debilidad muscular y
parálisis. Según los médicos,
no podría volver a correr. Sin
embargo lo hizo y ahora escri-
bió un libro sobre lo que vivió.
“Maratón” es el nombre del libro en el que
Sergio Muñoz Vázquez cuenta la maratón
de su vida, esa que lo puso al límite de
quedar en silla de ruedas y de la que logró
salir triunfante.
En el año 2011, a Sergio le diagnosticaron
el síndrome de Guillain Barre, un problema
de salud grave que ocurre cuando el sis-
tema de defensa del cuerpo (sistema inmu-
nitario) ataca parte del sistema nervioso por
error. Entre los síntomas que produce se
encuentran la debilidad muscular y la pará-
lisis, entre otros.
La enfermedad comenzó como un resfrío,
hasta que un día Sergio no pudo moverse
más. Consultó con un neurólogo y de inme-
diato lo internaron en terapia intensiva. Un
mes estuvo luchando hasta que por fin, en
silla de ruedas, le dieron el alta médica.
Luego de cuatro meses de rehabilitación,
un día se encontró corriendo de nuevo y
pocos meses después, inscribiéndose para
participar de una maratón de 5 Km. A partir
de ahí, no paró. Correr en la montaña es el
sueño de su vida y ninguna enfermedad
podría arrebatárselo. Esta es su historia.
— ¿Cuándo te detectaron el síndrome?
— En junio del 2011 me empecé a sentir
mal por un resfrío. Justamente uno de los
factores para que el síndrome ingrese es
cuando estas con las defensas bajas. Em-
pezó con un resfrío y después con el ma-
lestar en la columna. Ahí es cuando me
hago ver con un neurólogo y me diagnos-
tica el síndrome de Guillain Barre.
— ¿Fue repentino?
— Sí, se desencadenó en una semana o 10
días, desde que empecé a sentir el males-
tar hasta que ya llegó un punto que no
podía caminar. Hubo una mañana en que
me levanté y quise caminar y ya no podía.
—¿Te internaron de inmediato?
— Sí, en la terapia del Marcial Quiroga, casi
un mes estuve. Una vez que me dieron el
alta, fue empezar de cero. Estaba en silla
de ruedas, con toda la musculatura des-
truida, falta de motricidad, falta de sensibili-
dad en los pies y con todo un trabajo por
delante. Era como nacer de nuevo. Tuve
que empezar con la rehabilitación y tomar
conciencia, ponerle ganas.
— El estado de ánimo es fundamental,
pero hay gente que se deprime.
— Eso también es lo que pongo en el libro.
En el momento que a mí me diagnostican
estaba entrenando para una maratón. Es-
taba en muy buen estado físico y tonificado
muscularmente, eso ayudó muchísimo para
que no me hiciera tanto daño el virus, dicho
por el médico. A lo mejor a otra persona le
hubiera producido un deterioro mayor.
Cuando salí de terapia, lo que me moti-
vaba era volver a correr, aunque la
mayoría de los médicos decía que
era imposible, que sólo podría ca-
minar.
— ¿Cuántos meses te llevó la re-
habilitación?
—Hice 4 meses, en realidad tendría que
haber hecho más. Coincidió que el médico
con el que hacía la rehabilitación se tomó
las vacaciones y ya después seguí solo.
Cuando ya vi que más o menos podía cami-
nar, me largué a correr. No podía con mi
genio. Dije: si puedo caminar, puedo correr.
—¿Cómo fue ese día?
— Había empezado a correr pero muy poca
distancia, 300—400 metros y veo en el Fa-
cebook una maratón de la fundación de
lucha contra el Alzheimer. Estaba leyendo el
artículo y mi hija Lola, que tenía 7—8 años,
me pregunta si correría. Le respondí que sí
y me dice: “Vos no podés correr, papá”. La
vamos a correr. Vos corrés la de 3Km y yo,
la de 5, le dije. Yo era un esperpento. No
tenía la fuerza necesaria. La gente que iba
al lado pensaba que tenía epilepsia, me
preguntaban si estaba bien. Corrí y terminé
y desde ahí no pare.
— ¿Y cómo te sentiste después?
— Fatal, pero realmente fue hermoso y do-
blemente feliz por mi hija y por mí.
— ¿Qué te dijo el kinesiólogo?
— Un día Gustavo Oviedo, el neurokinesió-
logo, me vio corriendo por la Libertador y
me llamó: Vi un hombre igual a vos co-
rriendo. Soy yo, doctor. ¡No podés ser vos!.
Me pone muy contento, nunca imaginé que
serias vos, era algo muy difícil.
— Después de eso no paraste más...
—Ya me sentía corajudo. La montaña es lo
que más me enamora. Corrí la Salomón,
casi antes del año de salir de terapia.
Luego empecé a correr de 8, de 10, de 21
y llegué a los 42 km, casi 4 años después.
— ¿Cómo tomaste la decisión de escri-
bir, Maratón, tu libro?
— Siempre me gustó escribir. Un día me
movilicé al escuchar personas que habían
pasado por cosas parecidas. A medida que
vas escribiendo es como que vas haciendo
un viaje retrospectivo de tu vida. Fue como
una especie de terapia, como hacer catar-
sis.
— ¿Cómo fue tenerlo ya impreso?
—¡Ya estamos maquinando tener una pre-
sentación! Con Griselda (Nuñez) fuimos
asesorándonos, pidiendo presupuesto, ha-
blando con escritores y llegué a Daniel
Bora, que es la persona que lo imprimió. La
tapa surgió porque esa foto me enamoró
por el paisaje, por el contexto y por el mo-
mento. Fue un momento muy especial que
se produjo con el fotógrafo y el diseño lo
hizo un amigo mío que es diseñador.
— ¿Qué sintieron tus afectos al leerlo?
— La mayoría decía que era como si me
estuvieran escuchando hablar, como si es-
tuviéramos sentados en una mesa de café.
Se enganchaban en cómo estaba plan-
teado, que no era algo denso sino que
fluía. Lola se enganchó con las maratones
de chiquita y le gusta mucho. Y la más
grande, Sol, ya lo leyó y dice que le gustó
mucho. Hay personas muy cercanas a vos
pero que no comparten las 24 horas del día
y no tenes tiempo de contarles todo lo
estás descubriendo con tu pareja, con tus
hijos, con tus amigos y dicen: “Loco, no
tenía idea de esto”.
Estaba en silla de ruedas,
con toda la musculatura
destruida, falta de motrici-
dad, falta de sensibilidad
en los pies y con todo un
trabajo por delante.
Sergio, en una de sus
primeras carreras luego
de su enfermedad.
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