Viernes 27 de abril de 2018
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MARGARITA PACHECHO DE GELUSINI
45 años de trabajo
en la Legislatura
provincial
Margarita en sus últimos días de trabajo y en una foto del re-
cuerdo, cuando era telefonista de la Cármara de Diputados.
El adiós.
Sus jefes y
compañeros
le dieron
una sor-
presa al or-
ganizar una
despedida
en el Cafè
de la Legis-
latura.
P
edirle a Margarita Pacheco de Gelu-
sini que cuente alguna anécdota de
estos 45 años de trabajo ininterrum-
pido en la Cámara de Diputados es imposi-
ble. Tiene cientos que se agolpan en su
memoria y varias tienen marcado a fuego el
miedo y el dolor.
Gracias a su padre, un jugador de fútbol de
Atlanta, Buenos Aires, a quien la Liga San-
juanina contrató antes del terremoto, Mar-
garita pudo acceder en 1973 al trabajo de
encargada de cocina en la vieja Legislatura
sanjuanina, ubicada sobre calle Urquiza,
donde se encontraba el Estadio Abierto del
Parque de Mayo.
Es que en el mismo tren en que su padre
llegó a San Juan, se viajaba el vicegober-
nador Castro Luna y el presidente de la
Liga de Fútbol, quien le pidió ayuda a Cas-
tro para que Pacheco pudiera trabajar en
San Juan, además de jugar al fútbol.
“Tenía 21 años cuando se produjo el
golpe militar”,
narra Margarita. “
No puedo
olvidarme del ruido espantoso de los mi-
litares llegando a tomar la Cámara. Nos
pusieron a todos contra la pared, con el
fusil en la espalda”,
recuerda.
En la oficina donde estaba Margarita había
un teléfono que no paraba de sonar. Eran
los medios de comunicación buscando in-
formación.
“Pero nos prohibieron hablar.
Ni una palabra podíamos decir. No, no,
no, era la única respuesta que daba”.
Uno de los militares que quedaron a cargo
la llamó a su oficina y le mostró una lista en
la que estaba su nombre: “Mire, por la buen
trayectoria de su familia, desde Buenos
Aires nos han pedido que se quede traba-
jando”, le dijo.
Margarita no se puso justamente contenta,
pero tampoco podía decir nada por miedo.
“Sólo quedamos cinco empleados y yo
era la única mujer. Eran todos hombres
los que estaban en la Legislatura en ese
momento
”, rememora.
Hoy se sabe que ese lugar fue uno de los
primeros centros de detención clandestina
en la provincia, algo que Margarita descu-
brió al poco tiempo del golpe.
“La Legislatura tenía dos grandes esca-
leras que comunicaban con el primer
piso. Una de ellas estaba bloqueada y
por la otra, subían los militares y mante-
nían siempre la puerta cerrada. Nosotros
trabajábamos en la planta baja. Re-
cuerdo que nos justamos con mis com-
pañeros bien temprano,
casi de noche, en la es-
quina de Libertador y ca-
minábamos derechitos
como soldados hasta la Le-
gislatura, mientras se hacía
de día”,
relata.
Por su trabajo en la cocina, un
día la llevaron a la planta alta a
buscar unas cosas que necesi-
taba.
“Vos mirá al frente, nada
más”
, le dijeron. “
Pero no
podía, estaba pisando gente
que estaba tirada en el piso. Re-
cuerdo que estaban sentados
con las manos atrás y los ojos
vendados. En una oficina vi una
silla de chapa con unos cables.
Fue la única vez que subí”,
dice
hoy Margarita, y las imágenes vuel-
ven a sus ojos.
“Seguramente estaban amenazados
para que no hablaran porque nunca es-
cuchamos nada durante nuestro horario
de trabajo. Sólo una vez vino un camión
y bajaron a unas personas que tiraron
en el suelo. Ni un quejido se escu-
chaba”,
dice y agrega que era tal el miedo
que tenía que una de sus hermanas habló
con el director de Turismo de ese momento
para ver si podían trasladarla de trabajo.
El terremoto del ‘77
C
on el terremoto Caucete, ocurrido
en la madrugada del 23 de noviem-
bre de 1977, el edificio de la Legis-
latura quedó muy averiado.
“El primer
piso se corrió cerca de 40 centímetros y
no se pudo seguir usando ese edificio”
,
expresa como si ese recuerdo transcurriera
hoy.
Entonces, el gobierno decidió que el exHo-
tel Susex, ubicado en la esquina de las
Heras y Libertador fuera la sede de la
nueva Legislatura, que es el lugar donde se
encuentra hoy y donde Margarita comenzó
a trabajar en el área de Comunicaciones.
“Hasta que me jubilé estuve atendiendo el
teléfono en la Cámara”, dice feliz de haber
pasado tantos años de su vida en ese re-
cinto.
“Me acuerdo que cuando nos traslada-
ron al nuevo edificio comenzaron a apa-
recer compañeros que habían enviado a
otras dependencias y nos reencontrába-
mos. Otros ya estaban jubilados y otros,
incapacitados. No todos habían tenido la
suerte de los cinco que quedamos traba-
jando en el mismo lugar. Porque la ver-
dad que a mí, no me tocaron ni un pelo”,
expresa, orgullosa de ser la única que cum-
plió 45 años de trabajo ininterrumpido en la
Legislatura.
La democracia
L
as anécdotas de Margarita con la
llegada de la democracia están te-
ñidas de nombres y apellidos de di-
putados que no quiere nombrar, pero que
recuerda que se peleaban a los gritos, so-
lían ir sin medias al recinto o de amenaza-
ban de manera particular:
“Una vez, tres
diputados de la oposición votaron a
favor de una ley del gobierno, y re-
cuerdo que les mandaron coronas a la
Cámara”.
Margarita también recuerda al vicegober-
nadores Ruiz Aguilar, quien solía despedir
el año con una gran celebración en la te-
rraza para los empleados.
De los hermanos Rubén y Sergio Uñac y
de Marcelo Lima guarda los mejores re-
cuerdos porque fueron quienes le permi-
tieron obtener los últimos ascensos. Y
Lima, en especial, porque fue él quien im-
pulsó la idea de que los empleados termi-
naran sus estudios secundarios.
“Me
recibí de bachiller en la Cámara, junto
con unos 40 compañeros Estudiába-
mos en la Sala de Vicegobernadores”
.
Y fue ese último esfuerzo que hizo pren-
der la semilla del estudio.
“Quisiera se-
guir estudiando. Aún no he tenido
tiempo de nada, pero estuve viendo al-
gunos cursos que me gustaría hacer.
Claro que también ansío disfrutar de
mis nietos...”.
Llegó siendo una jovencita en el ‘73 y se jubiló hace una semana.
Fue la única mujer que quedó en la Cámara cuando el golpe mili-
tar interrumpió la democracia y fue la primera empleada en ingre-
sar al nuevo edificio donde se encuentra actualmente.