—De todo. Y antes no había cursos
como los que hay ahora. Antes había
cursos de degustación de vinos, de co-
mida, pero yo aprendí todo mirando y
preguntándoles a los grandes chef. No-
garó trajo de Mar del Plata y Buenos
Aires personal para capacitarnos a no-
sotros. Vinieron conserjes, telefonistas,
“maîtres”. Ahí hice una carrera muy
linda, trabajé veinte años.
—Al Sussex no lo conocí pero al No-
garó sí. Lo que tenía la gente del No-
garó, vos, López y otros, es que si
uno les pedía algo especial ustedes
se metían a la cocina y lo hacían.
—Exactamente.
—Ustedes lo hacían. Sabían de todo.
—Sí, siendo mozo iban todos los presi-
dentes, deportistas, gremialistas, artis-
tas. Cuando venían los presidentes yo
era mozo de ellos, me ponía guantes.
—Te habrá tocado gente difícil y otra
que te la hacía fácil.
—Exactamente.
—Veo que hay gente que es un poco
déspota cuando sale a comer. En
cambio otros no, ahí nomás se hacen
amigos del mozo.
—Hay gente que va enojada.
—¿Qué hacen con esos? ¿Les meten
el dedo en la copa?
—No, los dejamos hasta que se toman
una copa y se tranquilizan un poco.
—Una vez lo atendiste a Onganía. Él
comía aparte de la gente.
—Claro, comía en una suite. Entraba,
me miraban la comida y le servía.
—Ah, tenían miedo de que lo envene-
naran.
—Claro, y yo charlaba con ellos. Hablá-
bamos del vino; una vez que vino corría
viento Zonda y yo le expliqué qué era.
En ese tiempo estaba el vino Barbera
Viernes 5 de abril de 2019
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s
D’Asti, que era uno de los mejores de
San Juan.
—Yo tengo una foto tuya con San-
dro, jovencito. ¿Qué tal era?
—Era una persona espectacular. Yo ya
lo había atendido tres veces y el repre-
sentante era amigo mío. Una vez que
vino me dijo “mirá, vamos a actuar – ac-
tuaba en la cancha de Sportivo— y des-
pués venimos a cenar. Tené papas
fritas, milanesa, huevos fritos y vino Se-
millón de Gualino y Escolar”. Él estaba
permanentemente con el cigarrillo y con
whisky, así comía. Era un tipo muy son-
riente y amable. Hablaba de su padre,
su abuelo, de la radio a galena, del vino
Semillón que se tomaba antes.
—¿Alguna vez lo atendiste al autén-
tico Palito?
—Sí, tuve la oportunidad de estar con él.
Nos presentaron y le dijeron “a él le
dicen Palito”.
Cómo lo vi
ENTREVISTAS Y ALGO MAS...
alito es de las personalidades sanjuaninas que no necesita un nombre ni un
apellido para identificarlo. Pero atrás de este hoy próspero emprendedor que
construyó una verdadera empresa gastronómica hay una historia de sacrificios,
luchas y trabajo, mucho trabajo.
Hijo de un albañil, Carlos Gonzalez –Palito- fue lustrabotas, chatarrero, pelapa-
pas, mozo, hasta llegar a ser el maitre del principal hotel de San Juan.
Pero Palito no se detuvo allí. Y un día dejó el puesto que lo hizo conocido en
San Juan y que le permitió conocer a deportistas, artistas y políticos de todo el
país y jugárselas por su cuenta.
Así comenzó su vida de gastronómico con local propio y siguió con otros em-
prendimientos y con la atención de grandes “eventos” como hoy se los llama.
Pero independientemente de su vida profesional y empresaria, Palito ha cose-
chado innumerables amigos, es una inagotable fuente de anécdotas y ha cons-
truido una familia que exhibe como su mayor logro y llega a emocionarlo
cuando habla de su esposa y sus hijos.
Y sigue caminando entre la cocina y el salón, entre las recetas tradicionales y
las innovaciones, entre las charlas con turistas y las anécdotas con amigos.
Después de un largo camino, sigue siendo Palito.
JCB
El día del casamiento de Pa-
lito González. En la foto, su
hermana Rosa, su cuñada
Mabel Cecco, su esposa
Olga, Palito, sus padres Blas
González y Nélida y vega y
la mamá de Olga, Elvira Pico
P
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