Viernes 5 de abril de 2019
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s
¿CUÁNTAS VECES MATARON...?
S
in confirmar ni negar las versiones
sobre la muerte de Luis Miguel,
por mas ridículas que puedan pa-
recer, lo cierto es que son varios los do-
bles que actúan como tales o,
directamente, haciéndose pasar por el
mejicano. La revista El Guardián publicó
una nota hace diez años, contando este
caso.
“Andrés Rey sustituyó a Luis Miguel en
uno de sus conciertos en la Argentina.
El sábado 13 de noviembre de 2010 el
mexicano daría su primer show en San
Luis, pero algo salió mal y el doble ar-
gentino cantó en su lugar durante tres
cuartos de hora.
—Durante el recital falló el sonido y
Luis Miguel salió del escenario con
un ataque de nervios
—cuenta Jaime
Kass, el representante de Andrés Rey
para Latinoamérica, un año después en
su oficina del barrio porteño de Once.
—Bajó furioso y se fue con dos guar-
daespaldas para el hotel y no volvió
más —
contará Andrés Rey días des-
pués, mientras conduce rumbo a uno de
sus shows.
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Los productores del recital, dice esta
primera versión, estaban desesperados.
El show tenía un costo millonario, el
mexicano había cantado durante poco
más de media hora y afuera unas 18 mil
personas esperaban que volviera al es-
cenario. Ya era tarde para suspender el
recital. El show les había costado unos
700 mil dólares, según estimaban los
medios locales, y ellos no podían perder
ese dinero. Pero Luis Miguel ya se
había ido y no pensaba regresar.
Entonces, uno de ellos vio a Andrés
Rey: un hombre igual. Igual. La misma
mirada, los mismos dientes, los mismos
gestos, el mismo bronceado excesivo.
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Andrés Urrustarazu, el verdadero nom-
bre del doble argentino, había llegado
junto con el equipo de seguridad de
Luis Miguel.
Lo habían contratado para trabajar en el
despiste de la prensa y las fanáticas, tal
como había hecho cada vez que Luis
Miguel había visitado el país durante los
últimos catorce años. Pero aquella
noche, un productor desesperado lo vio
como su salvador.
—¿Te animas a salir a cerrar el
show?
—dice Urrustarazu que le pre-
guntó.
—Sí, por supuesto —
le contestó él.
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Afuera, en las últimas filas del estadio
provincial “Juan Gilberto Funes”, muy
lejos del escenario, estaban los perio-
distas que habían llegado para cubrir el
show.
—Algo raro pasaba —
cuenta uno de
ellos—. H
abían regalado más de 1.500
entradas porque no se habían ven-
dido todas las localidades y a último
momento abrieron las puertas del es-
tadio para que la gente entrara gratis,
pero a nosotros nos mandaron al
fondo.
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Los camarógrafos sólo pudieron filmar
la apertura del show. Cuando empeza-
ron los desperfectos técnicos los em-
pleados de seguridad les pidieron que
dejaran de grabar y los sacaron del sec-
tor preferencial. Urrustarazu cantaba
sobre una pista de sonido, grabada por
el mexicano con los coros, y sólo veía
las tres primeras filas de butacas. Más
allá, las luces lo enceguecían.
O al menos eso dice la primera versión.
La segunda versión, en cambio, es bas-
tante más sintética: la da el Fénix Enter-
tainment Group, la empresa que trajo a
Luis Miguel a la Argentina, y dice que
todo lo anterior es falso.
—Todavía no puedo creerlo —,
dice
Andrés Urrustarazu un año después del
recital en San Luis, mientras descansa
al final de un show en una fiesta pri-
vada. Luego se acomoda la solapa del
esmoquin y dice otras cosas: que lo
había reemplazado en muchas escapa-
das fugaces, saludando a las fanáticas
desde una ventana del hotel, posando a
lo lejos para la prensa. Que no era la
primera vez que un doble hacía ese tra-
bajo para un cantante. Y que la diferen-
cia entre él —Andrés Urrustarazu— y el
resto de los dobles es justamente eso:
lo principal.
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—Yo fui Luis Miguel arriba del esce-
nario.
Eso dice.
Y a él eso parece alcanzarle. Desde
que el rumor del reemplazo se expan-
dió —y los rumores se expanden
pronto— él tiene más trabajo que
nunca. Andrés Rey es el doble argen-
tino que tiene sus shows en los desfiles
de moda de Punta del Este, el que
compartió escenario con Cristian Cas-
tro, el que se pasea en un Volvo último
modelo, el imitador que empezó a tra-
bajar para el cantante mexicano como
la carnada que todos seguían, mientras
el verdadero escapaba por el lugar
menos pensado.
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En los últimos años los dobles se multi-
plicaron —y los tributos también— en
toda Latinoamérica.
>Hoy, la colombiana Grace Guzmán, es
una imitadora de Christina Aguilera que
se presentó en el reality “Yo me llamo”,
es portada de revistas masculinas.
>El arequipeño Ramiro Saavedra, que
saltó a la fama por su imitación de Kurt
Cobain en la versión peruana del re-
ality, incluso es elogiado por la BBC de
Londres.
>Y en la Argentina, Andrés Rey. El que
hace doce años también pasó por un
concurso de dobles en Estados Unidos.
El mismo que —asegura— ocupó el
lugar de Luis Miguel en el escenario
ante 18 mil personas.
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En Buenos Aires no hay estadísticas
oficiales sobre la oferta de shows tribu-
tos, pero los dobles están en bares, dis-
cotecas, casinos, desfiles, restaurantes,
fiestas privadas y ahora hasta en el
cine, donde El último Elvis —ópera
prima de Armando Bonieto presenta a
un doble de Presley.
—Los tributos están de moda y generan
grupos de pertenencia —dirá Sergio
Marchi, especialista en rock y autor de
los libros Roger Waters. Paredes y
puentes: el cerebro de Pink Floyd y Los
Beatles después de los Beatles.
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Otros especialistas, en cambio, creen
que la clave es económica: —Los do-
bles sirven para satisfacer las necesida-
des de los fans de un determinado
artista de poder “verlo” de una manera
mucho más accesible y económica,
sobre todo cuando el original es inal-
canzable.
Como si los dobles fueran un producto
más de la feria La Salada.
—Hace muy poquito tuvimos un
cumpleaños de una señora mayor
que es súper fanática de Luis Miguel
y cuando me vio estaba convencida
de que era él. Me agarraba la mano,
me decía “tengo todos tus CD” y llo-
raba
—, cuenta Rey.
Cuando me fui le
dije al hijo que le explique que no era
el verdadero pero me dijo que no,
que prefería que se quede con eso.
Los dobles del cantante
Luis Miguel y su doble argentino Andrés Urrustarazu
Hasta el día de la fecha, se desconoce el paradero de la Marcela Basteri, la
madre de Luis Miguel