El Nuevo Diario - page 14-15

14
Viernes 5 de agosto de 2016
entrevista
ROBERTO RUIZ, FOTÓGRAFO
s
Pasa a página siguiente
Sobrevolaré tus valles hasta encontrar montañas que me quiten el frío (Roberto Ruiz)
Otoño pintado
—¿Cómo arranca tu contacto con las
cámaras?
— Fue prácticamente una herencia. Creo
que en la genética esas cosas vienen, lo
sé por conocimientos de amigos, de mi
familia y más que nada en las actividades
artísticas y creativas. Ocurrió que cuando
mi papá era joven, era cantante de tango
y se fue a vivir a Buenos Aires con Anto-
nio Tormo y Alberto Podestá, dos músicos
sobresalientes sanjuaninos. Y mi papa se
vino pronto de allá, no aguanto la presión
de la gran ciudad.
—Pero llegó acantar en Buenos Aires?
—Sí, cantaba en radio El Mundo en esa
Apasionado, sensible hasta el
llanto, aventurero. Roberto
Ruiz nació en Jáchal y si bien
eso lo marcó le propuso a su
tierra una relación abierta de
idas y vueltas. Su trabajo pro-
fesional se mezcla con su le-
gado personal con imágenes
que han retratado como nadie
el tiempo que le ha tocado
vivir en su pueblo y en este
San Juan nuestro. Este es el
resultado de una larga charla
con un gran fotógrafo.
época. Resulta que para volverse a San
Juan tuvo que buscar un trabajo y es-
tando en Buenos Aires consiguió trabajo
en una firma, una empresa que hacía fo-
tografía, hacía esos retratos ovalados
que hay en algunas casas de nuestros
abuelos y bisabuelos.
—¿Y…?
—Se vino a San Juan con el hermano y
se dedicaron a eso. Tenían una cá-
mara que no podía creer. De chiquito me
llamaba la atención, no me dejaban to-
carla, era una Leica. Decir una “Leica”
era decir lo más y mi papá iba por los
pueblos visitando las casas, sacaba
fotos, la enviaba a Buenos Aires y de allá
venían coloreadas con pigmentos de pin-
turas. Eso fue un gran negocio, mi padre
pudo vivir, conoció a mi madre y se
quedo en Jáchal.
—¿Por qué Jáchal?
—El siempre decía que Jáchal tenía un
embrujo, que todos los que iban se que-
daban y realmente se ha repetido esa
historia en muchísimas de las familias
que han ido quedando en Jáchal. Repito,
mi amor por la fotografía pienso que a lo
mejor ha sido la genética de querer hacer
eso, capaz otro factor que creo que pesó
fue que no me dejaban tocar la cámara
—El gusto de lo prohibido…
—Exactamente, esa es la clave y desde
ahí fui siempre con cámaras prestadas.
Tengo unos amigos del alma, los herma-
nos Espejo, ellos tenían una Cannon de
35mm y yo era el operador de la cámara.
Es más, jugábamos a hacer periodismo
en primer año de la secundaria. Hacía-
mos entrevistas con grabador y ahí creo
que me empezó a picar esa cuestión de
indagar con la imagen, de ilustrar con la
imagen.
—¿Soñaste con tener una vida relacio-
nada a la cámara?
—Jamás, por eso hable de genética.
Desperté con eso, me encapriché, incluso
abandoné la facultad. Mi papá quería que
estudiara. Ese era un error de los papás
de antes, querían que estudiaras lo que
ellos no pudieron ser y él quería que es-
tudiara ingeniería. Probé con ingeniería,
arquitectura y terminé saliendo del pue-
blo. Me tuve que ir a otra parte, que en
ese caso fue Tucumán. A esta altura de la
vida analizo por qué Tucumán… Yo veía
en películas a los corresponsales de gue-
rra, escuchaba que Tucumán se estaba
complicando en esa época y era el lugar
ideal para empezar un verdadero desafío.
—¿De qué año estamos hablando?
—Aproximadamente del año ‘71, ‘72. Yo
tenía 18 años y fue muy dura la ida por-
que hay una imagen que nunca olvide,
que fue dejar a mi padre y a mi hermano.
Eramos huérfanos de mamá y ellos se
quedaron en el patio despidiéndome. Mi
equipaje era una caja de cartón (risas)
con la ropa. Después del consabido en-
cargo de “Cuídate nene” y la despedida
me fui en un camión con cebollas. Arriba
de la caja viajamos con otros amigos que
me acompañaron. Ellos se fueron de
paseo y yo iba a buscar mi futuro.
—Ya habías distinguido que querías
que la fotografía no fuese un hobby,
sino un medio de vida.
—Ya lo tenía fijo, todos decían que es-
taba loco. Mi papá también inclusive me
decía “te vas a matar de hambre.”
Su estadía
en Tucumán
—No tuviste mucho apoyo familiar en-
tonces.
—No, él quería que me quedara, me
ofrecía todas las alternativas posibles, in-
cluso tenía un apiario y me dedicaba a
las abejas. Amo la agricultura porque he
vivido así toda la vida, he pasado todas
las cosas que pasa un agricultor, las ne-
cesidades, la sensación de los logros, del
esfuerzo. Me fui a Tucumán con todo el
dolor de dejar el pueblo, que es lo que le
pasa a todo jachallero que termina yén-
dose. Hasta que no conseguí un contacto
con la prensa, que ya llevaba fijo que iba
a ir a trabajar en eso, no le escribí a mi
papá.
—¿Conseguiste trabajo?
—Un día fui a la Gaceta de Tucumán y
conocí a un fotógrafo, en ese tiempo los
fotógrafos eran personas mayores, lo
mismo pasaba en Diario de Cuyo, dónde
una vez vine y había que pagar el dere-
cho de piso, como correspondía. En esa
época era peor, pero me encontré con un
fotógrafo increíble y me hice amigo, Anto-
nio Font se llamaba y era el jefe de fotó-
grafos de La Gaceta. Digo esto porque su
estilo era de corresponsal de guerra, era
la foto en plena acción, había que estar
en el medio y me apasionó. Encima me
dieron lugar y era el gurrumín del grupo.
—¿Y cómo te fue?
—Las ganas que tenía de ir al frente eran
de terror, me empezaron a dar una cá-
mara de placas que era una incomodi-
dad. Atrás tenía un chasis con una
película había que cambiar tras cada foto
y más vale que la tuvieras, sino era un
cuadro desperdiciado. Le agarré gusto a
esa adrenalina y empezó el tucumanazo.
Todos los días disturbios, todos los días
en el medio del ruido corriendo, que la
policía no te golpee o en medio de los
piedrazos y ahí decidí que esa era mi
vida. Empecé a ascender, empezaron a
confiar en mí, me dieron más notas y una
cámara Nikon F1, de las primeras Nikon
que salieron en esa época. Ahí empezó
mi carrera, como la había soñado. Hasta
que no tuve los medios para venir a Já-
chal a visitar a mi papá en un Fiat 600
con un equipo fotográfico propio, no vine.
El proceso fue fabuloso porque fue un
desafío de un joven que salió a enfrentar
la vida por sus propios medios.
—¿Cuánto tiempo paso hasta que vol-
viste a Jáchal por primera vez?
— Más o menos dos años y después em-
pecé a venir como venimos todos los ja-
challeros, una vez en el verano. Eso
también es un fenómeno, no volvemos y
los viejitos quedan ahí penando. En
aquel tiempo a veces una comunicación
duraba un día o dos y yo ahora entiendo
lo que es sufrir la lejanía. Es terrible, el
que se va no siente tanto como el que
se queda.
Su relación
con la fotografía
— ¿Qué intentas trasmitir cuando
tomas una foto?
— Cuando tomo una foto trato de trasmi-
tir todo, que la imagen tenga la mayor in-
formación posible. Cuando hablo de in-
formación, es que diga todo lo que vos
querés informar y a eso se le puede dar
un estilo artístico o periodístico. Yo tengo
el instinto periodístico con la experiencia
de los años.
—Cómo es el proceso?
—En un principio creo que soy un caza-
dor, primero trato de tenerla y después la
mejoro, cambio de ángulo, cambio de en-
cuadre e incluso me voy exigiendo lograr
una foto con la información necesaria
para trasmitir cosas. Siempre he soste-
nido que el cine y la fotografía, más que
nada la fotografía, es un medio muy sen-
timental relacionado con la pasión, con lo
anímico, lo nostálgico. Enseñar a mirar
es la clave, aprender a mirar en todos los
rubros de la vida. Hay un ángulo dife-
rente que por la cotidianeidad uno no la
capta, pero cuando tenés la mente habili-
15
Hay una imagen que nunca ol-
vidé, dejar a mi padre y a mi
hermano. Éramos huérfanos
de mamá y ellos se quedaron
en el patio despidiéndome
cuando me fui.
Una entrevista de
Mariano Eiben
“La fotografía es
una ventana que
se abre para que
mires la vida”
1...,4,5,6,7,8,9,10,11,12,13 16,17,18,19,20,21,22,23,24,25,...28
Powered by FlippingBook