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Viernes 16 de septiembre de 2016
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El gobernador que enfrentó...
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La Revolución
de 1857
E
l 17 de marzo de 1857 se produjo
una revolución organizada por mi-
litares benavidistas que colocó
a Nazario Benavides en el cargo de go-
bernador interino en reemplazo de Fran-
cisco Díaz, a quien acusaban de haber
girado hacia el sector de los liberales
de Buenos Aires. La revuelta no tuvo de-
rramamientos de sangre y contó con la
participación de parte de la población
civil. El gobernador no presentó oposi-
ción a los revolucionarios.
La Confederación Argentina, que apo-
yaba a Benavides envió prontamente
una comisión interventora que asumió la
gobernación y llamó a elecciones de go-
bernador.
Entre la primera y segunda gobernación
Díaz continuó con su rango y funciones
en el ejército luego de dejar el sillón de
mando.
Durante la prisión de Nazario Benavi-
des intervino ante el gobernador Gómez,
quien era su primo político, para solicitar
que no lo asesinaran y lo liberaran.
Durante el gobierno de Francisco
Coll fue designado jefe de policía.
Segunda
gobernación
(1861 - 1862)
L
uego de la conocida como Se-
gunda Batalla de la Rinconada
del Pocito los federales asumie-
ron el poder en la San Juan. El interven-
tor Juan Saá se hizo cargo del gobierno
y designó al Teniente Coronel de Guar-
dias Nacionales Filomeno Valenzuela
como gobernador.
El 27 de febrero de 1861, a los ocho días
de haber asumido, fue derrocado sin
sangre por Díaz. El 1 de marzo Díaz
asumió la gobernación. Había cumplido
48 años.
Ya no era el Díaz fogoso de la primera
gobernación. Tampoco debía competir
con la sombra de Benavides que había
sido asesinado años antes. El coronel in-
tentó volver a unir la familia sanjuanina,
convocando a su gobierno a figuras tan-
tos del sector unitario como del federal.
Dejó de lado sus enfrentamientos con el
obispo Maradona e incluso recibió con
cordialidad al tercer obispo diocesano,
fray Nicolás Aldazor, quien llegó a San
Juan el 9 de marzo de 1861.
Es más, superando sus posiciones anti-
clericales, el 26 de marzo firmó un de-
creto declarando feriado la semana
santa a partir del martes e invitando al
pueblo “a dedicarse a conmemorar la sa-
grada pasión y muerte del divino reden-
tor del mundo”. Es más, nombró
presidente de la Comisión Promotora de
Enseñanza Pública al obispo Aldazor.
Y un dato no menor: redujo el horario de
la administración pública a sólo cinco
horas, de 9 a 2 de la tarde en invierno y
de 8 a 13 en verano. Pero, claro, no
siempre cobraron los empleados públi-
cos pues San Juan estaba postrado eco-
nómicamente debido a sus crónicos dis-
turbios y a la costumbre siempre vigente
de parte de la ciudadanía de no pagar
sus impuestos.
Con la derrota de la Confederación Ar-
gentina en la Batalla de Pavón, Díaz
dejó el gobierno y huyó de la provincia
ante la proximidad de las tropas libera-
les. Domingo Faustino Sarmiento fue de-
signado gobernador en su reemplazo.
Había terminado la vida pública de Díaz.
Y con él había caído el último goberna-
dor federal de la provincia. Llegaba la
hora de Domingo Faustino Sarmiento.
D
ebe ser un caso único en la Argentina. Antes de
ser obispo interino, Timoteo Fernández Mara-
dona fue padre de 9 hijos, ejerció la goberna-
ción de San Juan y tuvo intensa participación política.
Timoteo Maradona nació en San Juan el 24 de noviem-
bre de 1794. Era hijo del comerciante José Ignacio Fer-
nández Maradona, que fue diputado a la Junta Grande
en 1810, y sobrino de Plácido Fernández Maradona.
Cursó estudios eclesiásticos y los terminó a los 19 años,
pero no recibió las órdenes sacerdotales porque no
tenía edad canónica por lo que decidió abandonar por el
momento, la idea de ordenarse y se dedicó a la política.
Con 24 años, formó parte de la Junta que proclamó la
autonomía de la provincia de San Juan en 1820. En
1825 apoyó la revolución contra el gobernador Salvador
María del Carril, que llevó a la gobernación a su tío Plá-
cido Fernández Maradona. Pero ya en aquellos años,
las influencias contaban. Y los Maradona eran una de
las familias más importantes de San Juan. Mientras que
los demás revolucionarios fueron expulsados de su pro-
vincia, a Timoteo Maradona se le permitió seguir resi-
diendo acá.
Durante el segundo gobierno de José Antonio Sánchez
fue uno de los líderes de la oposición y fue elegido dipu-
tado provincial. Apoyó el gobierno de Manuel Quiroga
Carril y fue considerado un aliado del caudillo Facundo
Quiroga. En 1828, la legislatura eligió gobernador a Ti-
moteo Maradona.
El estallido de la segunda guerra entre unitarios y fede-
rales lo obligó a ceder casi todas sus fuerzas a Quiroga,
para las batallas de La Tablada y Oncativo; cuando el
general José María Paz derrotó a los federales, Mara-
dona se encontró sin fuerzas militares que oponer al
avance de los oficiales unitarios, de modo que bastó que
Santiago Albarracín se presentara en la capital para que
Maradona le entregara el gobierno.
Pasó los siguientes
meses entre la cárcel y los sucesivos escondites en
que se asiló.
Después de la recuperación de la provincia para el Par-
tido Federal, Maradona fue juez supremo de la provin-
cia. El gobernador Nazario Benavides lo nombró su
ministro de Gobierno, cargo que alternó con el de dipu-
tado provincial. No tuvo actuación alguna durante las in-
vasiones unitarias de Mariano Acha y Gregorio Aráoz de
Lamadrid en 1841, y siguió como ministro de Gobierno.
Por su iniciativa se creó el Liceo Federal, el único cole-
gio secundario de su época en San Juan.
La familia
C
on 20 años Maradona se casó con una dama
de la sociedad sanjuanina, Antonia Videla. Con
ella tuvo 9 hijos.
Antonia Falleció en 1844 y ante ello Timoteo abandonó
toda actividad política y reinició sus estudios religiosos,
que había profundizado en su juventud. Se ordenó sa-
cerdote al año siguiente.
Ya como sacerdote fue nuevamente elegido diputado
provincial y ejerció como vicario de San Juan durante el
obispado de José Manuel Quiroga Sarmiento hasta el
fallecimiento de éste en 1852. Desde entonces fue provi-
sor y gobernador del obispado, es decir que cumplía ta-
reas de obispo interino. El Senado de la Confederación
lo propuso en la terna de candidatos al obispado, pero
en su lugar fue nombrado Nicolás Aldazor.
Antes de que llegara el nombramiento de Aldazor, tuvo
el serio incidente con el gobernador Francisco Díaz que
contamos en esta nota, por la negativa del provisor a
aceptar las delimitaciones de los curatos de la provincia,
su negativa a entregar al gobierno un detalle de las
cuentas eclesiásticas, y por la negativa del gobierno en
reconocer un notario eclesiástico nombrado por el provi-
sor. El incidente llegó rápidamente a adquirir cierta gra-
vedad, y el gobierno arrestó al obispo y lo envió
prisionero a Paraná, capital de la Confederación Argen-
tina. El incidente fue un paso más en el creciente enfren-
tamiento entre los partidos en San Juan: el obispo era
defendido por los federales, tradicionalmente católicos, y
el gobernador por los liberales, que se identificaban rela-
tivamente con el anticlericalismo.
Durante los años siguientes tomó partido por los federa-
les, viéndose envuelto en las luchas que llevaron a la
muerte a tres gobernadores: Benavides, José Antonio
Virasoro y Antonino Aberastain. El obispo Aldazor lo
nombró deán de la catedral de San Juan. Después de la
batalla de Pavón, la provincia fue invadida por tropas
porteñas entre las que iba Domingo Faustino Sarmiento,
que se hizo elegir gobernador. Maradona se opuso enér-
gicamente a su gobierno, y nuevamente ocurrieron
roces entre el gobierno y la diócesis. Por su parte, Sar-
miento no le perdonaba una deuda de vieja data de 26
pesos, cuyo origen nunca se pudo determinar.
Sarmiento escribió que: “¡Don Timoteo Maradona, hoy
presbítero! Usted que se confesaba cada ocho días, y
que hoy perdona a los otros sus pecados, interrogue su
conciencia, y si no le dice que ha robado, arrancado por
la violencia veintiséis pesos, que debe usted a todas
horas, si no pesan éstos sobre su conciencia, le diré yo
que usted, señor presbítero, es un corrompido malvado”.
Sarmiento era duro pero al final perdonaba. A la muerte
de Maradona, en 1863, Sarmiento intentó un perdón
póstumo escribiendo en el diario que dirigía algunas pa-
labras de reconocimiento a la figura del fallecido: “En el
matrimonio fue eminentemente moral y religioso, impri-
miendo en sus hijos sentimientos dignos de un virtuoso
y verdadero padre. La capacidad de su índole... lo hizo
acreedor a las judicaturas de Paz, de Comercio y de Al-
zada... Como sacerdote fue solícito en la salvación de
las almas”.
Demasiado para Sarmiento.
Maradona falleció en Mendoza el 24 de agosto de 1863.
Sus restos descansan en la cripta de la Catedral de San
Juan.
Un obispo
muy
particular
SE CASÓ, TUVO 9 HIJOS, ENVIUDÓ
Y LLEGÓ A SER OBISPO ADJUNTO
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