Viernes 10 de marzo de 2017
Escribe
Eduardo Quattropani*
temas de la justicia
Traigo a colación, en esta co-
lumna, un tema motivo de dis-
cusión y tratamiento la semana
próxima pasada en una cena con
amigos, con esos amigos que, por
su cultura, hacen de gimnasio del
cerebro, ejercitan la capacidad de
pensar y razonar.
Frecuentemente sostenemos
cuando abordamos un tema
puntual:
“…es que no somos un
país en serio, pues en uno que si
lo es, esto no ocurre…”
, e inme-
diatamente ejemplificamos como es
en ese determinado país el asunto.
El problema, creo yo, está
dado en creer o postular que se
puede traspolar –como en un
qui-
rófano
- una institución, una con-
ducta, una legislación, un modo de
actuar, un modo de ser de una cul-
tura a otra, de una sociedad a otra.
El problema mayor es que se
tiene una idea mágica del
asunto, esto es, se pretende
que, sin tocar el fondo o las raíces
culturales, simplemente se actúe
como lo harían en una sociedad
con una cultura, una organización y
una escala absolutamente distinta.
Así, queremos analizar la Jus-
ticia sin analizar las facultades
de Derecho, los programas, los
concursos y las carreras en ellas,
el modo de reclutamiento, etc.; así
queremos analizar las medidas
gremiales sin analizar las organi-
zaciones sindicales, así queremos
hablar del Estado sin analizar la or-
ganización y funcionamiento de los
partidos políticos; pues, al parecer,
tenemos capacidad o tendencia a
solo abordarlas desde lo superfi-
cial, a vuelo de pájaro que se dice.
Así en Educación, en Salud, en
materia impositiva, en control
de Policía, en Seguridad, postula-
mos modelos a adoptar sin tener
la cultura y la formación ciudadana
que los avale y les de viabilidad.
Lo mágico no existe (salvo en
el mundo de los niños),
un país
en serio
es en el que vivimos;
ahora bien, si lo que pretendemos
es vivir en un
país serio
debemos
comenzar a ponernos de acuerdo
en cuestiones básicas, hasta hoy
irresolutas, para peor, sin vislum-
brarse posibilidad alguna que ello
ocurra.
En verdad bueno es nos pre-
guntemos
si en verdad nos
gustaría ser distintos
y, en su
caso, qué estamos dispuestos a
hacer para que ello ocurra, en qué
consistiría nuestro aporte.
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COLUMNISTAS
algo de alguien
Apoyo
S
e dice que un bastón es una
vara que se lleva en la
mano para apoyarse y man-
tener el equilibrio. Es de especial
uso de personas mayores o con al-
guna dificultad física. Técnica-
mente pueden ser de muchos
materiales y los más comunes son
de madera. Los hay, también, de
metal, plástico, etc.; fijos y regula-
bles; con una punta o tipo trípode,
etc. Quiere decir que hay una va-
riedad macanuda y se pueden ele-
gir conforme a las necesidades y
al gusto del usuario.
A lo largo de la historia se lo ha
usado como insignia o símbolo de
mando, de poder, de autoridad (era
tener la manija). Desde generales
romanos que, cuando regresaban
triunfantes, lo lucían como atributo
de ganador, hasta el de Cristina
que no quiso entregar cara a cara a
su sucesor. Junto con otros símbo-
los, siempre fue la representación
de la solidez y firmeza de quién lo
enarbolaba.
Las versiones de menor jerarquía
también tenían y tienen sus bue-
nos trabajos, en especial en su
empuñadura, que suele ser tallada
en la propia madera, decorada con
metales y trabajos finos según el
gusto y la importancia de quien lo
porte...
Obviamente, los que son para
mandarse la parte, pueden tener
cualquier tamaño y forma, total, no
servirán de apoyo a quien no lo ne-
cesita. En cambio, los que se usan
de verdad, deben tener la altura
que le permita quedar, en reposo
cómodo a la muñeca.
Habrá mucho más para decir de
estos compañeros del hombre
desde la prehistoria, pero quiero
referirme a su significado que,
como vimos, no sirve más que
para lucirlo a quien se sabe tan se-
guro que no se apoyará en él... En
s
Vicepresidente Primero del
Consejo Federal de Política Cri-
minal de los Ministerios Públi-
cos de la República Argentina
Escribe
Gustavo Ruckschloss
cambio, el necesitado lo cuida, lo
usa y hasta se encariña con él,
porque, aparte de apoyo, es com-
pañía. Le pone una contera de
goma en la punta para suavizar el
andar por la vida... Convive con
él. No es para lucirlo en los actos
y luego guardarlo en una vitrina el
resto del año.
Es un ejemplo de cómo son mu-
chas cosas en la vida. Están quie-
nes se lucen con todo lo que tienen
a mano, aunque no lo necesiten.
Y están quienes necesitan esa
compañía para apoyarse y seguir
en el camino, para tener una con-
tención, esa que, a veces, termina
en un afecto hacia lo que callada-
mente lo sostiene día a día...
Nadie está libre de necesitarlo y
acudir en su auxilio en el momento
más impensado. Nadie es tan
perfecto como para nacer y transi-
tar por la vida sin necesitar un
apoyo, material o espiritual, alguna
vez.
Un país serio