Viernes 28 de julio de 2017
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y del humo que recargaban aquella at-
mósfera.
Su voz se había casi extinguido, a
vuelta de tanto esforzarla para hacerse
oír, y en ese estado quedó ronco hasta
el final de sus días.
Obtuvo que el cabildo propiciara nuevos
impuestos cuyo monto total debía entre-
garse a las arcas de la causa liberta-
dora.
En este orden de cosas lo más impor-
tante fue la imposición de un peso por
cada barril de vino y dos pesos por
cada barril de aguardiente que se reti-
rara de San Juan para otra región.
Adviértese que en aquellos tiempos
nuestra provincia era la mayor produc-
tora de aguardiente ya que, Mendoza
elaboraba casi únicamente vinos.
Los aportes de San Juan fueron muy
importantes, con frecuencia superiores
a sus fuerzas económicas, y pagaderos
en tiempo muy reducido. El grueso de
ellos se realizaron entre 1815 y 1820,
no solo para el ejército de los Andes
sino también, para la provisión de
armas destinadas a la defensa de Bue-
nos Aires en caso que la gran armada
que se preparaba en Cádiz (España),
atacara las costas de América hispana.
Hasta el 19 de agosto de 1816 las con-
tribuciones en especies integraron:
1.176 mulas de silla, 849 mulas de
carga, 832 caballos, 1.216 monturas
completas, 604 cueros de carnero y 472
ponchos.
Mientras tanto la colecta de dinero al-
canzó hasta el 8 de junio de 1815, a
14.242,60 reales sin contarse las contri-
buciones de Jáchal, realizadas por la
Cuarta División de Cabot. En 1819 se
llegó a la suma de 219.000 pesos.
Expresamos que los números mencio-
nados están por debajo de la realidad;
las constancias documentales de las
cuentas aparecen inciertas y confusas.
A estos esfuerzos debe agregarse la
ayuda específica de las mujeres sanjua-
ninas que se desprendieron de sus al-
hajas para ser comercializadas en
Mendoza y Buenos Aires; muchas de
las donantes de escasos recursos, con-
tribuyeron con valores pequeños pero,
no menos significativos.
Se recuerda con admiración una lista
de 66 damas encabezadas por las dos
hermanas del gobernador, doña Félix y
doña Juana de la Roza. Cooperaron
igualmente, con manualidades, costu-
ras de uniformes, confección de bande-
ras, gorras, ropa interior, elaboración de
dulces y licores y especialmente char-
qui, el gran alimento de la Cordillera,
consistente en carne vacuna desecada
y salpimentada, susceptible de guar-
dase en polvo o en trozos delgados. El
charque cocido en agua brinda caldos y
guisos sabrosos, considerándoselo ex-
celente provisión para viajes largos; se
preparó también, el dulce de leche soli-
dificado para disolverlo en agua, obte-
niéndose una suerte de leche
azucarada de sabor agradable.
Todos estos sacrificios se cumplieron
con generosidad y fervor patriótico; el
jefe militar sabia pedir infundiendo ad-
hesión a la causa de la independencia.
Lo mismo sucedió en Mendoza y San
Luis.
Visitó y alentó la maestranza militar que
había organizado de La Roza con la
ayuda de dos técnicos salteños: inge-
niero Hilario
Cabrera y don Manuel Grande a quie-
nes el general felicitó, haciéndoles es-
pecíficas recomendaciones respecto de
la labor realizada. Ordenó que de inme-
diato cavaran trincheras en distintos lu-
gares estratégicos para el caso de una
posible invasión ultramontana.
Sugirió la organización inmediata de la
cuarta división del ejército grande, para
cuya jefatura designó al teniente coro-
nel Juan Manuel Cabot; anticipó el con-
sentimiento de los religiosos agustinos
y dominicos para que las dependencias
de los conventos sirvieran de sede de
adiestramiento y cuartel general de los
soldados que debían cruzar los Andes
por la ruta de Agua Negra, “boquete” de
Guana, desembocando en Chile por La
Serena, para tomar Coquimbo. La divi-
sión Cabot, como se dio en llamarla,
obtuvo su gran victoria en los llanos de
Salala, precisamente el mismo día que
San Martín triunfaba en Chacabuco (12-
11-1817).
Pero existía además, un asunto de gran
interés para San Martín, el conoci-
miento personal de los “boquetes” o
pasos de la cordillera, que podían utili-
zarse tanto por la expedición libertadora
como por los españoles de Osorio y sus
“complotistas”, en caso que intentaran
invadir el territorio de la naciente nación
Argentina.
Después de otras entrevistas, puso fin a
su estada en la ciudad de San Juan
partiendo una mañana muy fría, acom-
pañado por numerosos baquianos, el
14 de julio de 1815, luego de haber per-
manecido en nuestra ciudad casi cinco
días; su regreso a Mendoza se realizó
por el valle de Uspallata.
Después de otras
entrevistas, puso fin
a su estada en la
ciudad de San Juan
partiendo una
mañana muy fría,
acompañado por
numerosos
baquianos, el 14 de
julio de 1815, luego
de permanecer casi
cinco días.
MARTÍN ESTUVO EN SAN JUAN
Facsímil del ocio de San Martín, de 18
de junio de 1816, ordenando al teniente
gobernador de San Juan se exija al ve-
cindario 2.000 mulas, 800 caballos, 300
cueros de novillo y todo el estaño que
se encuentre, para la organización del
Ejército de los Andes. (Archivo Adm. e
Histórico de San Juan).
Cruce de los
Andes. Óleo de
Pedro N. Maggi