El Nuevo Diario - page 34

Las elecciones para diputados naciona-
les de 1993 arrojaron una sorpresa en San
Juan. El denominado Frente de la Esperanza,
conformado sobre la figura del destituido go-
bernador Jorge Alberto Escobar, triunfó amplia-
mente, obtuvo más de 122 mil votos y logró
ubicar dos de las tres diputaciones (el mismo
Escobar y Rogelio Cerdera) en juego. El resul-
tado produjo un fuerte cimbronazo en las es-
tructuras partidarias, especialmente en el
justicialismo oficialista que lideraba Juan Car-
los Rojas y en el bloquismo, que obtuvo la
menor cantidad de votos de su historia.
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democracia
Añosde
Y se alinearon con Escobar que inició de nuevo su
carrera política a la vez que recurría a la Justicia pi-
diendo la restitución.
Dos elecciones —la de diputados nacionales en 1993
y la de constituyentes en 1994— demostraron que
los sanjuaninos estaban mayoritariamente con Esco-
bar. El amplio respaldo que le dio a su nuevo movi-
miento, el Frente de la Esperanza, le permitió
duplicar en votos a las otras agrupaciones, incluido el
justicialismo.
A fines de 1994, la Justicia provincial declaró nulo el
juicio político a Escobar y lo restituyó como goberna-
dor, renunciando Rojas.
El día que
alcanzó el poder
T
ransformado ahora sí en un conductor con
sustento propio y apoyo del gobierno nacio-
nal, Escobar reasumió la gobernación e im-
pulso una serie de reformas del Estado y
privatizaciones ante las críticas de la oposición. Su
propuesta —que incluyó reducciones de haberes a
los empleados públicos— fue plebiscitada por el elec-
torado que lo respaldó ampliamente en las eleccio-
nes de 1995, reeligiéndolo gobernador —llevando
como compañero de fórmula a Rogelio Cerdera,
luego fallecido— y dándole una cómoda mayoría en
la Cámara de Diputados.
Escobar no tenía sólo el gobierno sino también el
poder.
Acá aparece un nuevo Escobar.
Ya no era el empresario dueño de un discurso limi-
tado. Era
“el matador”,
como lo decía la música que
acompañaba sus actos. Seducía con su discurso, in-
corporaba chistes, operaba sus ojos para erradicar
los gruesos anteojos, rasuraba su bigote con lo que
suplantaba su imagen de licenciado mejicano por
otra mucho más moderna.
Ya con Escobar nuevamente en el poder, el mene-
mismo volvía a San Juan.
Como buen discípulo del Presidente, Escobar im-
pulsó privatizaciones en la Provincia, como el Banco
de San Juan, o Servicios Eléctricos Sanjuaninos y
transfirió la Caja de Jubilaciones.
Lo que sucedió con el Banco de San Juan no fue
bien recibido especialmente porque era vox populi
que la institución bancaria emblemática tenía entre
sus deudores a poderosos empresarios y personali-
dades de nuestra provincia quienes, como era de es-
perarse,
nunca pagaron un peso
. Los nuevos
dueños del Banco despidieron masivamente a emple-
ados que llevaban décadas trabajando en esa institu-
ción.
Los dos años de su segundo mandato, con una opo-
sición dividida y minoritaria fueron de cierta comodi-
dad. La reelección del presidente Menem consolidó
ese poder que en el campo político reunía no sólo al
frente de la Esperanza y sus aliados sino también al
justicialismo cuya conducción ganó Escobar en elec-
ciones internas.
Las elecciones de diputados nacionales en 1997 si
bien significaron un nuevo triunfo del escobarismo re-
presentado por Guillermo De Sanctis —las únicas en
la década en la que Escobar no sería candidato—
pusieron de manifiesto una caída en el caudal de
votos.
Este fue un momento clave. Ensoberbecido por su
caudal electoral y por algunos amigos desconocedo-
res de la política que se habían adueñado de gran
parte del gobierno, Escobar no escuchó el llamado
de alerta. Creyó que sólo era cuestión de nombres y
que todo volvería a la normalidad cuando él fuera
candidato.
Pero algo había cambiado en su relación con el elec-
torado.
No era sólo la mala imagen de algunos de
sus ministros.
Algo había
cambiado
D
os años más tarde esa tendencia quedaría ra-
tificada.
Mediante un fallo polémico de la Justicia
Jorge Alberto Escobar pudo presentarse como candi-
dato por tercera vez al considerar que no pudo cumplir
íntegramente con su primer mandato al ser destituido
y este decidió adelantar las elecciones que debían re-
alizarse en octubre para el mes de mayo.
Pensó que con él como candidato y habiendo atraído
a su redil a un ascendiente Jorge Abelín, el triunfo es-
taba asegurado.
La oposición, representada por la Cruzada Renova-
dora, el bloquismo, el radicalismo, el Frepaso y el MO-
DEIN más algunos dirigentes peronistas, logró
consensuar un candidato único: Alfredo Avelín —
acompañado por el bloquista Wbaldino Acosta— e in-
tegrarse en la Alianza por San Juan.
Y el país entero habló de esas elecciones adelantadas
en San Juan. Escobar había sido ampliamente derro-
tado por la Alianza encabezada por Alfredo Avelín.
Un anticipo de lo que se venía en el país.
En la Nación, ya en el mes de octubre, quedaba de-
mostrado que la ciudadanía quería dejar atrás la dé-
cada peronista y votaba a la fórmula de la Alianza,
representada por Fernando De la Rúa y Carlos Alva-
rez. Ese mismo día se votó nuevamente en San Juan
y otra vez Escobar fue derrotado por el candidato de
la Alianza —Mario Capello— aunque quedó final-
mente consagrado como diputado nacional.
Y es en este punto donde caben algunas reflexiones.
A diferencia con Bravo o con Gioja que no sólo con-
dujeron la provincia sino también las estructuras par-
tidarias, Escobar perdió su poder partidario, su
caudal electoral, su inserción en la política sanjua-
nina al perder las elecciones. Ya su discurso que
otrora despertaba aplausos, entusiasmos, risas, la
mirada de muchos jóvenes, perdió su brillo.
Había dejado de ser el matador.
Con poco más de 50 años y tras haber conocido lo
máximo del poder, volvía a ser un empresario.
El recuerdo
que dejó
E
n la Casa de Gobierno los viejos empleados
se dividen al opinar de Escobar.
Algunos, por ejemplo, dicen que nunca salió
de su despacho para ir a saludar a empleados que
trabajaban en la misma casa.
Otros, en cambio, dicen que no tuvo mayores proble-
mas con el personal.
Recuerdan que las reuniones de gabinete eran algo
usual. Fue el gobernante que impuso e hizo respetar
la reunión de los lunes en la mañana.
De esas reuniones participaban no sólo los ministros
sino también los legisladores nacionales, el presi-
dente del bloque de diputados, el intendente de la
Capital y algunos asesores. En esas reuniones que
duraban no menos de tres horas, eran infaltables las
medialunas que pagaban de su propio bolsillo los
funcionarios.
Pero hay algo en lo que todos coinciden: Escobar fue
un gobernador atípico. No aceptó los códigos de la
política. Para él usar su propio BMW, construir una
quinta que hasta contaba con un cine, eran algo ló-
gico a lo que, como empresario, estaba acostum-
brado. En la política actitudes así, cuando existe
malestar en la sociedad, se transforman en un since-
ricidio que se paga.
JORGE
ESCOBAR
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Viernes 3 de enero de 2014
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