El Nuevo Diario - page 27

el canciller Vishinski, Viacheslav Molotov y el secreta-
rio que transcribió el diálogo.
En su momento este encuentro despertó todo tipo de
asombros y suspicacias, porque Stalin —el Generalí-
simo, como se dirigían a él— no concedía entrevistas
a nadie, vivía prácticamente recluido, trabajaba de
noche y se rumoreaba que no se mostraba en público
ni se dejaba ver porque estaba gravemente enfermo.
De hecho, falleció un mes después.
Ernesto Castrillón publicó en el suplemento “Enfo-
ques” de La Nación, el 11 de mayo de este año, un
artículo “Recuerdos de la Guerra Fría. Entrevista con
Stalin” que no tiene desperdicio, acerca del encuentro
Bravo—Stalin. Hay una posdata en la transcripción
que Andrei Vishinski hizo de dicho diálogo, referida a
la solicitud del embajador para que le ayudaran a libe-
rar del cautiverio rumano a su supuesta novia y que
dice así:
“Me dirijo a Su Excelencia Generalísimo Stalin como
el amigo de Argentina y Rumania solicitándole que
contribuya a que Margarita Ioana Stamatiad, asistenta
de la facultad filológica de la Universidad de Bucarest
(Rumanía) pueda obtener el permiso para viajar a
Moscú porque quiero casarme con ella.
Es una muchacha discreta de una familia pobre, tiene
principios democráticos.
En el momento actual está gravemente enferma y se
encuentra en un hospital.
Solicito a Su Excelencia que haga gestiones ante el
gobierno de Rumanía para que a esta muchacha le
sea expedido el pasaporte correspondiente. Hasta el
día de hoy el Ministerio de Rumanía no ha respondido
a mi solicitud sobre el permiso de viaje para la per-
sona indicada, a pesar de que esta solicitud fue en-
viada hace bastante rato.
Le estaré agradecido a Su Excelencia durante toda mi
vida por la ayuda en este asunto.
Leopoldo Bravo.
Esto ocurría en 1953.
Un funcionario amigo de Stalin, Poskrebishev, des-
pués de la conversación con el embajador cayó en
desgracia. Su lugar lo ocupó V. Chernuja. Precisa-
mente fue él quien comunicó al Ministerio de Relacio-
nes Exteriores de la URSS el veredicto de Stalin: “que
el Ministerio de Relaciones Exteriores contribuye”, o
sea, que se harían todas las gestiones necesarias
para complacer al embajador argentino.
Leopoldo no se casó nunca con Margarita Ioana y tal
vez su solicitud no haya sido más que un favor para
esta muchacha, de los tantos que se hacían en esa
época. Al abrir los archivos privados de Stalin, cumpli-
dos cincuenta años de su muerte, éstos salieron a la
vista del mundo”.
(…)
Más de una vez, acicateada por las dudas que siem-
pre tuve acerca de la rumana Stamatiad, solía pre-
guntarle a mi marido en un tono que quería ser de
broma:
—¿Y Leopoldo... te gustan las rusas y las ruma-
nas?
A lo que él habitualmente respondía, también en
broma:
—Sí, claro, yo creo que cada hombre debería
tener tres mujeres, es la cantidad justa....
Cuando Bravo
conoció a Ivelise
L
eopoldo Bravo conoció a quién sería su es-
posa, Ivelise Falcioni, en 1958.
Ella era hija del coronel Alfredo Osvaldo Fal-
cioni – que en los años siguientes al terremoto fuera
jefe del RIM 22— y de Amalia Riscossa.
Ivelise había estado casada con un italiano,
Fulvio
Justino Lino Di Fulvio,
abogado y doctor en Cien-
cias Políticas, con quien contrajo matrimonio en 1956,
tras recibirse de abogada y con quien vivió un año y
medio en Italia.
Leopoldo e Ivelise se casaron por la iglesia en San
Juan, en 1970, una vez que la Sacra Rota le notificó,
el 5 de diciembre de 1969 de la disolución eclesiás-
tica del primer matrimonio. Los padrinos fueron Dario
Poggio Rinaldi y su esposa, Hermosilla Varela
(Gringa), Martín Riveros y su esposa Matilde.
Poco después falleció Fulvio Di Fulvio y ya ella como
viuda –recordemos que en la Argentina no existía una
ley de divorcio—, un 27 de mayo, el matrimonio pudo
casarse por el Civil. Cuando esto ocurrió ya Bravo
había sido gobernador y la pareja había tenido seis
hijos:
Leopoldo Alfredo, Juan Domingo, Federico
Jorge, Fernando Esteban, María del Valle y Alejan-
dro Quinto.
Todos nacieron en Buenos Aires.
Un empresario
sin éxito
Q
uién sería durante cuatro décadas el caudillo
indiscutido del bloquismo y uno de los hom-
bres más poderosos de San Juan, incursionó
en la vida empresaria sin mucho éxito.
Tuvo una bodega en los años 70 como también
otras propiedades. Entre las marcas que utilizaba
en la bodega había un tinto Don Leopoldo y un
blanco Ivelise.
Siempre se dijo que el hombre que lo ayudó en la
adquisición de la bodega y lo asesoró fue don
Quinto Pulenta, por aquellos años el empresario
bodeguero más importante del país.
Don Quinto no sólo fue el padrino del menor de los
hijos de Bravo sino que en su honor este lleva el
nombre
Alejandro Quinto.
Cuando don Leopoldo era embajador en la URSS,
la gente encargada de la bodega tuvo problemas
ante actuaciones del INV. El enólogo incluso fue
detenido. Ante ello Bravo ordenó la inmediata venta
del establecimiento y encomendó a Ivelise que se
encargara del tema.
La señora vino a San Juan, se reunió con los Pu-
lenta y otros asesores y finalmente vendió a Du-
mandzic, conocido empresario de la construcción.
En la embajada
con Cantoni
P
ero no fue ni la profesión de abogado ni la
actividad empresaria la que marcaron la vida
de Bravo. Sus afanes estuvieron dedicados
desde joven a la política.
Empezó a militar en el bloquismo a los 16 años.
Pronto, sus estudios universitarios lo alejaron de la
provincia, aunque venía contínuamente.
Antes de cumplir los 30 años ya era embajador.
Había llegado a Moscú en febrero de 1947 como
consejero, acompañando a Federico Cantoni, de-
signado embajador por Perón. Tras la renuncia del
caudillo don Leopoldo ocupó el máximo cargo di-
plomático hasta que derrocado Perón en 1955, re-
gresó a Buenos Aires para abrir su estudio de
abogado junto a dos amigos y al regresar a San
Juan, a fines de los años 50, asumió la conducción
del Partido Bloquista.
Decisiones
inapelables
B
ravo no era un gobernador común. En pri-
mer lugar porque era, además, jefe de su
partido. Y en segundo término porque fue
realmente un caudillo político cuyas decisiones
eran inapelables. No obstante, se lo recuerda como
un hombre que sabía escuchar y gustaba estar per-
fectamente informado de todo. A propósito de esto
se cuenta una anécdota. La primera reunión de la
mañana don Leopoldo la tenía con el secretario ge-
neral de la Gobernación —Luis María Uliarte—, el
secretario privado y los directores de Ceremonial y
de Prensa. En ella se informaba de todo y organi-
zaba su agenda. En el tiempo de la anécdota que
relatamos estaba a cargo de Prensa un conocido
periodista y dicen que esa mañana Bravo preguntó:
—¿Y...? ¿Qué tenemos hoy de nuevo?
—No sé... dígame usted qué tenemos de nuevo
don Leopoldo... — fue la irreverente respuesta.
—Está bien, yo voy a averiguar qué hay de
nuevo pero vos andá redactándome tu renun-
cia.
Cinco minutos más tarde, el profesional había de-
jado de pertenecer al equipo del gobernador.
Navegando con Molotov:
Leopoldo Bravo acompañado por la esposa del repre-
sentante de Indonesia señora de Soubriano navega por el “Moscova” junto a Via-
cheslav Molotov, de cuyo apellido tomaron el nombre las famosas bombas.
Bravo Cosaco;
Una foto infaltable en
Rusia. Leopoldo Bravo no pudo sustraer-
se al deseo de posar vestido de Cosaco
durante los años que actuó como emba-
jador por primera vez en Rusia.
>>
Viernes 3 de enero de 2014
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Del libro:
Historia íntima de los
gobernadores de San Juan
de Juan Carlos
Bataller
La foto es
de 1964 y
muestra a
Leopoldo
Bravo,
entonces
goberna-
dor de
San Juan,
bailando
folklore
con su
esposa
Ivelise
Falcioni.
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