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L
a vida de Lucía Vedia siempre se
caracterizó por la audacia. A los
22 años, decidió dejar la casa de
sus padres en pleno centro sanjuanino
para aventurarse a un mundo totalmente
desconocido, llevándose solo sus cono-
cimientos básicos de inglés y sus estu-
dios de Ingeniería, a los que no dudó en
plantar cuando el amor le tocó a la puer-
ta. Ese amor llegaba desde Holanda,
con 8 años más, y una exitosa carrera
de ingeniero con la que daba la vuelta al
mundo con megaproyectos de ingeniería
civil.
“Gerard (Van Heck) vino a visitarme a
San Juan y al término de una semana
nos casamos”, cuenta la mujer que hoy
vive feliz junto a su esposo en un pueblo
cercano a La Haya, en donde también
residen los reyes Máxima y Guillermo.
Antes de fijar su residencia en ese lugar
de ensueño, rodeado de bosque, dunas
y playa, el matrimonio vivió en distintos
países, como Irán, Paquistán, Estados
Unidos, Japón, Tailandia, Singapur,
mucho más avanzada y para ellos era
natural que una pareja conviva sin casar-
se. Pero en San Juan las cosas eran dis-
tintas y a mí ni siquiera me habían dejado
irme sola a Buenos Aires hasta el aero-
puerto. Él entendió que para irnos juntos
lo mejor era casarnos y no tuvo problema
en casarse esa misma semana. A mis
padres les cayó bien desde el principio y
mis hermanos estaban fascinados con él.
Todo se dio a favor y nos casamos de
forma improvisada en mi casa. Ni siquiera
teníamos anillos y mis amigos Jorge y
Cecilia Valentino nos prestaron los que
habían usado ellos para su casamiento,
un año antes. Inmediatamente nos fuimos
a vivir a Karachi, en Pakistán, porque él
estaba con una obra allá.
—¿No sentiste miedo de irte un país tan
diferente y duro en el trato hacia la
mujer?
—Siempre fui muy aventurera y me gusta-
ron los retos porque lo conocido me abu-
rre. En Karachi vivimos dos años y fue una
Malasia e Indonesia. A muchos de ellos
los acompañó también su hija, que
heredó el espíritu aventurero y hoy
recorre el mundo junto a su pareja, ejer-
ciendo su profesión de abogada, espe-
cializada en Responsabilidad Social
Empresarial. Durante el verano, Lucía
deja el frío holandés para venir a San
Juan y reencontrarse con sus afectos.
En esta visita, compartió su historia con
El Nuevo Diario.
—¿Cómo conociste a Gerard?
—Lo conocí cuando tenía 22 años y
estaba estudiando Ingeniería en la
UNSJ. Con mis compañeros viajamos a
conocer la represa hidroeléctrica de
Itaipú, en Corrientes. Nos hospedamos
en un hotel en el que también estaba
Gerard, que era ingeniero y venía de
terminar un proyecto en la Guayana
holandesa, enviado por la empresa en
la que trabaja, que se dedica a realizar
proyectos de gran envergadura. Era el
año 77, en plena dictadura, y él me
contó que tuvo que pasar numerosos
controles de frontera, con mucha fuerza
militar, porque vino en auto con una
pareja brasileña.
—¿Qué te llamó la atención de él?
—Él tenía 30 años y yo lo veía como
un ídolo porque ya estaba recibido,
tenía experiencia internacional y habla-
ba distintos idiomas. Después de esos
pocos días en Corrientes, pasamos
seis meses comunicándonos por carta
porque la comunicación telefónica era
carísima. Muchas cartas no llegaban a
tiempo y teníamos que numerarlas para
que no hubiera malentendidos.
Después él vino a San Juan a visitarme
y nos casamos esa misma semana.
—¿En solo una semana decidieron
casarse?
—Sí, en realidad él me propuso que
me fuera con él para probar suerte y
ver si me gustaba vivir allá. En esa
época la sociedad holandesa era
En el Día de los
Enamorados, cuatro
parejas cuentan cómo
nacieron las relaciones
que transformaron sus
vidas. A contramano del
tiempo, la distancia y los
obstáculos, vencieron
prejuicios, miedos y
limitaciones para
apostar al amor.
Historias de
amor y coraje
Lucía y Ge
rard: Un amor
que recorr
ió el mundo
A los 22 años, la
sanjuanina Lucía Vedia se
enamoró de un ingeniero
holandés y, después de
intercambiar cartas durante
seis meses, se casó para
iniciar una vida llena de
experiencias, desafíos y
viajes por el mundo. Hoy
el matrimonio vive en el
mismo barrio que los reyes
de Holanda.
Lucía y Gerard en uno
de sus habituales
paseos en bicicleta, el
medio de transporte
preferido por los
holandeses para
preservar el
medioambiente.