El debate sobre el monumento al
deporte nos pinta como sociedad
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Viernes 28 de junio de 2019
L
a intervención del Monumento al
Deporte realizada en el marco de
la reforma del Parque de Mayo
se va a revertir. La explicación estética y
legal de su incorrección, así también
como la airada reacción de la familia y la
comunidad artística local ha encauzado
el compromiso oficial de su pronta repa-
ración. Felicitaciones a quienes partici-
paron de este movimiento que se vuelve
ejemplar para promover la defensa del
patrimonio cultural de la Provincia.
Pero no se puede pasar por alto que el
debate sobre el hecho debe ser objeto
de análisis. Si bien en su mayoría se en-
contraron voces de protesta y solicitudes
de reparación, en las redes sociales y
los “comentarios” en periódicos se en-
cuentran perspectivas de ciudadanos
que constituyen un potencial peligro para
el patrimonio cultural, pero mucho más
para el ejercicio de la ciudadanía. Este
es la cuestión que el debate nos dejó.
Posiblemente quien sintetiza de manera
más clara la importancia del Monumento,
es el Arq. Duilio Tapia quien en un co-
mentario sostiene con razón: “…la es-
cala de la obra es universal, un referente
mundial del constructivismo, una investi-
gación pensada desde nuestras latitudes
de una militancia formal (militancia de
una comprensión del mundo)… la socie-
dad del conocimiento que estos pioneros
imaginaron se desnuda ante nuestros
ojos en un espectáculo sin sentido…”.
Pero ciertamente nos deben importar las
opiniones divergentes. Se encuentran
sugerencias, tales como: “Gustavo An-
drade: Si el tema es hacerlo resaltar
más…con sólo iluminarlo era suficiente”;
“Sebastián Olivera, por su parte opina:
Yo hubiera hecho algo más representa-
tivo del deporte local”. Otros plantean la
incomprensión del significado, total-
mente comprensible y subsanable con
una mera explicación. Se deslizan ine-
xactitudes: “Maine Mendez Ferla: Re-
cuerden que originariamente era
hormigón armado visto…!!! Como debe
ser, un material noble como este que lu-
ciera tal como es…”. Correctamente
sostiene que era cemento visto, pero
toda la masa de cemento tenía color y
fragmentos de mica que constituyen la
superficie. Nada de esto es lesivo y su
solución puede ser afrontada por el Go-
bierno y las instituciones culturales.
Pero también se desciende al plano de
la prepotencia, la irresponsabilidad y la
injuria. “Daniel Tito Bravo: Qué tiene de
malo que ahora sea blanco todo les mo-
lesta eeee paren sensibles de abajo!!!”;
“María Cabrera: Dejen de romper los h*,
de cualquier color está bien y punto”.
“Diego Ferrari: Hay muchísima gente
que se está c* de hambre y a ninguno se
los ve rasgarse las vestiduras con tanto
énfasis. Hipócritas todos”. “Eugenio
Orosco: Estuvo mal, si el costo está mal,
sí, pero vamos, reconozcan que siempre
fue el monumento al c* o no?”.
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Surgen preguntas: jamás he atacado la
afición al deporte, - ¿por qué puede ser
legítimo que se desprecie a las personas
que se preocupan por el arte? Si es lícito
que el color del cabello merezca preocu-
pación, - ¿qué tiene de insensato defen-
der el color pensado por el autor de una
obra? ¿Hasta qué punto conocen a
quienes han defendido la restauración
de la obra para pontificar que no se de-
dican a militar contra el hambre que
efectivamente se ha incrementado? La
preocupación por el gasto que implique
la restauración, que es un tema que re-
solverá el proyecto, no es extensivo a
Por
Eduardo Peñafort
O P I N I Ó N
El monumento fue pintado de blanco para que reflejara mejor la iluminación,
expresaron desde la Direciión de Arquitectura.
otras actividades, no puedo afirmar nada
sobre quien lo escribe porque lo desco-
nozco. Pero me guardaría de juzgarlo
sin causa fundada.
Alguien dice que se hace un escándalo y
que Carrieri no es Miguel Ángel (Jorge
Diluciano). Estoy de acuerdo, desde
cierto punto de vista, pero quiero recor-
darle que Miguel Ángel fue quien más
agresiones recibió sobre su obra. Ape-
nas murió, un discípulo fue contratado
para que cubriera los genitales de las fi-
guras que aparecen en “El juicio final”. A
lo largo de casi dos siglos se siguieron
agregando trapos para cubrirlas, aunque
después de la restauración solamente
han quedado unas pocas. Y a la obra, la
visitan seis millones de personas por
año – a pesar del escarnio de algunos
de sus contemporáneos -.
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Los nombres que el humor popular pone
a las obras no es obstáculo para consi-
derarlas grandes obras. La campana de
la Torre Elizabeth de Londres, la cono-
cida Big Ben (el Gordo Benjamín) es una
burla a quien propuso su construcción y
el nombre de un célebre boxeador peso
pesado. Tres años después de su cons-
trucción se aprobó la demolición del
Obelisco de Buenos Aires - aunque el in-
tendente la vetó -, por causa de las bur-
las que suscitó. Por ejemplo, obelisco
significa agujita chica – palabra que no
oculta la ironía que implica -.
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El debate ha dejado al descubierto una
gran diferencia en la capacidad de cap-
tar el significado y sentido de las obras
artísticas. Este es el aspecto que más
nos debe preocupar y el problema que
requiere de soluciones inmediatas – no
remitirla a la educación, porque este
descargo nos lleva a tiempos largos e
inevaluables -.