Viernes 20 de mayo de 2016
misión directiva del club. Se estaba por
ir cuando vio a Rosa María Menzo,
“Perla”. Quedó embelesado con la joven
y esa noche decidió quedarse unos mi-
nutos más para poder bailar con ella.
Alberto y Perla se casaron en 1963 y un
año después él se fue a jugar a Ne-
well´s. Le dieron permiso en la policía y
jugó para el equipo rosarino durante un
año. Pero, al terminar ese periodo, aun-
que hubiera podido seguir jugando, de-
cidió regresar a San Juan. Es que el
riesgo era muy grande, acá tenía tra-
bajo seguro, él ya era oficial de policía y
con el fútbol no se podía confiar, los ju-
gadores no ganaban mucho. Además,
en esa época
nació su primera hija,
Alicia. Después llegaron Claudia,
Marcela y en 1971 nació el menor, Al-
berto “Beto”.
l
Alicia
es socióloga, directora del Ins-
tituto de Investigaciones Socio Econó-
micas de la Universidad Nacional de
San Juan. Es madre de:
Pablo Mar-
cuzzi
, ingeniero civil y
Sofía Marcuzzi
,
veterinaria.
l
Claudia
es contadora y trabaja en la
contaduría provincial; es madre de:
Ale-
jandro Bernal, Mauricio Bernal y Se-
bastián Bernal
. Algunos de ellos han
jugado al fútbol en Del Bono y San Mar-
tín.
l
Marcela
es médica y tiene tres hijos:
Emilia Astudillo
,
Valentina Astudillo
y
Juan Astudillo
.
l
Beto
es padre de Agustina, Martina y
Catalina.
El delantero que llegó a
ser comisario general
El jugador vistió la verdinegra hasta que
su hijo Beto tenía apenas dos años. En
tantos tiempo de carrera quedó grabado
en su corazón y retina un partido contra
Chacarita que jugaron en San Juan. El
equipo de Buenos Aires acababa de
salir campeón y venía con muy buenos
jugadores. A los 43 minutos, Carlos Diz,
de San Martín, hizo un gol de cabeza, el
primero y único, el de la victoria. Fue un
antes y un después para el club sanjua-
nino, que fue aturdido por una cancha
repleta, en la que no entraba un alma
más.
Después de dejar la primera, Alberto no
volvió a esa categoría, aunque siguió ju-
gando con la gente del club. En una
oportunidad, cuando su hijo tenía unos
siete años, el ingeniero Hilario Sánchez,
que entonces era el presidente de la
institución, lo convenció para que vol-
viera a calzarse los botines de primera.
Estaba casi convencido de volver a ha-
cerlo, hasta que un delegado de Atlético
Juventud, que lo admiraba, le pidió ha-
blar con él. Le dijo: “yo tengo una ima-
gen suya tan bonita. Si juega bien,
nadie va a descubrir nada, pero ¿qué
pasa si juega mal y lo empiezan a insul-
tar?”. Y, era cierto, él se había retirado
siendo campeón, así que decidió no re-
gresar y el tiempo le ayudó a confirmar
esa elección; a pesar de que en ese
momento Beto se enojó porque soñaba
con tener el privilegio de ver a su papá
en la cancha.
Alberto llegó a ser comisario general, el
cargo más alto dentro de la carrera del
policía. Además, dio clases en el Insti-
Notas preparadas por
Usted puede encontrarlas en
y
FUNDACIÓN BATALLER
tuto Superior de Periodismo Deportivo
Néstor Antonio Gahona y en la Escuela
de Policía. También trabajó en el Banco
Hispano ítalo Libanés y fue uno de los
fundadores del Banco Hispano. Su es-
posa, Rosa Menzo, fue docente, direc-
tora de escuela y coreuta.
El heredero
Beto inició su carrera deportiva siendo
pequeño. A los cuatro años empezó a
jugar y apenas se levantaba se vestía
para irse a pelotear. Él ha sido tan faná-
tico del fútbol como su padre, incluso con
él compartieron amistades y, como él,
creció prácticamente al lado de la cancha
de San Martín. Cuando entró el club,
acababan de inaugurar la escuelita de
fútbol, que estaba a cargo de Rogelio
Mallea y Juan José Chica.
Se fue a probar a River y entró cuando
Aimar era técnico. Luego este se pasó a
Boca, entonces Beto se probó allá y tam-
bién logró quedar elegido. Así que,
desde los trece, el sanjuanino vivió va-
rios años en la el predio de La Candela.
Sin embargo, no se alejaba del club de
sus amores, con el que hacía cada pre-
temporada. Y sus padres lo seguían muy
de cerca, sobre todo Alberto. Un verano,
como se llevó varias materias, no lo deja-
ron hacer la primer temporada que tenía
con la primera de San Martín. Era el
sueño de cualquier chico, poder entrenar
con los crack, pero Beto tuvo que po-
nerse a estudiar. Después de eso vivió
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Los Naveda Menzo.
Parados aparecen:
Marcela Naveda,
Perla Menzo, Beto
Naveda y Alicia Na-
veda. Sentados están
Claudia Naveda y Al-
berto Naveda.
Alberto Naveda y Perla Menzo junto a sus nietos. Parados están: Pablo, Emilia, Valen-
tina, Sofía y Mauricio. Abajo aparecen Juan, Agustina, Sebastián, Catalina, Martina y
Alejandro. La foto es de 2010.
Beto Naveda
junto a su es-
posa e hijas:
Martina Na-
veda, Mariela
Rodríguez,
Agustina Na-
veda y ade-
lante Catalina
Naveda.
El casa-
miento de Al-
berto Dante
Naveda y
Rosa María
Menzo. La
foto es de
1963.
en Córdoba, donde llegó a estudiar un
año de abogacía, y finalmente decidió
dedicar su vida, profesionalmente, al
deporte.
Jugó en la primera de Boca y uno de
sus mejores partidos con la azul y oro
fue frente al Real Madrid, en la Copa
Iberoamericana de 1994. Luego jugó
un tiempo a préstamo con Quilmes, en
la B Nacional y de ahí partió al exterior.
Jugó, desde 1995, en la New England
Revolutions de Estados Unidos y de
ahí pasó a Israel, allí jugó para los
equipos: Maccabi Acre, Maccabi Ironi
Ashdod y Hapoel Jerusalem. En 2001
desembarcó en Europa, con el Dun-
dee United de Escocia y terminó su
carrea en el Sanremese de Italia. Ade-
más, pudo jugar para la selección ar-
gentina en la sub 20, a principios de
los noventa, cuando el director técnico
era Reinarlo “Mostaza” Merlo.
“Siempre fue impresionante desde chi-
quitito. Jugaba en la escuela de fútbol
y él ganaba los partidos, él hacía goles
de tiro de libre desde cualquier lado, le
pegaba tan bonito, tenía tan buen pa-
norama”, así define Alberto a su hijo. A
pesar de que Beto pasó muchos años
a miles de kilómetros de su terruño y
su familia, ésta siempre se hizo sentir
cerca, sobre todo su papá. Después
de cada partido, desde que era chico,
padre e hijo tenían una larga charla y
analizaban cómo había sido el partido,
que había hecho bien y en qué se
había equivocado.