El Nuevo Diario - page 22

Los vecinos
del verdinegro
Probablemente ya soñaba con patear la
pelota estando en el vientre de su
mamá, Rosario Lubercci. Ella y su papá,
Alberto Cevero Naveda, vivían en una
casa que estaba prácticamente pegada
a la cancha de San Martín; el fondo de
la vivienda daba al arco sur. Era cues-
tión de tiempo para que el segundo hijo
del matrimonio, que llegó diez años des-
pués de la mayor, Lucrecia, se vistiera
con la camiseta del club.
Así resultó. Desde pequeño, Alberto
jugó y hasta durmió con su pelota. Era
un fanático aunque sus padres no eran
afines a esa disciplina deportiva. Su
papá tenía un corralón, en la misma
casa en la que vivían, disfrutaba de la
guitarra, del folclore y le gustaba el de-
porte, pero no el fútbol, sino el atletismo;
él fue campeón de lanzamiento. Tal vez
Rosario y Alberto (padre), esperaban
que Alberto en algún momento dejara a
un lado esa afición tan fuerte, pero lejos
de disminuir, fue creciendo, al igual que
su habilidad.
El “maestro” de
la cancha
Junto a otros chicos del barrio empezó a
jugar en San Martín. Comenzó en las in-
feriores, desde los diez o doce y en
poco tiempo, con 16 años, a mediados
de los cincuenta, debutó en primera. Él
jugaba en el mediocampo pero, como
entraba por primera vez, el día de su
debut lo pusieron de wing izquierdo. To-
davía recuerda que no participó mucho
del juego, que lo tuvieron guardado un
par de meses y después le dieron la
oportunidad de volver a entrar. Desde
entonces, se ganó un lugar en la pri-
mera durante varios años, un sitio en el
que los mismos jugadores y la gente lo
reconocía como el “maestro”, por su in-
creíble talento.
Eran tiempos totalmente distintos para
el fútbol. En esa época los futbolistas
casi no ganaban dinero, entrenaban los
martes y jueves y jugaban los domin-
gos. El estar en el equipo era más bien
el gancho para conseguir algún trabajo,
sobre todo en el ámbito de la adminis-
tración pública. Alberto no buscaba em-
pleo porque ayudaba a su padre en el
corralón que tenían, pero mientras ju-
gaba decidió entrar en la recién creada
de Tránsito y Transporte y que
además era fanático de San
Martín. En una oportunidad,
él invitó al jugador al cum-
pleaños de quince de su
hija. El joven, que hacía
poco era oficial de policía,
pensaba ir un rato y volver
temprano a su casa porque el
domingo tenía que jugar. Ade-
más, en la fiesta, estaba uno de
los integrantes de la co-
Viernes 20 de mayo de 2016
Escuela de Policía. Así que hizo a la par
su carrera como futbolista y la de poli-
cía.
La dinámica del juego, la velocidad, la
técnica de los jugadores eran totalmente
diferentes en esos años. Los equipos
fuertes del momento eran San Martín y
el Atlético, detrás estaban Peñarol y Los
Andes. El verdinegro ya era semi profe-
sional, aunque al principio no había ni
siquiera director técnico, tampoco cam-
bios. Los once jugadores que entraban
terminaban el juego y a estos solían ele-
girlos los integrantes de la Comisión Di-
rectiva de la institución. Pero, con el
tiempo, esto fue cambiando y el club fue
el primero de San Juan que trajo un téc-
nico de afuera para dirigir al equipo.
El otro gran partido,
la familia
Alberto era habilidoso y ele-
gante para jugar. Su des-
pliegue en la cancha le
permitió ganarse el cariño
de muchos, incluso de
sus compañeros y autori-
dades en la policía. Él tra-
bajó algunos años junto a
Diblasi, que fue director
familias
sanjuaninas
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LOS NAVEDA
Alberto Naveda y su hijo, homónimo, han quedado en la
historia del Club Atlético San Martín. En distintas épo-
cas, aparte de ser fanáticos del club, dejaron todo por
esa camiseta. Esta es la historia de ellos, de su familia y
de cómo llegaron a convertirse en ídolos, no solo para
los hinchas del verdinegro, sino también para la provin-
cia, el país y en el caso de Beto para el mundo.
Una familia de estirpe futbolera
Rosario Luberchi de Naveda, a su izquierda
está su consuegra, Catalina Marino.
Alberto Severo Naveda, padre de Alberto
Naveda y abuelo de Beto Naveda.
Una nota de
Noelia Escales
para Fundación
Bataller
Alberto y su hijo Beto en la
cancha de San Martín
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