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Viernes 20 de mayo de 2016
nota de tapa
El 24 de noviembre de 1963, la policía de Dallas decide trasladar a Oswald a la cárcel del condado. Mientras Oswald es trasladado por
los estacionamientos subterráneos del cuartel de la policía, Jack Ruby se abre paso violentamente entre la multitud de periodistas, fotó-
grafos y camarógrafos presentes y dispara a Oswald en el pecho, hiriéndolo de muerte falleciendo en el hospital poco después.
El presidente Kennedy
con su esposa, Jac-
queline, y el goberna-
dor de Texas John
Connally en la limusina
presidencial, minutos
antes del asesinato del
presidente.
Antoine Guerini. Se sospecha que fue el
cerebro del asesinato de John Kennedy, y
que contrató a Sartí junto a dos miembros
de la mafia marsellesa, quienes consuma-
ron el hecho. En 1960 llegó a ser el princi-
pal jefe del juego en Marsella. El 23 de
junio de 1967, fue acribillado a balazos en
una estación de servicio.
EL PRESO MÁS IMPORTANTE QUE TUVO LA CÁRCEL DE CHIMBAS
s
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s
Pasa a página siguiente
-dos:
Un asesino solitario con persona-
lidad conflictiva que había llegado, en
la URSS, al intento del suicidio.
Una “bala mágica” había herido al presi-
dente y después golpeado, varias veces,
en zig-zag, a Connally. Y luego la habían
encontrado en estado casi perfecto. Los
testigos coincidían, casi por unanimidad,
en que luego del disparo a la cabeza de
Kennedy la parte trasera del automóvil se
cubrió con sangre y restos del cráneo del
mandatario. Leyó bien: la parte trasera.
Eso indicaría que le pegaron de frente el
balazo en la cabeza. No desde atrás,
como afirma la comisión.
Una teoría no creíble
Se presentó el testimonio de la esposa del
gobernador Connally, Nelly, quien viajaba
en el auto convertible:
-Sí, hubo tres disparos.
El primer disparo hizo blanco en Kennedy;
el segundo, hirió al gobernador. Y luego
ocurrió el tercer disparo, que llenó de san-
gre el Lincoln y obligó a Jacqueline Ken-
nedy a buscar un pedazo de cráneo de su
marido en la parte de atrás del auto, como
luego mostraría en forma visual la película
de Abraham Zapruder.
Esto echa por tierra la teoría de la “bala
mágica”. La propia Comisión Warren esta-
blece que una persona fue herida por un
fragmento desprendido de una bala que
no dio en el blanco. Un cuarto disparo. No
sólo tres. Un estudio fechado en marzo de
2001 en la revista británica Ciencia y Justi-
cia, calificado como “serio y riguroso”, del
profesor Donald Thomas, establece, con
una probabilidad mayor al 96% que
“la
onda de choque asociada al patrón de
sonido se ajusta a la velocidad (de la
bala) de un rifle del calibre 30. El so-
nido de este disparo (procedente del
montículo) se produjo en sincronía
total con el momento del tiroteo”.
Es evidente: transcurre el tiempo y la cre-
dibilidad del Informe Warren se disuelve.
Falta que en el año 2019 se den a conocer
los
“expedientes secretos”
del caso, se-
llados por orden del gobierno de los
EE.UU. La respuesta a una sencilla pre-
gunta puede resolver el misterio:
¿se pro-
dujeron tres, cuatro o más disparos ese
día en Dallas?
Si fueron más de tres tiros,
operaron al menos dos francotiradores.
La Unión Corsa de
Marsella
Antes de los acontecimientos de Dallas,
Lee Harvey Oswald viajó a México en sep-
tiembre de l963. Buscaba regresar a la
Unión Soviética, donde había vivido
como
“desertor”,
usando como puente a
Cuba. Esta vez lo rechazaron en ambas
embajadas y tuvo que regresar a Texas.
Su presencia en México está llena de bi-
zarros hechos, incluyendo el que un obvio
impostor se presentara, usando su nom-
bre, en la embajada de la URSS. Pero Mé-
xico podría ser mucho más importante en
el conjunto de esta historia. Lo documenta
el libro
Fuego cruzado
de Anthony Sum-
mers, también autor de Conspiracy. El pe-
riodista Steve Rivele, investigando el
programa de la CIA, localizó al narcotrafi-
cante Christian David como uno de dos
francotiradores extranjeros, asesinos a
sueldo, contratados bajo ese programa.
David estaba preso en Kansas, espe-
rando su extradición a Francia, relacio-
nada con el asesinato del líder africano
Ben-Barka.
David le dijo a Rivele que Antoine Guerini,
jefe de la Unión Corsa en Marsella, le
había ofrecido un contrato para matar al
presidente Kennedy en territorio estadou-
nidense. David no aceptó, pero otro
corso,
Lucien Sartí
, sí. Sartí, un extraordi-
nario tirador, quien tenía como marca usar
balas explosivas, salió de Marsella con
dos cómplices rumbo a México; cruzaron
la frontera por Brownsville, fueron recibi-
dos por un hombre de la mafia de Chi-
cago y se dirigieron a Dallas para planear
el asesinato.
Sartí se habría ubicado, con alguna clase
de uniforme, en la empalizada colocada
en el montículo de tierra, a la derecha y
enfrente de la comitiva presidencial. Hubo
cuatro tiros;
Sarti disparo el tercero, el
fatal, contra la cabeza del presidente.
Luego estuvieron ocultos dos semanas y
finalmente viajaron a Montreal.
David tenía un testigo,
Michael Nicoli
,
quien vivía en EE.UU bajo el programa de
protección a testigos. Rivele pudo hablar
con Nicoli, quien confirmó lo dicho por
David.
En 1988 una cadena inglesa de televisión
presentó la serie
Los hombres que ma-
taron a Kennedy
, la cual padecía de un
serio error: identificaba en forma errónea
a los cómplices de Sartí.
Uno de ellos
tenía coartada.
El impacto se diluyó.
Hasta aquí el relato del Universal. En
Internet uno puede leer otras noticias,
todas coincidentes, sobre el
caso.
Como hecho concreto quedaba en
claro una historia sobre la posible partici-
pación de Lucien Sartí en el asesinato del
presidente John Kennedy y el pago de la
“operación” con heroína y vía libre para
actuar en algún país lejano, como fue la
Argentina.
Como un rey del
hampa llegó a
la Argentina
Pero… ¿qué hace un tipo que ha matado
al presidente de los Estados Unidos?
Sarti estaba marcado y lo sabía.
No todos los días se mata al hombre más
poderoso del mundo.
Hay secretos que sólo se guardan con
la muerte. O con la distancia.
Sartí estuvo algún tiempo en Brasil, prote-
gido por gente del hampa. Cuando la IN-
TERPOL detectó su presencia el hombre
tuvo que huir y reencontrarse con el resto
de la banda corsa que ya estaba radicada
en Buenos Aires y controlaba algunos ca-
barets, además de robar bancos y traficar
drogas.
Se dice que un avión privado trasladó a
Sartí hasta una estancia de Bahía Blanca
y desde allí luego le resultó fácil llegar a la
Capital Federal.
Lucien arribó a Buenos Aires en los prime-
ros días de enero de 1968. Y fue en ese
año que inicia su relación con una her-
mosa mujer de 22 años. Se llamaba
Li-
liana Rous Viallet
y era de nacionalidad
francesa.
Dicen que había sido copera en clubes
nocturnos y luego se dedicó al canto y al
“strip tease”. A partir de su relación con Lu-
cien, Liliana se fue a vivir a un hotel y dejó
sus actividades nocturnas.
Es en este tiempo que Chiappe, Sartí y
compañía habrían realizado los asaltos a
instituciones bancarias y negocios, tanto
en la Capital Federal como en el resto de
la provincia de Buenos Aires. El caso más
resonante fue el asalto al Banco Nación.
La detención
en Buenos Aires
en un operativo
internacional
Fue en la primera semana de mayo de
1968 cuando las autoridades policiales or-
ganizaron una redada en los distintos clu-
bes nocturnos de Chiappe.
Se inició alrededor de las 3 de la madru-
gada, con la participación de numerosos
efectivos, muchos vestidos de civil.
En la redada la policía incautó armas, dro-
gas, identificó a prostitutas y pruebas del
accionar mafioso.
En la redada también cayó Lucien Sartí.
En realidad, nada era producto del azar.
Si la Federal había allanado el local fue
porque detectives de la Sureté que habían
arribado a Buenos Aires en procura de
ubicar el paradero de Luciano Sartí, ha-
bían alertado a la policía local de que el
maleante prófugo se encontraba capitane-
ando bandas de asaltantes en la zona.
Fueron ellos quienes proporcionaron datos
e identikits del hampón y a la vez hicieron
saber la vinculación de aquel sujeto con
Chiappe, con el que venían operando
como traficantes de drogas.
Cuando el francés fugitivo fue arrestado
llevaba en sus bolsillos la suma de
1.300.000 pesos en efectivo. Luego se es-
tableció que se hospedaba en un lujoso
hotel de la Capital. Para entonces ya
había comprado dos fincas y poseía dos
automóviles último modelo. Cuál sería la
sorpresa de los investigadores al compro-
bar posteriormente que el sujeto era
dueño de un yate valuado en 8 millones
de pesos, en el que hacía recorridas con
su compañera Liliana Rous Viallet y tam-
bién ofrecía costosas reuniones con jefes
del hampa.
Con su identificación y detención, la suerte
de Sartí estaba echada. De la alcaidía po-
licial pasó a ocupar una celda en Villa De-
voto, en tanto se instruían las actuaciones.
Sartí advierte que si no actuaba rápido es-
taba perdido.
A través de los mandamientos de otros pa-
íses, se descubre su accionar como mer-
cenario, su participación en asesinatos y
sus actividades como traficante.
La silla eléctrica lo esperaba en Bélgica
y la guillotina en Francia.
Asesorado por sus abogados, con el
apoyo de hampones de otros países, algu-
nos contactos políticos y la utilización de
Liliana como eficaz correo, se pone en
marcha el plan de liberación.
El extraño traslado
a San Juan puede
considerarse el
papelón del siglo
En los primeros días de enero de 1970, en
la ciudad de San Juan la policía descubre
que varios individuos procedentes de Bue-
nos Aires habían cometido robos de auto-
motores. La pandilla fue detenida y sus
integrantes alojados en la cárcel de Chim-
bas. Durante la instrucción de la causa se
establece que dichos sujetos son también
autores de falsificación de documentacio-
nes de vehículos.
En una ocasión y para dar cumplimiento
con uno de los términos del sumario, los
detenidos porteños fueron trasladados
hasta el juzgado que entendía en la
causa.
Uno de ellos se esmeró en dar
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