El Nuevo Diario - page 21

Viernes 27 de mayo de 2016
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CORTA Y UN RECUERDO LARGO
Muy jovencito, a los 19 años, el Gordo Páez Oro decidió que la
música sería su profesión
Ernesto Villavicencio junto a su gran amigo Rodolfo Páez Oro. Antes de morir éste
decía que no veía la hora de encontrarse con su compadre para tocar una tonadita.
En la foto también está Juan Carlos Rojas, Pelufo Barbosa y el “Cabezón” Barrera.
Quienes lo conocieron aseguran que de
joven Rodolfo era bien flaco. Esta foto
de sus comienzos lo demuestra.
Rodolfo
junto al
Puma José
Luis Rodrí-
guez y su
último com-
pañero de
canto, Pe-
lufo Bar-
boza. El
Puma
quedó con-
movido con
la voz del
Gordo.
Su esposa
El Gordo y el Pelufo
El legado
E
n 1994 conformaron el Dúo Lati-
noamericano con el padrino de su
hija menor, Pelufo Barboza que hoy
recuerda:
-Al momento de formar el dúo hici-
mos un repertorio latinoameri-
cano. Y tuvimos la suerte que,
cuando se bautiza el dúo, tuvimos
muchos cantores e inclusive
Oscar Valle que vinieron a vernos
y apoyaron nuestra iniciativa.
Haber cantado con Rodolfo fue
una experiencia inolvidable. Siem-
pre le decía “vos sos el Horacio
Guaraní de Cuyo”. Como solista
era único.
Rodolfo Páez Oro
murió el 26 de
noviembre de 1999
. Tenía 51 años.
Seis meses antes le habían diagnos-
ticado una enfermedad irreversible.
A él le gustaba hablar de la muerte,
tal vez porque sabía que estaba tan
cerca, y a quien quisiera escuchar le
decía que no veía el momento de
juntarse con sus dos amigos entraña-
bles:
Ernesto Villavicencio,
que fa-
lleció en 1996, y
Pinono Oro,
que lo
hizo en el 94.
Se despidió de sus amigos y también
de sus seguidores con un espectá-
culo en el Teatro Sarmiento que se
Las serenatas del amor
A
mante del cimarrón y las montañas, sus mejores recuerdos eran los de su
juventud cuando en las frías noches de invierno salía con su guitarra a
cantar serenatas para hacerle la
“gamba a un amigo”
. Aseguraba que muchas
parejas se habían casado con
“Al pie de la ventana”,
la canción que decía:
“Vengo al pie de tu vieja ventana mi bien, a dejarte mi vida en este canto de
amor”
“Hay serenatas muy bellas
-decía en la última nota periodística-
el canto
tiene forma de llave, abre corazones y con él recorrimos muchos barrios”
Y también recordaba que cuando estaba en Buenos Aires cada vez que salía a
cantar serenatas los miraban como “hueso de cogote”.
L
a última entrevista que el Gordo
Páez Oro le concedió a El Nuevo
Diario fue el 29 de julio de 1999. Allí
diría que
“me gustan Los Nocheros por-
que le cantan al amor, introduciendo
elementos nuevos, reeditando viejos
temas y las peñas. Además han acer-
cado a los jóvenes a nuestras raíces al
igual que Soledad”
En el legado que dejó Páez Oro se en-
cuentran varias grabaciones.
Simples
obras
, que salió a la venta en 1974 y
que contenía las canciones
Linda mi
mamá y La quimera
y se agotó en
pocas semanas convirtiéndose en su
primer gran éxito. Después en 1982 le
siguió un casete con varios temas y
que en el piano tenía al maestro Or-
lando Tejada. En 1984 llegó el turno de
Más cuyano imposible.
En 1987 de
Por Cuyo, salud.
En 1992 salió a la
venta
Tres hermanas en un canto:
San Luis, Mendoza y San Juan.
Su
último trabajo fue
Todo cueca, todo
tonada y todo vals.
También fue autor de las canciones
Pelado de Cuyo, P´al cumpa Ore-
llano, Navidad en Cuyo, Corazón la-
briego, Himno del Skal Club, Himno
de Victoria en Flor y Espina de un
recuerdo.
C
uando todavía era flaco, se casó
con
Ilsa Mendoza
, la mujer con
quien tuvo dos hijas,
Natalia y Ro-
mina
y que lo acompañó en su vida
de artista bohemio.
Esa vida que lo llevaba a trasnochar
varios días de la semana. Incluso era
Ilsa la encargada de atender a los
amigos cuando decidían, sin importar
la hora que era, continuar con la
fiesta en el quincho de su casa.
Su primera guitarra se la obsequió su
mamá, quien le dijo que fuera a reti-
rarla de casa Postigo.
“Cuando volvía a casa tenía miedo
que se burlaran de mi y no quería
atravesar la plaza en la que esta-
ban mis amigos. Pensé en ir por
otro sector. Hasta que me dije: yo
voy a ser cantor y atravesé la plaza
con paso seguro”,
comentaba en
una entrevista
Nunca fue un improvisado y siempre
aseguró ser un profesional de la mú-
sica.
Es por eso que paralelamente al bachi-
llerato estudió música, donde tuvo de
profesores a artistas de la talla de
Oscar Valle, Roberto Palmer
(de los
Quilla Huasi) y
Ricardo Ochoa,
tenor
del Teatro Colón y uno de los creado-
res del recordado conjunto Los Pune-
ños.
realizó pocas semanas antes de su
fallecimiento.
-En esa despedida estuvieron
todos los artistas, los que esta-
ban invitados y también los que
no. La canción de despedida fue
“Ay que ver” de Alberto Cortez,
un autor que le gustaba mucho.
Todos en el Teatro terminaron llo-
rando-
recuerda
Panchito Godoy.
Su sepelio fue multitudinario. Se
acercaron todos los músicos con los
que compartió tantas noches e inclu-
sive llegaron artistas de Mendoza y
de Chile para despedir al Tonadero
mayor de Cuyo. En los autos que
acompañaban el cortejo se escucha-
ban a todo volumen las canciones
del Gordo y antes de su sepultura
no faltaron las cuecas y tonadas in-
terpretadas por Ernestito Villavicen-
cio y los versos de Jorge Dario
Bence. Para finalizar, Pelufo Bar-
boza, mientras entonaban
La del
jamón,
la cueca escrita por su
amigo, el Negro Villa, invitó a los
presentes a hacer el último baile en
su honor. La primera en agarrar el
pañuelo fue su entrañable compa-
ñera de toda la vida, Ilsa Mendoza.
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