Viernes 27 de mayo de 2016
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Secretos de la vajilla
N
uestra existencia transcu-
rre entre objetos descarta-
bles y reemplazables. Sin
embargo y a pesar de que el té se
ha convertido en un pretexto para
reunirse y los juegos de desayuno
“tú y yo” que nos regalaron para
nuestro casamiento ya se encuen-
tran en “el cielo del olvido” (M.E.
Walsh), todavía la vajilla doméstica
o pública suele ser significativa (se
usan diferentes tipos según la oca-
sión). Las tazas, platos, azucare-
ras, vasos y fuentes se necesitan
en todo momento y en todos los ni-
veles sociales, por este motivo se
encuentran grandes diferencias de
precio entre estos objetos, entre
cuyas causas se encuentra la va-
riedad de materiales y diversidad
de formas.
Si bien los bazares se han conver-
tido en una góndola de hipermerca-
dos, las piezas del servicio de
mesa abundan en los mercados de
pulgas, casas de antigüedades,
compra-venta, ferias americanas.
Al incursionar por estos sitios, pero
también en los aparadores de
nuestras casas, conviene tener en
cuenta algunas particularidades de
la vajilla.
Un dato que suele sorprender es la
gran diferencia de precios entre las
diversas piezas antiguas. Si bien la
vejez e historia cuenta, los materia-
les y el origen resultan decisivos.
En general, los anticuarios exper-
tos ordenan las piezas según el cri-
terio loza, loza fina y porcelana. En
Argentina, hasta la Segunda Gue-
rra Mundial, casi todas las vajillas
eran importadas, salvo la conocida
como “loza de campo”, que en re-
alidad se usaba en la mayoría de
las casas como vajilla de diario –
gruesa, con decoración sobria, un
blanco agrisado y muy dada a “cra-
quelarse”-.
Los orígenes de las vajillas de por-
celana eran variados – Inglaterra,
Francia, Bélgica, Hungría, Alema-
nia, China o Japón -. Alrededor de
1930 se generalizó la compra de
una loza denominada “loza fina” en
el momento de contraer enlace. De
La actual estética “vintage” – el
gusto por objetos pretéritos aunque
no tanto como para considerarlos
antigüedades – presta especial
atención a la legitimidad; el vintage
es opuesto al “retro” – copias con-
temporáneas del pasado -.
Después de la segunda mitad del
siglo XX, comenzaron no sólo las
marcas nacionales - Rigolleau,
Hartford Argentina, Tsuji y Verbano
-, sino también las formas hiperfun-
cionalistas – Colbo – y los diseños
divertidos/audaces de los países
nórdicos, Italia y EEUU. Un tesoro
del vintage es la vajilla de los ferro-
carriles.
Por otra parte se introdujo en el
uso cotidiano, tanto la vajilla arte-
sanal tosca – la mexicana y la chi-
lena -, como la industrializada de
alta calidad – un modelo era la
marca Vereco (el abuelo de Durax)
En tanto objetos de uso cotidiano o
festivo, la vajilla tiene la capacidad
de evocar navidades y aniversa-
rios, cumpleaños con chocolate en
taza, tortas y fuentes con masas
que se nos presentaban como el lí-
mite superior de las tentaciones
(¡qué ingenuidad pensar que las
tentaciones tienen límites!). Pero
su conservación exige cumplir re-
glas. Los que saben sostienen que
para estas piezas “nada de lavava-
jilla”, ningún material abrasivo,
agua tibia para limpiar. Servir antes
la leche a temperatura ambiente
para templar las tazas que reciben
los líquidos calientes, tener los pla-
tos en una zona protegida del
frío…
En fin, recetas de tías y tías de tías
que han hecho el milagro que alre-
dedor de una salsera o una azuca-
rera evoquemos mundos queridos
y desaparecidos.
La porcelana europea resultaba accesible sólo para las familias de alta posición económica, por ello
resulta escasa y más cara. Algunas son carísimas como las procedentes de Sévres o Limoges.
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COLUMNISTAS
Escribe
Eduardo Peñafort*
*Filósofo. Crítico de arte
esa época tenemos en las casas
los maravillosos restos azules,
amarillos, verdes o rosados de ori-
gen inglés legados por nuestros
padres.
La porcelana europea resultaba ac-
cesible sólo para las familias de
alta posición económica, por ello
resulta escasa y más cara. Algunas
son carísimas como las proceden-
tes de Sévres o Limoges. Las que
no tienen sello son imitaciones, in-
clusive hay una marca Limoges
que es norteamericana. La porce-
lana oriental, salvo los espectacu-
lares juegos que muy pocos tenían,
era entregada como yapa en algu-
nas marcas de té (Té Sol) o de yer-
bas.
En las cajas grandes venían juegos
de juguete o la tetera. De este ori-
gen resulta más fácil encontrar pie-
zas sueltas a la medida de un
presupuesto corriente.