El Nuevo Diario - page 19

Viernes 27 de mayo de 2016
ambos sexos: “en las citas, relaciones,
matrimonios, planes, cocina, limpieza,
entretenimiento, discusiones, sexo,
crianza y felicidad”, como indica la pro-
pia Mundy. Bajo el subtítulo de Cómo
la nueva mayoría de mujeres que sos-
tienen a sus familias está transfor-
mando el sexo, el amor y la familia,
Mundy cuenta cómo se ha producido
lo que llama “el gran cambio”, es decir,
“un giro profundo en la balanza del
poder económico, un sorprendente
cambio de roles, que no fue pla-
neado y apenas se pudo prever, y
que se deslizó por la puerta de atrás
mientras nadie miraba”.
¿Pero real-
mente hay para tanto? Y, más aún,
¿no será este auge de lo femenino,
más bien, una consecuencia indirecta
de la decadencia de lo masculino?
A LOGRAR LA SUPREMACÍA EN LOS ROLES DE GÉNERO
Reescribiendo
al hombre
L
o que en estos ensayos se su-
giere como correlato no es
tanto el auge de las mujeres en
cuanto agentes sociales como el de-
clive de los hombres, despistados y
sin referentes claros en un momento
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histórico en el que la masculinidad
clásica y sus representaciones han
sido sometidas a la deconstrucción
sistemática. Otros dos libros publica-
dos el pasado año han intentado dar
respuesta a esta situación del macho
moderno, desde un prisma quizá un
tanto frívolo y humorístico, pero que
en el fondo intentan redibujar la situa-
ción del hombre en una sociedad
donde las antiguas virtudes que ca-
racterizaban al género masculino
(hombría, fuerza, determinación) ya
no son vistas de manera tan positiva.
Por una parte se encuentra Man
Up! del periodista
de Newsweek, Wired y Slate Paul
O’Donnell, que prometía “367 habili-
dades clásicas para el hombre mo-
derno”, y que abordaban desde la
manera correcta de alzar a un bebé al
desarrollo de capacidades laborales
(¿cuándo he de dejar mi trabajo?
¿Cómo consigo otro nuevo?), pa-
sando por aspectos más frívolos
como un buen corte de pelo o cuál es
la mejor herramienta para afeitarse.
Lo más llamativo del libro es que
hace referencia a una serie de cuali-
dades que, en décadas anteriores, se
habían relacionado con el éxito feme-
nino y su necesidad de mantener una
apariencia y actitudes irreprochables.
El niño-hombre
Q
uizá el último y más defini-
torio ensayo en este sentido
sea Manning Up: How the
Rise of Women Has Turned Men into
Boys (Basic Books), y que apunta di-
rectamente al corazón del asunto, ha-
ciendo gala del mismo sentido del
humor que el resto de ensayos: en él,
la autora del Wall Street Journal Kay
Hymowitz señalaba que durante la úl-
tima década habían aparecido signos
innegables de una nueva figura en la
sociedad, el “niño-hombre” que tran-
sita tanto las películas de Adam
Sandler como en las de Judd Apa-
tow (Virgen a los 40) y que explican el
éxito de publicaciones como la
revista Maxim.
Hymowitz señala que, para los hom-
bres de entre 20 y 40 años, ha apare-
cido una nueva fase en la vida, una
posadolescencia en la que ya no
están obligados a madurar por com-
pleto, sino que pueden permitirse vivir
en una infancia infinita hasta que los
40 les obligan a madurar. Algo que no
ocurre, sin embargo, con las
mujeres, cuyo reloj biológico las im-
pele a afrontar con mayor premura
retos como la maternidad.
Robin escribía, precisamente, en The
End of Men, que “el fin no tiene por
qué ser un estado permanente de
existencia”. Quizá el problema no es
que el hombre haya llegado a su fin,
sino que al igual que lo que ocurrió
con la mujer en las últimas décadas
del siglo XX, simplemente esté vol-
viendo a reescribir su rol para volver
con más fuerza en las próximas déca-
das.
E
l análisis de Rosin no se fija únicamente en
las mujeres de los grandes centros urba-
nos cuyos trabajos están relacionados con
los conocimientos y las habilidades sociales, sino
que también proporciona evidencia que pone de
manifiesto que en las regiones industrializadas, la
clase trabajadora femenina ha superado a la
masculina. ¿La razón? Que los antiguos empleos
“de cuello azul” han desparecido y, con ellos, mu-
chos hombres han perdido sus puestos de tra-
bajo, por lo que han de ser las mujeres las que
consigan el sustento para la familia.
Una tesis compartida por hombres como el perio-
dista Dan Abrams, el autor de Man Down, cuyo
subtítulo resume bien cuál es el objeto del texto:
“Pruebas más allá de la duda razonable que las
mujeres son mejores conductoras, policías, juga-
doras, espías, líderes mundiales, catadoras de
cerveza, administradoras de fondos de inversión,
además de todo lo demás”. O, como lo definía
el Wall Street Journal, “una provocadora colec-
ción de ensayos pro-mujeres”.
El cambio de roles se ha producido sin que nadie
lo planease.
Sin embargo, todo avance social tiene su contra-
partida. Como publicaba The New York Times,
por primera vez en décadas, la esperanza de vida
en las mujeres del mundo occidental ha descen-
dido.
En concreto, las mujeres sin estudios
viven cinco años menos de media (73) que en
1990, algo que no ocurría con los hombres,
cuya esperanza de vida tan sólo se ha recor-
tado en tres años.
Por otra parte, las críticas a
Rosin no se han hecho esperar. Por ejemplo, en
las páginas del Sunday Times, Jenni Russell se-
ñalaba que el ensayo “es un intento fascinante
de capturar la realidad de los grandes cambios
sociales, pero su conclusión de que el mundo va-
lora más las cualidades de las mujeres que las de
los hombres y que estos deban parecerse más a
las mujeres para tener éxito no es convincente”.
¿Mejores habilidades, más estrés?
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