Viernes 27 de mayo de 2016
el futuro inmediato. Principalmente, se-
ñala la autora, porque las característi-
cas que habían distinguido al hombre
durante siglos (como su fuerza física)
ya no son necesarias en la sociedad
contemporánea, mientras que las que
habitualmente se han vinculado con el
género femenino, como la empatía, la
sensibilidad social y la inteligencia
emocional, son las que marcan la dife-
rencia hoy en día.
Alguno de los datos aportados por
Rosin son difícilmente discutibles: si
durante los años sesenta, el 6% de los
ingresos de los hogares americanos
eran proporcionados por mujeres, hoy
en día significan ya el 40%. Y de los 30
sectores laborales que más se espera
que crezcan en los próximos años, 20
están liderados por mujeres.
Existe un hilo conductor que explica
este auge de lo femenino frente a lo
masculino: básicamente, que las muje-
H
ace un par de años, un artículo
publicado en The Atlantic sacu-
dió los cimientos de la civiliza-
ción occidental, al menos en lo que
respecta a los roles de género. Bajo el
nombre de El final de los hombres, la
autora del reportaje, Hanna Rosin,
anunciaba que la tendencia milenaria
que señalaba la supremacía de los
hombres sobre las mujeres estaba
cambiando y, por fin, las mujeres esta-
ban mejor preparadas, ocupaban más
puestos de responsabilidad y, en defini-
tiva, en el futuro iban a ser más rele-
vantes que los hombres, que estaban
asistiendo a su propio declive sin saber
cómo reaccionar. Una arriesgada tesis
que la autora justificaba a partir de cri-
terios demográficos (cada vez nacen
más mujeres), sociales (ellas sacan
mejores notas y tienen una mejor for-
mación) y culturales (las nueva formas
de relaciones sexuales han favorecido
la libertad de las mujeres y las han ayu-
dado a mejorar socialmente).
La afirmación de la autora, como era de
esperar, no dejó indiferente a nadie. Un
par de años más tarde, Rosin vuelve a
la carga y publica The End of Men –
esta vez matizado adecuadamente con
el subtítulo And the Rise of Women
(NdelaR: Y el ascenso de la mujer) –
que reeditó la polémica de aquel artí-
culo.
La tesis, esta vez relatada a lo largo de
más de 300 páginas, vuelve a ser la de
aquel artículo: que el dinero, la educa-
ción y el poder están predestinados a
acabar en las manos de las mujeres en
res tienen una capacidad de adapta-
ción mucho mayor que la de los hom-
bres, por lo que han sabido
posicionarse ante las exigencias del
mundo laboral contemporáneo. Otra
explicación proporcionada por Rosin
es, por discutible que pueda parecer,
que la decisión de muchas personas de
no mantener una pareja estable ha be-
neficiado a las mujeres, que ya no se
ven obligadas a mantener relaciones
“distractivas”. Es decir, cada vez hay
menos mujeres atadas a las tareas del
hogar.
Maniqueísmo
femenino
D
esde luego, a lo que sí han
dado lugar estos libros es a un
bonito repertorio de sustantivos
y epítetos con que señalar las diferen-
cias entre hombres y mujeres. El tér-
mino “mancession” (algo así como
“hombrecesión”, mezcla de “hombres” y
“recesión”), acuñado por Rosin en el ar-
tículo primigenio, ha sido empleado con
frecuencia para calificar esta tendencia.
Además, la editora de The Atlantic utili-
zaba la recurrente metáfora material
para señalar las diferencias entre
ambos: las mujeres son de “plástico”,
porque son adaptables, y los hombres
son de “cartón”, rígidos y resistentes al
cambio. Una división maniquea que
muchos han considerado como la revi-
sión femenina e interesada del habitual,
y frecuentemente denigrado
“las muje-
res son de Venus y los hombre son
de Marte”.
Otro libro que ha abordado la misma
problemática es The Richer Sex,
de Liza Mundy, que asegura que el fu-
turo es de las mujeres. Un cambio que
se reflejará en todas las costumbres de
vidriera
18
UN MUNDO DONDE LAMUJER TIENDE
Varias publicacio-
nes, entre ellas dos
libros de amplia di-
fusión, hablan del
crecimiento de las
mujeres en todos
los campos. Hoy
hay más mujeres
que hombres en las
universidades y
cada día es mayor el
aporte económico
en las familias.
La decadencia
del hombre
Ilustración: Miguel Camporro