P
lantaba un arbolito ayudado por
un muchacho que me ayuda en
mucho en los quehaceres, en es-
pecial, en los que se requieren más es-
fuerzos físico que intelectual. Le
indicaba que luego de poner el terrón
con la planta nueva dentro del hoyo,
había que ir echando tierra hasta lle-
narlo todo. Despacio y con cuidado.
Luego, había que apretar la tierra
nueva recién puesta, con mucho cui-
dado y con algo que fuera fino pero sin
punto para no dañar las raíces; y con
algo no tan duro. Lo mejor son los
dedos porque no lastiman. Con suma
naturalidad, el me dijo” claro, porque
con los dedos y las manos se acaricia. Y
como usted quiere tanto a las plantas,
es justo lo que les viene bien, a ella y a
usted,...acariciarla”. Dijo eso con es-
pontaneidad y me dejó asombrado.
Me acordé de mi abuelita que decía que
uno tiene que aprender a encontrar la
fantasía en la realidad.Que era impres-
cindible hacerlo para no morirse de re-
alidad. Que había que aprender a volar
aunque fuera sentado en una silla de to-
tora. Volar es intentar ver más lejos
que con los pies en la tierra.
Estas cosas nos enseñan que no siempre
hace falta ir al Tibet a meditar ni tener
tal o cual cosa comercial para encon-
trar lo lindo, lo más. Otra vez vemos
que está en nosotros el volar, el tratar
de atrapar la fantasía aunque sea desde
una silla de totora. Aquel pensamiento
lindo, simpático y hasta romántico,
salió desde un pozo de tierra, no lo
Sábado 2 de enero de 2016
19
s
s
Pequeños errores
paralizantes
Una silla y mi estrella
TEMAS DE LA JUSTICIA
Escribe
s
s
envió ningún ángel desde el cielo.
Tampoco fue una fórmula de Einstein la
que lo descifró sino la espontaneidad
de una mente simple.
Está en nuestra forma de encarar las
cosas de la vida el encontrar esa fanta-
sía que se esconde, que está camuflada
en lo cotidiano, en lo rutinario. A veces
puede estar entre lo que se nos escurre
entre los dedos o, simplemente, en una
fecha. Una fecha que por convenciones
se entiende que es para meditar y dis-
frutar y que, según se sienta, debería
ser una fiesta. Una vez más, está en
nosotros llenar una fecha con toda fan-
tasía que seamos capaces. Una fanta-
sía que nos dé la alegría que, a veces,
se nos escapa; que nos acompañe con
esa esquiva paz que la velocidad nos
retacea. Cosa tan simples como esas,
hoy, nos suenan a fantasía. Tal vez,
solo una silla de totora nos sirva para
alcanzar una estrella; quizá no la de
Belén, pero será la de aquí, la nuestra,
la más dulce, la que seamos capaces de
imaginar.
tivamente parecida a la Policía Ad-
ministrativa.
Imaginar
que se puede entender
la necesidad del cambio de sistema
y el modo de hacerlo solo teniendo
la visión del propio despacho.
Imaginar
que hace falta, para
poner el sistema en orden, más que
la adopción del Sistema Acusatorio,
un pequeño cuerpo de investigado-
res fiscales y la criminalística en
manos del Ministerio Público, pues
solo con eso ya sería una revolu-
ción.
Imaginar
que algo puede cam-
biar premiando a los practicantes,
como ya dijera, de la teoría de la
“Cinta Transportadora”, es decir
esos incapaces de hacer camino con
el propio esfuerzo o multiplicar los
“Talentos” o “Poderes Recibidos”,
en perjuicio de los que están dis-
puestos a enfrentar los errores del
cambio.
Imaginar
una Policía Judicial sin
investigación fiscal (a no ser que
se trate de una Guardia de Honor).
Imaginar
a jueces fijando verda-
deras políticas de persecución penal
como Política de Estado.
Imaginar
, para peor, la posibili-
dad de que se haga política de per-
secución penal sin Sistema
Acusatorio.
Imaginar
la posibilidad de coor-
dinación entre el Ejecutivo y el Judi-
cial en materia penal sin Sistema
Acusatorio.
Imaginar
a una Policía Judicial
operativamente
dependiendo de un
Tribunal de Justicia.
Imaginar
que se cuenta con un
Laboratorio de Investigaciones
Forenses por el solo hecho de tener
un edificio y la aparatología, tal
como si se tratara de un gimnasio.
Imaginar
que la reforma no se
pueda hacer solo por una cuestión
presupuestaria.
Imaginar
que puede haber solu-
ciones de fondo sin cambiar los sis-
temas caducos vigentes.
Imaginar
a la Policía Judicial
como simétrica, análoga y cuantita-
Eduardo Quattropani*
Escribe
ALGO DE ALGUIEN
* Vicepresidente Consejo Federal de
Política Criminal de los Ministerios
Públicos de la República Argentina
LA COLUMNA DE LA TANA
s
s
Escribe
Alejandra Araya*
Hoy: Barrio tomado
Zooilógico
C
ómo llegaron, nadie lo supo
bien. Lo cierto es que allí, en
la puerta del barrio privado,
estaban los dos canes negros. Trataron
de echarlos pero la frase:
-Pobrecitos...
Pulsó la cuerda de la culpa
y el bino-
mio perruno, se fue quedando y mar-
cando terreno. De algún lado
aparecieron dos recipientes de plástico
cortados por la mitad con agua y co-
mida. Cuando alguien entraba o salía
se encontraba con un par de miradas
lánguidas y cabezas suplicantes. Ver-
los jugar y divertirse con el agua de
los aspersores generaba empatía y
confianza.
Y les abrieron la puerta... Les tiraron
unas mantas y los llevaron al veterina-
rio. Uno de los niños los llamó: Tor y
Tina y dijo: ¡Qué lindos!
Un escaso porcentaje de los vecinos
estaba de acuerdo en que los perros
estuvieran ahí, ocupando ese lugar,
pero como parecían populares e inte-
gradores, les dieron una oportunidad.
Tor, más diplomático y hábil que Tina,
estableció alianzas con los bóxers, ca-
niches toy y labradores convirtiéndose
en un líder carismático. El conflicto
empezó a generarse con los perros de
otros sectores que veían amenazados
sus derechos pues les retenía sus ali-
mentos para dárselos a los perros ca-
llejeros.
Los rottweiler, dogos y pit bull fueron
juzgados en nombre de los derechos
animales dejando sin efecto ciertos in-
dultos. Habían perseguido gatos, co-
rreteado palomas y maltratado a
chiguaguas.
Tina dejó de usar los recipientes de
plástico y la manta vieja que cambió
por otras compradas en pet shop. Tor,
que contaba con el apoyo de las aves,
promulgó la Ley del Aire para que
todos los pajaritos pudieran volar sin
restricciones.
Con astutas estrategias, convocaron a
los perros más jóvenes y crearon un
grupo de fieles seguidores ubicándolos
en determinadas casas. Así tuvieron el
control de la garita e información de
los vecinos que les dio capacidad de
maniobra.
Mientras Tina ladraba y ladraba sobre
la Naturaleza Grande, convocando a
la jauría, repartiendo y repartiendo,
Tor hacía negocios y acumulaba poder
y riqueza perruna.
Años así, manejando el barrio. Hasta
que
“Todo concluye al fin, nada
puede escapar, todo tiene un final,
todo termina”. Los perros y perras se
empezaron a cansar. Primero fue un
sonido impreciso y sordo como en
“Casa Tomada” de Cortázar y, como
los protagonistas del cuento, lo nega-
ron.
Pasó el tiempo y el ruido fue cre-
ciendo, tomando distintas partes del
barrio, intensificándose, convirtién-
dose en dignidad.
Y el ruido sonó a
“Presente” de Vox Dei: “Y olvidé
aquello que una vez pensaba que
nunca acabaría, nunca acabaría,
pero sin embargo terminó”.
Tor y
Tina se sintieron expulsados y del otro
lado del portón, no les quedó otra que
tirar la llave.
*Profesora en Letras y escritora
Gustavo Ruckschloss