Viernes 28 de abril de 2017
AD
ALBERNEZ ES MÉDICA Y FUE SOMETIDA A TRES CIRUGÍAS, QUIMIO Y RADIOTERAPIA
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venas y estoy tan agradecida a ellas que
no debí colocarme el catéter.
—¿El tratamiento y sus complicaciones
Pese a que debió postergar un año el examen para recibirse
de profesora de Danzas Árabes, lo logró y ya tiene su acade-
mia propia. Dejó el ejercicio de la medicina y encontró la
explicación científica al impacto de la danza como terapia.
habló de la necesidad de colocarme un
catéter para poder realizar la quimio. Los
ángeles de enfermeras que me realizaban
la vía pudieron preservar siempre mis
Danza y escritura
Adriana Alber-
nez canalizaba
sus estados de
ánimo a través
del arte, a
veces la danza
y a veces la
poesía. El 14
de mayo del
2014, en pleno
tratamiento,
escribió lo si-
guiente:
No me duelen las heridas, si los recuerdos.
Dejar atrás mariposas, da melancolía.
Si perdí, parte de mi piel, no me interesa.
..Las renuncias...Son siempre grises…
No soy una valiente. Valiente es quien elige
su camino,
Aunque sea pedregoso y áspero.
Obediente…eso soy, de mis sentidos.
Obediente a mis suspiros, aunque tema…
Paso a paso, escucho mí amanecer,
Aspirar ser arcoíris…de mis células...
Nacer, danzando desde mi alma.
Reciclando el tiempo…tiempo no vivido.
Bailar, una
terapia para
vencer el
cáncer
E
n marzo del 2014 le diagnostica-
ron cáncer de mama, y le realiza-
ron dos cirugías para extraer el
nódulo mamario y ganglios axilares de la
cadena anterior. El tratamiento continuó
con 26 sesiones de quimioterapia que se
extendieron durante ocho meses, a lo que
le siguieron dos meses de radioterapia.
En ese momento, estaba cursando el
quinto año de danzas árabes.
Esta es la historia de Adriana Albernez,
una médica pediatra que ama las danzas
árabes y que logró recibirse de profesora,
pese a que el diagnóstico médico era bas-
tante pesimista. Cuando el oncólogo la
autorizó volvió a las clases, y fue “el arma
más poderosa junto a mi fe y el amor de
familiares y amigos para enfrentar ese ca-
mino”, dice.
Tras la enfermedad, Adriana dejó el ejerci-
cio de la medicina y se aferró a su pasión.
Hace un año logró fundar su propia aca-
demia de danzas árabes en el departa-
mento Caucete.
—¿Cómo es alimentar el espíritu de la
danza con la experiencia de salud que
tuviste?
—Puedo decirte que la danza abrazaba
mis días difíciles. Cada miércoles de qui-
mioterapia, había un martes de danza
para no pensar negativamente y un jue-
ves de danza para calmar los dolores y
efectos. Yo creí que faltaría a muchas cla-
ses , pero me fui dando cuenta que la
danza mejoraba mi estado general, era
otra terapia, canalizaba los efectos tóxicos
de las drogas, y las emociones, los mie-
dos, la impotencia, las tristezas y las
dudas.
—¿Hay algo que te marcó dentro de
este cuadro terrible que era saber que
tenías cáncer?
—Nunca voy a olvidar cuando perdí todo
mi cabello y me puse mi primer turbante.
Avisé a mis compañeras lo que sucedía y
ese día de clases y por muchos más mis
compañeras fueron con pañuelos en la
cabeza.
—¿Tuviste alguna complicación a raíz
del tratamiento?
—Pasé por muchas cosas. Una complica-
ción fue que por tener mis venas muy
finas, se rompieron y la droga me hizo
una reacción en mi brazo igual a una gran
quemadura, luego de eso mi oncólogo me
te obligaron a dejar de bailar?
—Nunca dejé de bailar, a pesar de tener
por momentos muy bajas las defensas, a
pesar de estar desbordada de miedos,
siempre bailé y seguí adelante.
—¿Te recibiste en el tiempo estipu-
lado en el plan de estudios?
—No pude rendir mi examen final y reci-
birme porque en noviembre de ese año,
me fracturé el pie derecho. El tiempo me
mostró que debía estar más “entera”
para poder disfrutar el examen que fue al
año siguiente.
—¿Cuánto influyó en tu recuperación
el tema de la danza?
—La vida es un gran escenario del que
no hay que bajarse nunca hasta que ella
lo diga. Apegarme al arte fue mi terapia
paralela, la danza y la escritura. Y no me
considero “una valiente”, sí una mujer
“obediente de mis sentidos”.
—¿Cómo sentís que el cáncer está en
tu cuerpo?
—El cuerpo te habla con síntomas
cuando tu calidad de vida no es buena, y
el “cáncer” es un gran grito. Esta enfer-
medad me mostró muchas cosas.
—¿Por qué dejaste el ejercicio de la
medicina?
—Dejé mi cargo de médica pediatra para
abrir otras puertas, seguir otros caminos,
soy una convencida de que “mi medicina
pasa por otro lado”.
—¿Hay una explicación científica a lo
que te pasó con tu recuperación a tra-
vés de la danza?
—Buscando cómo unir mis caminos es
que encontré la “Biodanza Clínica” y
estoy haciendo la formación. Es muy in-
teresante saber científicamente que las
emociones están mediadas en nuestro
cuerpo por sustancias u hormonas, que
hay músicas, ritmos y distintas danzas
espontáneas que producen efectos
adrenérgicos o colinérgicos en nuestra
biología y nos ayudan a sanar junto a la
medicina convencional. Bueno, para allá
voy.
—¿Cómo está tu salud hoy?
—Ahora estoy muy bien, bajo controles 2
veces al año durante 10 años. El alta en
las mujeres que nos enfermamos de cán-
cer de mama se da después de ese
tiempo de estar sana.