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Viernes 10 de noviembre de 2017
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FAMILIA ABRAHAM-CHIAPINI
E
l 3 de noviembre, la Or-
questa Sinfónica de la
UNSJ ofreció su último
concierto del 2017. “La muerte de
un soldado”, de Igor Stravinsky,
fue la obra elegida y el título no
fue al azar. Esa fue la obra que el
maestro Jorge Fontenla, primer
director de Sinfónica, le propuso
hacer hace años a Juan Carlos
Abraham, pero el sorpresivo falle-
cimiento del reconocido coreó-
grafo y bailarín en 1987 impidió
que llegara a escena.
Este concierto tuvo, además, otro
condimento especial: convocados
para la puesta, por primera vez,
la bailarina Marian Abraham y su
hermano, el actor y comunicador
Juan Abraham compartieron el
escenarop del Auditorio Victoria.
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La inclinación de Juan Carlos
Abraham por el arte comenzó
durante su niñez. Y al regresar
del servicio militar, inició sus estu-
dios de danza con Nebita Alladio
y luego, en el Instituto Superior de
Arte (ISA) en los ’60, conoció a su
compañera profesional, Violeta
Pérez Lobos, con quien formó
una dupla que marcó un hito en
la danza sanjuanina.
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Por su parte, Antonieta Chiapini
comenzó su carrera artística a
través de la danza, y fue
pareja de Juan Carlos,
sobre todo cuando la te-
levisión recién arribaba a
la provincia y el programa
“San Juan Alta Visión”
irrumpía en la casa de
todos los sanjuaninos.
Luego, Antonieta se dedicó
al canto lírico y junto a Yiya
Paz crearon uno de los dúos
femeninos más reconocidos
de San Juan: “Las dos Yiyas”.
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En 1968 Juan Carlos y Anto-
nieta se casaron y fue tal la re-
percusión, que hasta les
propusieron televisar en directo la
unión. En 1973, nació Marian y
en el ’76, Juan Carlos hijo. Luego,
de la unión entre Marian y el bai-
larín y coreógrafo Gerardo Le-
cich, llegaría la tercera
generación de artistas de la fami-
lia, Gerardo Lecich Abraham (23).
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El 22 de mayo pasado se cum-
plieron 30 años de la muerte de
Juan Carlos —a causa de un
aneurisma de aorta— y en el
marco de ese aniversario y de la
reunión de Mariam y de su her-
mano Juan por primera vez sobre
un escenario, El Nuevo Diario
reunió a la familia Abraham Chia-
pini para recordar al maestro.
—Marian y Juan, ¿se sintieron
Con el arte
en el ADN
presionados a continuar el le-
gado de sus padres?
Marian
: —Mi padre fue el que me
guió, me exigió. Mi hermano era
más disciplinado, excelente
alumno, leía todo lo que mi papa
quería. Yo era la que quería jugar,
comer mucho, que para mi papá
eso era tremendo que alguien en
la familia fuera excesivo con el
tema del peso. Quería que entre-
nara mucho, que bailara porque
tenía condiciones. Cuando era
chiquita lo tomaba como un juego
pero cuando empecé a crecer, él
me empezó a exigir más y no en-
tendía porque él adentro de la
clase no era mi padre, no podía
hacer diferencia con las otras
alumnas. Si llegaba tarde o si no
iba de rodete, paraba la clase y
adelante de todo el mundo me
decía ¿qué paso? Me sentía tan
avergonzada que un día me fui y
dije no vuelvo más, ofendida.
Juan:
—Yo lo viví como algo natu-
ral, encima con padres bastante
populares, queridos y talentosos,
hubo una cuestión de mucha auto
exigencia. Cuando cumplí los 19
años decidí irme porque empecé
la carrera en Comunicación en la
UNSJ y los profesores se acerca-
ban a saludarme o en los pasillos
me decían: ¿Vos sos hijo de Juan
Carlos? Un profesor se pasó una
clase hablando de los que habían
armado la televisión en San Juan
y nombraba a mis padres. Era una
cosa tan rara que dije “no me
puedo presentar a rendir y ser un
mediocre“. Me fui a Córdoba y
continué la carrera de periodismo.
—Marian, vos te fuiste pero vol-
viste a la danza.
M
: —Todo el tiempo mi papá me
decía has venido para bailar. Crecí
escuchando música y a mi madre
cantando ópera, ensayando. Nos
llevaban a ver óperas desde chi-
quitos, ballets. Me acuerdo que
una vez vino una compañera de
danza—teatro de Alemania, yo era
chica y fuimos con mi hermano.
Nos daba risa porque se trepaban
a las paredes. Mi papá nos sacó y
nos dijo: “el teatro es sagrado, acá
nadie habla”. En mi adolescencia,
cuando volví a la danza, tuve la
suerte poder compartir con él mu-
chos momentos y sus enseñan-
zas. Mi papá partió y la danza
quedó en nuestros genes. Me da
mucha emoción y felicidad que mi
hijo Gerardo pueda también seguir
los pasos.
—¿Se sintieron atraídos por el
canto?
M:
— Olvídate, munca.
J
: —En Córdoba, un día pasé por
el Teatro San Martin y había audi-
ciones para el coro juvenil. Estuve
10 años cantando con el maestro
Hugo de la Vega, hicimos giras
por Europa, viajamos por toda Ar-
gentina. Fue muy lindo hasta que
cumplí un ciclo. Seguí estudiando
en el Conservatorio de Música en
Córdoba. Mi formación es más
con la música y con el canto, no
soy instrumentista. El teatro vino
después, como consecuencia de
empezar a audicionar y trabajar
en comedias infantiles (NdelaR:
Este año actuó en el Teatro del Bi-
centenario en el infantil “Mago de
Oz”) y en algunas otras comedias
para adultos (NdelaR: Quedó con-
tratado para la obra Bollywood,
que José María Muscari hará este
verano en Carlos Paz). Ahí me en-
ganche más con la organicidad
que tiene el cuerpo.
— ¿Y acá habías cantado?
J
: —Sí, en el coro de varones y
empecé con piano en la Escuela
de Música. Tenía 9 años, iba a la
El bailarín y coreógrafo Juan Car-
los Abraham y su esposa, la can-
tante y bailarina Antonieta Chiapini,
son dos de los artistas más reco-
nocidos de San Juan. Juan Carlos
falleció en 1987, pero su legado y
el de Antonieta continúan en sus
hijos, Marian y Juan, y en su nieto
Gerardo Lecich Abraham.
Juan Carlos y Antonieta en
Canal 8. La fotografía fue
tomada en una presenta-
ción que realizaron para el
programa “San Juan en
Alta Visión”, en el año
1967. En esa oportunidad
la pareja interpretó “Bajo
los Puentes de Paris”.
Antonieta Chiapini, con sus hijos
Marian y Juan Carlos y su nieto
Gerardo Lecich Abraham.
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