Atlas Lingüistico y Etnográfico del Nuevo Cuyo
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de la piedad que despierta un ser querido o cercano, porque de
sus labios obtuvimos conocimientos que no se limitaron al cues-
tionario oficioso de nuestro trabajo académico.
En poblaciones o localidades reducidas, la selección de los
informantes resultó menos difícil y poco cuestionada por no-
sotros mismos durante las reuniones de análisis, previos a la
confirmación y viajes. Por lo general, todas las voces y opinio-
nes de los vecinos nos llevaban a la persona que la comunidad
designaba como su mejor representante, como la persona indi-
cada y más capaz para contestarnos. Solía tratarse del mejor
agricultor, peón o patrón, del ciudadano distinguido por to-
dos, del hombre respetado por su actividad. No pocas veces
resultó ser el almacenero de ramos generales, el dueño de una
fonda o, a veces, el maestro. Habitualmente, para llegar a ese
informante ideal, óptimo o escogido, era preciso pasar, antes,
por uno, dos o varios asesores previos que nos señalaban el
camino para cumplir nuestro cometido.
En cambio, en poblaciones de considerable urbanización,
con mayor cantidad de habitantes y actividad económica e in-
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, las circunstanciasse complicabanpor cuanto no siem-
pre las personas indicadas coincidían en el dominio de los tres
campos de nuestro interés. Para llegar al informante preciso
debíamos pasar por el asesoramiento de hasta cinco personas
que progresivamente nos daban la señal próxima o exacta. Den-
tro de esta gama socioeconómica -y lingüística- de selección de
informantes, nos han tocado en suerte situaciones complejas.
Por ejemplo, convenir durante un viaje el próximo encuentro
con la persona seleccionada, un hombre con inteligencia clara,
dentadura completa, lucidez y dominio de los temas requeri-
dos y que, cuando llegábamos a entrevistarlo, el sujeto había
sido internado repentinamente, o incluso, en un caso, fallecido
dos días antes de nuestro arribo. A nuestras espaldas pesaba,
como gaje del oficio, que para cumplir con nuestras obligacio-
nes, nos habíamos movilizado varias jornadas y varios cientos
de kilómetros.
Por fin, las dificultades mayúsculas se presentaron en la se-
lección del informante apropiado para cada una de las cuatro
grandes capitales, tarea compleja que cubrimos con personas
con estudios superiores, alto nivel económico y actividad social
o política destacada.
La pretensión de encontrar informantes sin la carga cultural
de la alfabetización nos pareció al principio, un fracas o
metodológico. Después comprendimos que no era necesario
trabajar con analfabetos para terciar con persona s
incontaminadas por la sociedad, los medios o la escuela, per-
fectamente hábiles en el conocimiento de la naturaleza, de la s
tareas culturales de la vid y en el manejo de la alimentación
familiar, desde la huerta hasta la economía y aprovechamiento
del cerdo. En efecto, estamos convencidos de que en la región
estudiada, después de tantas andanzas y peripecias, buscar in-
formantes analfabetos es una dificultad muchas veces insupe-
rable. Del mismo modo pretender hombres que no hubieran
salido de su pueblo, cuando se trata de poblaciones herederas
de grandes caminadores de épocas pretéritas, de caravaneros,
acemileros durante la colonia, arrieros y hoy camioneros, bus-
cavidas, curiosos de todo jaez. No solamente la geografía lin-
güística podrá condolerse de esta ruptura al método propuesto,
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Nos referimos a centros con más de 20.000 habitantes. En esta categoría
incluimos las cuatro capitales de provincias y las grandes ciudades subsi-
diarias (San Rafael, Villa Mercedes, Jáchal y Chilecito).
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El primer informante era un experimentado carneador, de hábitos urba-
nos, pero con escasísimo conocimiento del ámbito rural. Respondió por
Santa Lucía, San Juan.
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Nuestra segunda desazón la produjo un señor muy bien informado, con
muy buen vocabulario forjado desde lecturas, pero en todo momento
carente de experiencia vivencial en los temas requeridos. Respondió por
Chilecito, La Rioja.
