Viernes 9 de noviembre de 2018
DERIVACIONES
Fuentes:
Historia hoy (
niero-meano-n54) • Wikipedia • Todo es historia •
-
nistas.com.ar • Página 12 •
s
Otro hecho
de sangre en
la misma casa
P
ero la historia no termina
acá.
Pocos meses después del
asesinato del arquitecto
Meano
, la
residencia de la calle Rodríguez
Peña 30, que fuera escenario del cri-
men, volvió a cubrirse con las som-
bras de la muerte.
Un gentío se apiñaba en las puertas
de la casa ocupada por la
señora
Luisa Franchini
, viuda de
Meano, comentando agitadamente
las noticias que circulaban referentes
al drama sangriento que acababa de
desarrollarse.
Dos ambulancias de la Asistencia
Pública llegaron en seguida, con mé-
dicos y elementos de curación lle-
vándose a poco, en el interior de una
de ellas, el cadáver de un hombre.
lll
Según se supo, Gaspar Pecchio sir-
vió en casa de los esposos Meano,
hasta que fue despedido con excu-
sas de un viaje de sus patrones
a
Europa
. De regreso en Buenos
Aires, no fue repuesto en su empleo,
hasta que enviudó la señora Meano.
Los demás empleados observaron
que el comportamiento de Pecchio
dejaba algo que desear, lo que
puesto en conocimiento de la se-
ñora, hizo que ésta lo despidiera el
19 de julio último. Pecchio dijo que
no saldría de la casa sin haber
hecho antes algo que les dejara allí
un recuerdo imperecedero, insi-
nuando una venganza.
lll
Tres días después, escribió una
carta a la viuda de Meano, pidién-
dole un certificado de buena con-
ducta, que ésta hizo redactar a su
cochero Gay. Pecchio le escribió en-
tonces al cochero una carta en la que
le decía que lo esperaba en la es-
quina San Martín y Tucumán, de
nueve a nueve y media de la ma-
ñana, con lo cual logró que saliera a
esa hora de la casa, dejándole com-
pletamente libre la entrada. Ingresó
en la casa de la viuda de Meano y
ésta lo increpó por su proceder, en-
tonces Pecchio la amenazó de
muerte. La señora Franchini alar-
mada, llamó a la policía y su agresor
escapó rápidamente.
lll
Utilizando el mismo engaño, Pecchio
volvió a la casa de su ex patrona. En-
contró a la señora de
Víctor
Meano
en su dormitorio. Ésta le im-
puso que se marchara en el acto, y
E
l arquitecto Meano con su
esposa no era muy normal.
Según
en
1883 Vittorio Meano había cono-
cido a una mujer un año mayor
que él, de la cual se enamoró. Se
llamaba Luigia Fraschini, estaba
casada con un primo. Su marido
formaba parte de una pandilla de
pícaros (ex cafetero, remendón,
actor ocasional). “Aquella pasión
fue la ruina de su vida”,
comen-
tará su hermano Cesare para la ne-
crológica de Meano publicada en
Turín.
Meano y Luigia emigraron juntos es-
capando del marido de ella (en el
registro del barco se inscribieron
como matrimonio bajo el apellido
Mehan, para evitar ser rastreados).
Por esa razón es que, a diferencia
de sus colegas, Meano evitó el trato
con la sociedad porteña. Sólo había
ventilado su secreto con Tamburini,
y con dos compañeros del barco:
Giuseppe Solari y Pellegrino Botto,
genoveses, garibaldinos, fundado-
res del Hospital Italiano (en la bó-
veda de ambos en la Recoleta sería
enterrado Meano en 1904).
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En Montevideo, proyectó el Palacio
Legislativo, parcialmente modificado
por el arquitecto italiano Gaetano
Moretti (1860-1938).
En 1895 fallece el marido de Luigia
en Turín y la pareja por fin puede
casarse en Buenos Aires. Luigia se
transforma en Luisa; Meano prefiere
seguir siendo Vittorio. Se mudaron
de la calle Cerrito 680 (frente al
Colón) a Rodríguez Peña 30, para
que él estuviera cerca de su nuevo
proyecto.
La propiedad era vivienda y estudio,
quince personas trabajaban en ella
(además de un arquitecto, dos inge-
nieros, un fotógrafo y un proyectista,
hay dos mucamas, cocinero, lavan-
dera, cochero y mozos de cuadra
para encargarse de la caballeriza).
lll
La relación entre Meano y su es-
posa siempre fue de desconfianza.
Era verdad que él le dedicaba bas-
tante más tiempo a sus grandes
proyectos que a Luisa, su mujer, y
que la relación con aquella mole de
ladrillos llevaba casi una década. El
arquitecto tenía bastantes preocu-
paciones con el Congreso y el lite-
ralmente interminable Teatro Colón.
Por su parte, Luisa o Luigia era una
mujer pasional, siempre dispuesta a
tener sexo. Y lo tenía, estuviera o
no en casa su segundo esposo.
Al hacer la
autopsia del
cadáver, se notó que
las ropas interiores
que vestía llevaban
las iniciales del
ingeniero Meano.
Pecchio, cerrando la puerta, accionó
tres veces el gatillo del revolver que
esgrimía sin que saliera ninguna
bala. La señora, aterrorizada, intentó
escapar a tiempo pero fue herida en
un brazo, cayendo en el acto desma-
yada. El agresor se acostó sobre el
lecho, descerrajándose un balazo
que le atravesó el paladar, producién-
dole una muerte instantánea.
lll
En sus ropas se encontraron dos car-
tas: una dirigida al comisario de la
sección y otra a su hermano, Pedro
Pecchio en la que se despide de él.
Pedro en algunas ocasiones acom-
pañó a su hermano a la provincia de
Buenos Aires, donde se ocuparon de
trabajos agrícolas.
El hermano declaró que pocos días
antes del acontecimiento dramático él
tenía preparado un anónimo dirigido
a la viuda y en el que le aconsejaba
que no recibiera en su casa a Gas-
par, pues éste tenía trastornada la
cabeza.
Aunque la herida de la viuda no re-
sultó ser de gravedad el juez doctor
Gallegos, inició el sumario desde el
primer momento. Todos los sirvientes
de la casa coincidieron en declarar la
culpabilidad del suicida.
Al hacer la autopsia del cadáver, se
notó que las ropas interiores que ves-
tía
llevaban las iniciales del inge-
niero Meano.
Una “femme fatale”
Meano con su esposa Luigia Fraschini
Luigia Fraschini, viuda de Meano
Catalina Vera, sirvienta de Luigia
Gaspar Pecchio, heridor de la
viuda y suicida
Pedro Pecchio, hermano del suicida
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