tenía, me acuerdo claramente, 11
años. Mi abuelo era carpintero. Le robé
un formón y un martillo y en el tronco,
que estaba más recto, la hice a mi
mamá.
—Pará ¿sin estudios hiciste esto?
—Tengo recuerdos de que yo, ya
antes, me iba al puente de Albardón en
bicicleta a sacar arcilla seca del río. Le
limpiaba la arena, la molía y hacía es-
culturas. Hice Bernardino Rivadavia
que lo dejé en la escuela y un Beetho-
ven que se lo dejé a mi vecino Alborch,
un alemán. Y modelaba, pero una cosa
es modelar, modelar es agregar y otra
cosa es esculpir. En la escultura vos
retirás. Tenés un mármol y tenés que
sacar lo que sobra para encontrar la fi-
gura deseada.
—¿De dónde un tipo de 12 años
saca la madera necesaria para que
aparezca esta figura, que tiene pro-
porciones?
—Es muy bonita. La tengo de recuerdo
porque es una de las cosas que hasta
hoy nunca abandoné, la escultura. Co-
Viernes 9 de noviembre de 2018
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s
mencé muy chiquito. Me acuerdo que
una vez un enjambre de abejas se
colgó en un duraznero que había en el
fondo. Mi papá llamó un apicultor,
metió las abejas en dos cajas y tuvi-
mos miel. Cuando colocaba la miel a
baño maría la cera subía y en esa
cera yo modelaba, era muy chiquito
también.
—A ver, Ricardo, para que me ubi-
que bien. ¿Hay condiciones natura-
les? ¿Hay artistas que a los cuatro
años eran Mozart? ¿En tu caso tu-
viste quién te enseñara?
—Absolutamente nadie hasta hoy.
Nunca fui a una escuela. He ido mejo-
rando y voy a seguir mejorando, a la
escultura se la práctica. Hace dos años
estuve en China en un festival interna-
cional de escultores, recomendado por
un amigo de San Pablo que es escultor
y que había ido dos veces. Hice una
escultura muy linda de 8 metros por 3
metros de altura. Son dos manos, las
de Mao Tse—tung modelando el futuro
chino. A los chinos les encantó el tema
porque son maoístas todos y ganó el
primer premio. Yo veo esto: sin haber
tenido una escuela dejo una escultura
en China en bronce, con primer pre-
mio, digo “tío, muy bien, porque creo
que todo hay que llevarlo a serio”.
—Hablás más como artista que
como cirujano…
—Yo no me jacto de tener excelentes
resultados de cirugía plástica. Es obli-
gación tener buenos resultados en ci-
rugía plástica. Tengo una escultura que
hice en honor a quien me manda pa-
cientes hace cincuenta años, el espejo.
Dos figuras, una dentro y otra afuera,
que se miran. Todas mis pacientes vie-
nen por el espejo y al espejo vuelven.
Vos prometés y tenés que satisfacer la
expectativa de esa paciente. ¿Cómo sé
la nariz que te corresponde, cómo sé
darte la edad que querés mejorar sin
pasarme? ¿Y el tamaño de la teta? ¿Y
que te veas al espejo y seas feliz? Es
una obligación. Por eso en esto es muy
importante hablar de mi viejo, la res-
Cómo lo vi
ENTREVISTAS Y ALGO MAS...
no lo escucha a Ricardo Bustos y rápidamente advierte que no se ajusta a los
moldes tradicionales del sanjuanino. Extrovertido, desprejuiciado en sus con-
ceptos, contundente en sus afirmaciones, queda claro que por sobre todas las
cosas es un artista. Es cirujano estético y escultor reconocido pero podría
haber sido también arquitecto, actor de teatro o conductor de televisión con
igual éxito.
Pero a medida que transcurre la charla uno tiene la sensación que ese Ricardo,
exuberante en su decir, aparentemente libre como el viento, aun guarda en su
interior el niño que fue. Y como tal sigue fuertemente unido a aquel padre omni-
presente en su ausencia, como pidiéndole su aprobación por lo que construyó
con su libertad.
JCB
Luis Nicolás Bustos y su esposa Herminia
Guidet, junto a sus hijos Luis Antonio, el
mayor; Ricardo y las hermanas mellizas
Norma Ester y Norma Beatriz.
U
9
l
“Cuando me
fui a estudiar
medicina, la tenía
de novia a la Olga
Riutort, me hubiera
casado con ella
y hubiese sido
gobernador de
Córdoba”.