Los Veja Moreno son conocidos en San Juan
sobre todo por la actividad del oftalmólogo, Juan Veja
Moreno, también por su padre Juan Veja Alabarse, que
fue uno de los primeros visitadores médicos de la
provincia, él trabajó durante varios años y fue jefe de
la farmacia del Hospital Rawson. Una historia de
adversidades y constante esfuerzo.
Los periplos
de los Veja
La de los Veja fue una historia compli-
cada desde sus inicios. Antonio Veja
nació en Granada, en un pueblo lla-
mado Ítrabo. A fines del siglo XIX, des-
pués de cumplir los 18 años, fue
enviado por su país a la guerra hispano
estadounidense, luego de la cual co-
menzó la ocupación norteamericana de
la isla de Cuba. Las bajas fueron nu-
merosísimas entre los españoles, pero
Antonio logró volver con vida a su tie-
rra. Se casó con Emilia Alabarse y se
mudaron a Murcia. Estando allí se en-
teraron de que pronto comenzarían a
reclutar nuevamente a los jóvenes,
esta vez para la guerra de Melilla. El
joven matrimonio, que ya tenía un hijo,
Antonio, decidió huir rumbo a Sudamé-
rica.
Viajaron en el barco Alfonso XIII y de-
sembarcaron en el Puerto de Santos,
Brasil. Desde allí los llevaron a un pue-
blo llamado Jaú, ubicado casi en el
centro del país. En esa época, princi-
pios del siglo XX, empezaban a funcio-
nar los grandes cafetales. Ellos
entraron a trabajar ahí, ateniéndose a
rigurosas condiciones de vida. Constru-
yeron sus chozas, estaban casi siem-
pre endeudados y prácticamente vivían
como esclavos. Además, allí tuvieron
tres hijos: Miguel, Dolores y Marino.
Después de algunos años viviendo en
Brasil, decidieron escapar hacia Argen-
tina y se instalaron en Santiago del Es-
tero.
En el norte, Antonio y Emilia compraron
algunas tierras y comenzaron a cultivar.
Cuando la cosechaba estaba lista llegó
una manga de langostas que los dejó
en la miseria absoluta. Una vez más
decidieron volver a empezar y se fue-
ron a
Tucumán, donde nació el
quinto y último hijo del matrimonio,
Juan Veja
. Allí vivieron en casas de
gente amiga, hacían y vendían pan,
hasta que tuvieron la oportunidad de
venir a San Juan.
El matrimonio, y sus cinco hijos, el
menor con dos años, viajaron en ca-
rreta durante varias semanas hasta lle-
gar a esta provincia, aproximadamente
en 1917. Acá se instalaron en El Sa-
lado, departamento Albardón, donde
Antonio padre comenzó a trabajar
como capataz en cultivos de vid. La
zona era desolada y complicada.
Cuando los padres se iban a comprar
la mercadería, llevándose a la única
hija, los varones se subían al techo de
la casa y cada tanto tiraban tiros para
que nadie que pudiera ponerlos en peli-
gro se acercara a la vivienda.
Trabajando en Albardón, pudieron aho-
rrar algo de dinero para comprar una
empezar a trabajar. Es con el menor de
ellos, Juan, con quien sigue la trama. El
tuvo que dejar la escuela e ingresó a
una bodega. A veces, para poder ano-
tarse una hora y ganar algo más de di-
nero, se metía por el túnel en el que se
molía la uva y que le permitía llegar a la
oficina del contador. En el libro del pro-
fesional se anotaba una hora más para
poder cobrar un dinero extra. Cuando
su madre descubrió lo que hacía le dio
tal reto, que nunca más se le ocurrió
volver a arriesgarse de esa manera.
Después de estar un tiempo en la bo-
dega, decidió buscar trabajo en la far-
macia La Fraternal, entonces ubicada
Viernes 28 de octubre de 2016
finca en Rawson, donde comenzaron a
prosperar, incluso compraron uno de
los ómnibus con los que comenzó a
funcionar la Empresa Mayo. Sin em-
bargo, pronto la adversidad volvió a
aparecer cuando Antonio enfermó gra-
vemente y falleció, todavía no cumplía
los 50 años y el menor de sus hijos
tenía apenas 9 años.
Juan Veja: de la
bodega a las
farmacias
Los dos hermanos más grandes se ca-
saron y se fueron de la casa familiar,
pero los dos más chicos tuvieron que
en 25 de Mayo y Mendoza, porque co-
nocía al dueño. Comenzó haciendo ta-
reas de limpieza, pero pronto aprendió
a preparar medicamentos y con doce
años era quien se ocupaba de ponerle
las inyecciones al jefe de la Policía en
ese momento. Para ir y volver de la far-
macia, caminaba varias cuadras entre
el local de la botica y su casa, que es-
taba ubicada cerca de las Cuatro Es-
quinas, en la zona de España y
Comandante Cabot. Las alpargatas ter-
minaban llenas de bigotes después de
las semanas de caminata.
Sin embargo, pronto tuvo que abando-
nar su lugar de trabajo porque su fami-
lia comenzó a ser perseguida por los
cantonistas. Ellos no eran opositores,
pero como sus hermanos mayores tra-
bajaron como choferes de gobernado-
res conservadores, los incluían en ese
bando. Tuvieron que irse a Mendoza,
pero Juan extrañaba mucho. Allá logró
entrar en asistencia pública y casi
todos los días se iba a la estación para
ver el tren que llegaba desde San Juan.
Hasta que un día vio bajar a su antiguo
jefe, quien le ofreció volver a la farma-
cia y vivir con uno de los encargados
del negocio y así lo hizo.
Juan, que quería seguir progresando,
se recibió de idóneo de farmacia y
entró a trabajar en la farmacia del Hos-
pital Rawson. Fue en esa época, des-
pués de los veinte años, cuando
conoció a Lucía Moreno. En contra de
su voluntad, porque tenía un casa-
miento, acompañó a su hermano que
iba a ser padrino de bautismo. La idea
era estar un rato para luego ir a la otra
gran fiesta, pero no estaba en sus pla-
nes conocer a la “petisa”, con quien
desde esa noche supo que compartiría
el resto de su vida.
Lucía Moreno,
hija de inmigrantes
españoles
Lucía era hija de Juan Moreno y En-
carnación Fresneda
, ambos españo-
les que llegaron al país con pocos años
de vida, a principios del siglo XX y se
instalaron en Mendoza. Juan era hijo
de Gregorio Moreno y Lucía Tornay y
vivían en la Línea de la Concepción, en
la provincia de Cádiz. Ella trabajó en
una importante fábrica de habanos y él
era panadero. Como vivían pegados al
mar, acostumbraban a bañarse, pero
sobre todo en la noche, cuando no po-
dían ver a las mujeres y solían comprar
pescados jureles. Un día compraron
pasajes para venir a Argentina, le deja-
ron la llave de la casa y la panadería a
un pariente con la promesa de volver,
pero nunca regresaron.
Juan, Lucía y sus hijos Juan y Antonio
viajaron con un baúl del tamaño de una
gran mesa, donde aparte de la ropa
familias
sanjuaninas
22
LOS VEJA
MORENO
Los Veja Alabarse. Antonio Veja, su
esposa Emilia Alabarse junto a sus
dos hijos más chicos: Marino y
Juan Veja. La foto fue tomada entre
fines de la década de 1910 y princi-
pios de la década de 1920.
Una nota de
Noelia Escales
para Fundación
Bataller
Unidos, contra
viento y marea