Viernes 28 de octubre de 2016
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ODALISCAS, EUNUCOS Y NIÑOS
La favorita. Cuadro de
Fernand Cormon
(francés, 1825-1924)
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s
Aclarando
los roles
El harén otomano
L
as chicas del harén otomano eran
forzosamente extranjeras porque
una musulmana no podía ser es-
clava. Generalmente se las traía del
mercado de esclavos directamente de
las actuales Rusia, Ucrania y las regio-
nes del Cáucaso por considerárseles
las más bellas.
Al llegar al harén comenzaba para ellas
lo más traumatizante:
el examen mé-
dico.
Para saber si tenían una de las tres
principales enfermedades:
cólera,
lepra y peste
se les ponía en el cuello,
sin que se dieran cuenta,
una pulga
. Si
la pulga no mordía a su víctima era
señal de que estaban contagiadas y
eran expulsadas.
Es evidente que
también se les sometía a exámenes
médicos para confirmar su castidad.
lll
Una vez pasado este tamiz a la hora de
dormir un eunuco se introducía en su
habitación para saber si tenía un sueño
ligero o pesado y si roncaba.
Si ron-
caba de inmediato se pedía reduc-
ción del precio pedido por el vende-
dor o incluso se le expulsaba del
harén.
En el harén se estudiaba música,
canto, danza, poesía, bordado, las
artes del amor, turco, persa, árabe y el
Corán.
Estas mujeres pasaban gran parte de
su tiempo en el hammam o baño turco
donde mantenían su belleza para
atraer la atención del Sultán. Todo es-
taba bien regulado por clases, en de-
pendencia del grado de relación que se
tenía con el Sultán.
Aquéllas que
daban hijos al Sultán tenían sus pro-
pios apartamentos privados, más lu-
josos, servidores y dinero.
Si la chica era seleccionada por el Sul-
tán para ser su pareja esa noche se la
maquillaba, depilaba, peinaba y se le
vestía.
El Sultán era el único que
podía desvestirlas y romper un her-
moso collar de perlas que llevaban
alrededor de su cintura, símbolo de
su virtud.
C
omo institución familiar, el
harén representa un espacio
privado estrictamente codifi-
cado, cuyas normas deben ser acata-
das y en cuyo centro la mujer queda
encerrada para poder ser controlada,
puesto que vulnera y altera las emo-
ciones y los razonamientos masculi-
nos.
La mujer más poderosa:
La
mujer más poderosa en el palacio
no era ni la esposa ni mucho menos
una odalisca, sino la madre del sul-
tán. Era la verdadera reina del harén,
también llamada “Sultana validé”. Era
ella quien seleccionaba a las jóvenes
que podían tener la suerte de formar
parte del harén. Todas las decisiones,
todas las asignaciones de concubi-
nas, incluso por sólo una noche, pa-
saban por ella. Incluso una vez
casado el Sultán su esposa pasaba
bajo la égida de la Sultana validé.
Las otras:
Estas generalmente
provocaban menos atención que
la esposa “favorita”, pero otras tres
mujeres del harén tenían derecho de
ser esposas del sultán. Dicho status
le garantizaba lujos como habitacio-
nes particulares y eunucos para cada
una de ellas.
Cuidado con los hermanos:
Para evitar que le pudieran echar
un ojo al trono (aun así lo hacían), los
hermanos del sultán eran confinados
a descansar en aposentos aislados,
con vista hacía el harén, pero sin ac-
ceso al mujerío. Por otro lado, algu-
nos invitados del sultán podían recibir
el honor de ganar una odalisca como
presente.
El primer empleo:
Las odaliscas
ocupaban un cargo jerárquica-
mente inferior entre las mujeres del
sultán y también tenían que realizar
servicios domésticos, como cuidar de
la limpieza. Las más destacadas po-
dían ser “ascendidas” a concubinas.
Amantes oficiales:
Las concubi-
nas eran las esclavas más bellas
y educadas, que cantaban y bailaban
para el placer del sultán. En general,
tenían derecho a una sola noche de
amor con él. Pero, en caso de resul-
tar embarazadas, se convertían en
amantes regulares – supuestamente
por ser más fértiles para producir he-
rederos.
Castración:
Para evitar que las
mujeres engendraran hijos que
no fueran del sultán, los funcionarios
del palacio eran castrados siendo
despojados de sus testículos. Había
tantos eunucos negros como blan-
cos. Estos últimos, normalmente cap-
turados en Europa, asumían las
funciones administrativas del palacio.
Los eunucos negros
eran escla-
vos africanos que cuidaban y pro-
tegían a las mujeres. Esta
convivencia próxima a ellas les cos-
taba la eliminación de sus testículos y
del miembro. El responsable de llevar
a las amantes hasta los aposentos
del sultán era el jefe de los eunucos
negros.
El todo poderoso sultán:
Du-
rante el día, preocupado por lide-
rar el imperio, el sultán casi no tenía
contacto con las mujeres a su dispo-
sición. Las relaciones ocurrían casi
siempre durante la noche y con una
mujer a la vez – nada de llamar a va-
rias odaliscas para un bacanal.
La favorita:
Entre las esposas
oficiales, existía una “favorita”,
que era la segunda mujer más pode-
rosa del harén. Su sueño más grande
era ver a su retoño asumir el trono
cuando el sultán muriera. Pero siem-
pre existía el riesgo de que el sultán
designara como heredero a un hijo
de otra esposa.
Reproducción:
En nuestros
tiempos tenemos tendencia a
imaginar que un harén es una espe-
cie de lupanar pero nada es más le-
jano de la realidad. Tenía la función
de reproducción del sultanato, esen-
cial para la perennidad del Estado.
Las más bellas mujeres del Imperio y
de otros lares eran reclutadas, funda-
mentalmente por la Sultana validé,
para ser la (o las escogidas) para dar
nacimiento a los futuros sultanes del
imperio.
A partir del momento en que una
mujer del harén seleccionada entre
cientos de concubinas concebía un
hijo varón nunca más volvería a ser
tocada por el Sultán. Entonces bus-
caba con otras concubinas otros hijos
varones para perpetuar la dinastía.
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