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Viernes 28 de octubre de 2016
Los eunucos
Las odaliscas
Dónde vivían
s
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Niño eunuco de la dinastía Qing.
Eunuco de película. Lord Varys (interpretado por el actor Conlett Hill), es un eunuco
que es nombrado Consejero de Rumores, en la serie de HBO “Juego de Tronos” y se
aprovecha de su condición para conseguir más poder.
Odalisque.
Cuadro de
Hermann
Fenner-
Behmer
(Ge
rman, 1866-
1913)
Eunucos
en el
harén del
sultán
otomano
(1919)
E
l harén era custodiado al exterior
por eunucos blancos y el servicio de
interior estaba a cargo de eunucos
negros. El único hombre completo que
entraba al harén era el Sultán. Los eunu-
cos blancos se traían fundamentalmente
de Bosnia mientras que los negros se tra-
ían de Etiopía e incluso de la zona de los
lagos del Chad.
Como la castración entre musulmanes
está estrictamente prohibida se tomaban
chicos de los territorios ocupados en lo
que se llamaba
“impuesto de sangre”,
es decir, cada familia tenía que entregar
el primer hijo varón para servir de guar-
dias y soldados en la guerra, también lla-
mados jenízaros, o para castrarlos para
que sirvieran de eunucos.
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La castración se hacía en niños jóvenes
con una enorme tasa de mortalidad. La
única forma para controlar la hemorragia
era
enterrando a la pobre criatura
hasta la cintura en la arena y esperar a
que la naturaleza hiciera su trabajo.
Los eunucos son castrados desde infan-
tes para ocupar este puesto de vigías.
Con esta mutilación física sus amos elimi-
nan su posible rebelión o las ideas adver-
sas que pudieran provocarles sus deseos
sexuales o sentimentales. También redu-
cen sus hormonas estas castraciones lo
que les hace personas pacíficas.
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Después de muchas disputas los estudio-
sos de las costumbres islámicas y de los
harenes pensaron que los eunucos se di-
vidían en cuatro bloques.
Los que nacían
mutilados, los que eran esterilizados,
los castrados y los que no eran férti-
les.
Y según fuera el color de su piel eran
distribuidos en sus cargos.
Los blancos se hacían parte del servicio
alto, a ellos se le daba la custodia y la vi-
gilancia de los miembros importantes.
Ellos eran los maestros y los instructores
de los niños. Y son la escolta del propio
príncipe.
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El jefe de los eunucos blancos era el
brazo derecho de los sultanes, mostrando
a veces más poder dentro del gobierno
que el gran visir del lugar. Ellos decidían
quiénes franqueaban las murallas y hasta
donde podían hacerlo. Los eunucos ne-
gros eran los custodios del harén feme-
nino, protectores de las puertas interiores.
Sombras diurnas y nocturnas de las es-
posas,
cuánto más feos son más valor
ostentan en el mercado.
Controlan
desde la comida hasta las ropas de las
esposas y concubinas.
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La idea de su fealdad da valor a la be-
lleza de su señor, por el único por el que
las mujeres del amo deben suspirar.
Los enanos
ejercen de bufones y charlata-
nes, produciendo las risas de las horas
de ocio de su señor. Y
los mudos o los
sordo-mudos
tienen las misiones más
tenebrosas, pues son los brazos ejecuto-
res de las iras de su señor. Los mudos se
encargan de las ejecuciones de las muje-
res promiscuas, de los parricidios y de
otras salvajes ideas de esa ley interna de
los harenes.
Estrangulan con cordones de seda. Y
siempre van en grupo alrededor de su
amo cuando éste visita el harén. Como
deben respetar a su amo y nunca fran-
quear el silencio las personas del palacio
a través de los siglos han desarrollado
lenguajes muy originales de señales.
Simbología escrita aunque poca, pues la
mayoría de los habitantes son analfabe-
tos y simbología o códigos secretos escri-
tos entre los gestos de sus facciones
físicas. Desde el rostro hasta los andares
pueden ser utilizados para herramientas
de comunicación dentro de un harén.
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Los que más han terminado dominando
estas artes son los séquitos de mudos
que han desarrollado códigos herméticos
que se basan en tocarse partes del
cuerpo propio o del interlocutor, por lo
que pueden desarrollar este lenguaje a la
luz del día pero también en la más abso-
luta oscuridad. Los cuarenta sordomudos
de los harenes perfeccionan estas curio-
sas formas de expresión en la sala de los
pajes.
Hoy en día la práctica de los harenes está
prohibida y la de la castración desde
1922 abolida en Turquía por Kemal Ta-
turk, personaje que también abolió en su
momento el uso de velo en la mujer, pero
las investigaciones demuestran que son
prácticas que todavía perduran entre al-
gunos integristas, por ejemplo en Afganis-
tán.
M
uchas de las concubinas y oda-
liscas del harén imperial oto-
mano tenían la reputación de
ser las más hermosas mujeres.
Muchachas jóvenes de belleza extraordi-
naria eran enviadas a la corte del sultán.
En su mayoría las mujeres del harén eran
circasianas, georgianas y abjazas…
Todas las jóvenes que ingresaron en el
harén desde su instauración hasta en-
trado el SXX (hasta 1909 concretamente)
se las llamaba odaliscas (del turco odalık,
«mujeres de cámara»), es decir criadas
del harén, las cuales—contrario a la cre-
encia—no mantenían relación sexual al-
guna con el sultán ya que no eran más
que sirvientas.
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El término odalisca estuvo pues, mitifi-
cado por el orientalismo y los pintores
europeos que las reflejaban en sus
obras, hasta tal punto que aún hoy en
día la Real Academia de la Lengua Es-
pañola tiene esta entrada—muy sui ge-
neris y algo anticuada— para odalisca:
Esclava dedicada al servicio del
harén del gran turco. Concubina
turca.
Las odaliscas, por lo general, no eran
presentadas ante el sultán, pero a aque-
llas que eran de extraordinaria belleza y
talento se las consideraba como concu-
binas en potencia, y se las adiestró en
consecuencia. Aprendieron a bailar, re-
citar poesía, tocar instrumentos musica-
les y demás conocimientos dirigidos a
deleitar al Sultán. Sólo las odaliscas
más dotadas fueron presentadas al sul-
tán como su personal gedikli (criadas
en espera), en número reducido.
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Generalmente, las odaliscas serían ad-
judicadas como criadas a la oda (o Ha-
bitación/cámara de palacio) de una
mujer de categoría superior que habi-
taba en dichas dependencias. Era posi-
ble para estas odaliscas escalar posicio-
nes en la jerarquía de harén y disfrutar de
la seguridad por su poder y posición
LA VIDA EN UN HARÉN
vidriera
L
os harenes no sólo existieron en
países musulmanes. Otras culturas
ya los contenían entre sus leyes
sociales. Los bizantinos disfrutaron de
ellos, los egipcios y los propios romanos.
Aunque estos últimos por diferencia no
coartaban la libertad de los habitantes de
estos lugares y las mujeres allí eran tra-
bajadoras cortesanas. Las leyes del resto
del mundo o de su propia religión allí
dentro no tienen importancia. Las normas
las dicta el cabeza monacal o amo. El
único que tiene acceso a todo el empla-
zamiento. Incluidos los lugares prohibi-
dos que son un tercio de las amuralladas
edificaciones.
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Por lo general, todo el que lo deseara
podía cruzar la primera muralla llamada
refugio de afligidos
, es la puerta única.
Los que tuvieran un privilegio del sultán o
príncipe del harén podrían disfrutar de
una segunda fase de las murallas, al
atravesar las puertas de la justicia, un
umbral llamado martirio o de la obedien-
cia, y allí podían gozar de unos salones
llamados
Diván
. Algo así como una sala
de recepción, rodeada de cojines y có-
modos lugares para comensales y visi-
tantes. En ocasiones éstos eran
deleitados con ricos manjares y excelen-
tes vinos, así como con la lujosa presen-
cia de enjoyadas danzarinas.
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Un tercer cerco o espacio interno del
harén, el más desconocido y cuya en-
trada estaba prohibida bajo cualquier cir-
cunstancia, pudiéndose aplicar la pena
de muerte, se dejaba ver después de
atravesar el
umbral de la felicidad
.
Hasta allí sólo entraban los cuerpos del
sultán y los eunucos elegidos. En esa
parte interna y protegida estaban las ha-
bitaciones de las mujeres, el autentico
harén al que se llama serrallo.
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El serrallo es el lugar más majestuoso, un
oasis de mármol y agua brotando de
magníficas fuentes en los jardines donde
pasean las mujeres y niños. Rodeada por
recintos herméticos decorados con su-
blime lujo y ornamentación, como si de un
micro-paraíso se tratase. Un pequeño
cielo visual donde todo resulta agradable
y relajante para el espíritu del que mira.
Enormes piscinas de mosaicos coloridos,
casi con predominio de los turquesas y
cielos. Una vegetación esplendorosa y
entradas de sol por los ojos del techo.
Columnas que inspiran confianza y es-
tructura al lugar, dando sensación de se-
guridad, a la vez que de recogimiento. Allí
abundan las alfombras, las pinturas de
desnudos femeninos, los recintos de es-
pejos, los sillones, los arcos y paseos, las
ornamentaciones, la orfebrería decora-
tiva.
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Pero igual que todo está estructurado
para aplicar un orden al servicio del gran
señor del lugar, los habitantes, desde que
nacen, están destinados a satisfacer
todas sus necesidades y a deberle eterna
adoración.
Adiestrados según su condición dentro
del harén los niños aprenden el modo de
vida que les impone la cuna de su naci-
miento o su dote física, para en el futuro
ocuparse de sus funciones y roles dentro
del serranillo.