El Nuevo Diario - page 21

Una muerte dudosa, muy
parecida a un asesinato
Viernes 28 de octubre de 2016
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que el sanjuanino se ufanaba diciendo
que su coupé Ford TC, alivianada al
máximo, podía ganarle a los autos
Sport del momento. La propia Asocia-
ción Argentina de Autos Sport recogió
el guante y organizó un desafío. Fueron
dos carreras, en un circuito largo y otro
corto. Y el sanjuanino ganó las dos, por
sobre las Ferrari, las Maserati y las
Lancias de la época.
Algunas
anécdotas
Son numerosas las anécdotas que for-
maron parte de la vida del popular de-
portista Julio Devoto, quien con el
seudónimo de Ampacama supo ser,
entre las décadas del “50 y “60, uno de
los principales animadores de las carre-
ras de TC (Turismo de Carretera) que
se disputaban por los caminos de nues-
tro país. Devoto dejó bien sentado el
prestigio sanjuanino y albardonero, no
sólo en la Argentina, sino también en el
exterior donde también compitió con
buenos resultados.
C
uenta Ercilio Carrizo, miembro
de la Asociación Sarmiento
Protectora de Animales, en
una nota aparecida en Diario de Cuyo
hace ya algunos años que a Ampa-
cama lo conocía todo el mundo, por lo
que alejado del deporte automovilís-
tico se dedicó, como ya lo hemos
mencionado, a la venta de ropa a do-
micilio. Lo hacía en un vehículo tipo
“Estanciera” recorriendo una buena
parte de los llanos de La Rioja y San
Juan. El día de su muerte salió de la
cuidad de La Rioja con ese destino,
llegando a Patquía, en el departa-
mento Independencia, al negocio ma-
yorista de ramos generales propiedad
del señor Celso Puente. En este lugar
también se vendía nafta, que se ex-
traía de un tanque subterráneo por
medio de una bomba accionada a
mano cuya, manija era fácilmente des-
montable. Cuando Devoto llegó a la
bomba ubicada en la calle, al frente de
la puerta principal del negocio, no
había quien lo atendiera debido al
poco personal que disponía el nego-
cio. Posiblemente por esta actitud se
sintió incómodo, sacó la manija de la
bomba y siguió viaje. Al cruzar unas
vías del ferrocarril, a unas dos cuadras
del lugar Devoto arrojó la manija, que
cayó en unos matorrales. El hijo de
Puente se dirige de inmediato a la Po-
licía donde radica una denuncia y
ofrece su movilidad -un Jeep Gladia-
tor- para seguirlo. Se designa a un po-
licía para que lo acompañe y se
comienza a recorrer la ruta 28 hasta la
localidad de San Ramón, donde se in-
forma que Ampacama no había pa-
sado ni hacia Chepes, ni hacia Valle
Fértil, por la polémica ruta 27.
Lo que había ocurrido es que cuando
Devoto salió de Patquía entró a la es-
tancia denominada La Pasión, propie-
dad de la familia Paredes, quienes
siempre le compraban algo. Sus se-
guidores emprendieron el regreso
desde San Ramón y cuando habían
transitado unos 3 km, a la altura de
otra estancia llama La Fortuna, se per-
cataron que la Estanciera avanzaba
hacia ellos. De inmediato se ubicaron
al costado del camino, con armas en
mano, vestidos de civil y haciendo
señas con las manos intentaron que
se detenga.
Lo que mal puede llamarse orden im-
partida, por persona con autoridad, no
fue acatada por Devoto, intentando
pasar a la velocidad que venía. Fue
cuando el policía accionó su arma a tal
altura que el proyectil fue a impactar
directamente en la cabeza del conduc-
tor terminando con su vida.
A esta altura de la narración es nece-
sario tener en cuenta que 3 km atrás
estaba el control policial donde ya sa-
bían de su búsqueda y bien lo podrían
haber detenido.
La Asociación Sanjuanina de Volantes
en más de una oportunidad realizó
gestiones a nivel de gobierno de La
Rioja, para esclarecer este caso y de-
terminar o aclarar responsabilidades.
En una ocasión en que corría una
carrera de TC, en el tramo que unía
La Rioja con San Juan a través de las
rutas 28 y 27, sufrió un desperfecto
mecánico que lo hizo entrar al poblado
de San Ramón de calles angostas, sin
asfalto y muy poca circulación de vehí-
culos automotores. Los lugareños se
movilizaban montados a caballo o
mulas que no estaban acostumbrados
a escuchar ruidos de motores. Así fue
que un señor de apellido Ortiz cabal-
gaba en una yegua no del todo confia-
ble, la que por el ruido del escape, la
polvareda y la velocidad del auto, se
asustó y quiso saltar la cuneta. El jinete
cayó al suelo y Devoto frenó en el acto
y retrocedió. Ayudó a levantar al caído
y lo subió al auto para trasladarlo al
hospital más cercano, donde lo dejó en
observación. Pasó luego por la Policía,
donde se identificó continuando su
viaje.
En otra oportunidad, recuerdan na-
rradores costumbristas, una an-
ciana caminaba por la calle, vestida
con una pobre ropa muy gastada. Al
pasar Ampacama en su auto, por la
misma velocidad le arrancó parte de la
vestimenta. Se decía que en esa oca-
sión pasó como a “ochenta” (80 km/h),
en esa época era una velocidad de
locos.
Como aficionado a la caza, a esta
actividad la desarrollaba en campo
llano, como el ubicado en la localidad
de Guayaguaz, al Sureste de la Laguna
Seca, cerca del límite con San Luis.
Era un lugar propicio para conducir un
vehículo como lo hacía Devoto, lle-
vando el volante con las piernas y las
rodillas, dejando sus manos libres para
empuñar la carabina o escopeta.
Otra anécdota fue recordada por
Rony Vargas.
“El ciclismo y el au-
tomovilismo siempre me atraparon.
Cuando tenía 10 años conocí a Julio
Devoto, a quien apodaban Ampacama,
por un célebre cacique, y se destacaba
en el Turismo Carretera.
Un día llevó su cupé a un taller mecá-
nico cerca de casa y con los chicos de
la barra fuimos a curiosear.
Le pedimos que nos dejara subir y ac-
cedió. Nos llevó a dar una vuelta senta-
dos atrás, sobre el tanque de
combustible. A las 10 cuadras nos hizo
bajar y siguió solo. Volvimos a pie, pero
felices.
1967 - Con traje y corbata aparece un corredor sanjuanino que adquiriera notoriedad a me-
diados de los ´60: Julio Devoto, Ampacama. La foto fue tomada en los talleres de los her-
manos Dávoli. Y junto a otros mecánicos y admiradores se alcanza a ver detrás de Julio
Devoto a Olindo Dávoli. (Foto proporcionada por la familia Dávoli)
El auto de “Apa-
cama” Devoto,
durante el Gran
Premio Turismo
Carretera en
San Rafael,
Mendoza,1949.
Tandil, 1953. Así quedó el Ford de "Ampacama" luego del acci-
dente en el que falleció su copiloto Orduna.
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