El Nuevo Diario - page 21

Viernes 31 de marzo de 2017
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La envenenadora de Monserrat
s
YIYA MURANO
dose en el gallinero que se encontraba
en los fondos de una mansión.
Una perra que cuidaba el lugar
«marcó» a su dueño el lugar donde se
escondía Laureana. Los policías bo-
naerenses se acercaron al gallinero y
acribillaron a Francisco Laureana.
La policía lamentó haber tenido que
matarlo, ya que hubieran querido inte-
rrogarlo sobre los motivos que lo lleva-
ron a cometer los crímenes. Como el
asesino era un fetichista, muchos crí-
menes pudieron resolverse al encon-
trar en las botas de su casa objetos
que pertenecían a las víctimas, junto
con armas de fuego.
Francisco Antonio Laureana fue uno de
los asesinos que pasó más desaperci-
bido de la historia del crimen. La única
foto que se tiene del asesino fue to-
mada en la morgue.
cidios, un testigo lo vio huyendo por los
techos de una casa, pero el homicida
le disparó con su arma. El testigo re-
sultó ileso y fue clave para confeccio-
nar un identikit del sospechoso que
empezó a circular por toda la ciudad.
El jueves 27 de febrero de 1975 a la
tarde, una niña vio a Francisco Lau-
reana y le pareció igual al asesino del
identikit le contó a su madre; la mujer
simuló llamar a su marido para dar
aviso a las autoridades. Laureana pasó
por el frente, sonrió, y siguió de largo.
La policía lo encontró a pocas cuadras,
y las características eran parecidas al
identikit que tenían; se acercaron al
sospechoso para pedirle que los acom-
pañara para un interrogatorio. Según el
informe de los policías, Francisco Lau-
reana sacó entonces de una bolsa que
llevaba en el hombro un arma de fuego
y empezó a disparar a los policias, ini-
ciando así un tiroteo en el que Lau-
reana recibió un disparo en el hombro
y luego escapó malherido, escondién-
autopsia, los peritos descubrieron cia-
nuro en el cadáver.
Los investigadores relacionaron el ve-
neno con el supuesto frasco mencio-
nado por el encargado. Entonces se
supo que Nilda Gamba, una vecina de
Yiya, había muerto el 10 de
febrero de 1979, por un supuesto paro
cardiaco no traumático según lo que
dijo Yiya a los familiares de Nilda y a
su médico. Evitándose la autopsia la
entierran. Y que pocos días después,
el 19 de febrero de 1979,
un infarto había matado a Lelia Formi-
sano de Ayala, otra amiga de Yiya. Mu-
rano les debía dinero a ambas mujeres
y ambos cuerpos presentaban signos
de haber sido envenenados con cia-
nuro. El veneno era camuflado dentro
de las masas finas, aunque en un re-
portaje su único hijo afirma que su
madre le confesó que el cianuro estaba
disuelto en el té.
El 27 de abril de 1979 la policía detuvo
a la señora Murano en su hogar, en la
calle México. En 1980, fue encontrada
M
aría de las Mercedes Bernar-
dina Bolla Aponte de Murano
más conocida como Yiya Mu-
rano, (la envenenadora de Monserrat)
fue acusada por supuesto homicidio y
estafa en Argentina. Condenada por
tres homicidios, estuvo presa durante
dieciséis años. Su caso policial es uno
de los más famosos en la historia cri-
minalista argentina, tomando mucha
repercusión y manteniéndose a lo largo
de los años.
Nació en Corrientes en 1930. Era hija
de una familia de militares de clase
media-alta que por cuestiones labora-
les se instalaron en Buenos Aires. Se
recibió de maestra pero nunca ejerció
la profesión ni trabajó. Se casó con un
reconocido abogado y quienes creían
conocerla la describían como una
mujer educada, refinada sobre todo so-
lidaria con sus amigas. Pero también
muchos que la conocían afirmaban que
en realidad era una mitómana con gran
poder de convencimiento.
Además Yiya mantenía frecuentemente
relaciones extramatrimoniales; se le
conocieron varios amantes de alto
poder adquisitivo lo cual presumía
siempre lo mucho que gastaba en
joyas y ropa importada.
En 1979, Argentina vivía sus años más
oscuros. La economía estaba en un
sistema de devaluación programada
por lo que había desanimo generali-
zado en los ahorristas y la sociedad.
Fue así que invento un relato para con-
seguir dinero prometiendo a sus cono-
cidos que podría hacerle ganar mayor
tasas de interés que las que otorgaban
los bancos, de esta manera muchas de
estas amistades le dieron grandes can-
tidades de dinero para ser invertidas
creyendo en su relato. Pero como las
mentiras tienen patas cortas pronto sus
acreedores comenzaron a solicitarle el
dinero más el beneficio que les había
prometido.
El 24 de marzo de 1979, Carmen Zu-
lema del Giorgio de Venturini, prima de
Murano, sufrió una caída y falleció en
la escalera del edificio de la calle Hipó-
desmayada en el penal donde estaba
presa (Penal de Ezeiza); luego de eso,
se le extirpó un tumor de la cabeza. En
el mes de junio de 1982, el juez de
sentencia Ángel Mercado la absolvió
de todos los cargos y la dejó en liber-
tad.
A mediados de 1985, en pleno juicio a
los generales de la dictadura cívico-mi-
litar que había gobernado Argentina
entre 1976 y 1983, Yiya había sido casi
olvidada. Hasta que fue condenada.
Ella insistía en que era inocente:
«Nunca invité a nadie a comer»,
fue-
ron sus palabras. Nunca sintió arrepen-
timiento.
Por reducción de la condena y por una
polémica ley que permitía contar do-
bles los días previos a la sentencia,
salió de prisión después de sólo 16
años. Se supo que a los jueces que in-
tervinieron en su puesta en libertad les
había enviado, como señal de agrade-
cimiento, una caja de bombones. Su
hijo Martin Murano confiesa que su
madre no solo mató a sus tres amigas,
habría alrededor de 7 a 11 víctimas.
Vivió en un barrio porteño de la Boca
durante años. En sus últimos
años, Yiya se dedicó a dar notas: siem-
pre decía lo mismo.
“Tuve 233 aman-
tes”,
y
“fui al médico y me miro los
pechos”,
le gustaba decir. Nunca dejo
de ser una mujer fatal. Cada vez que
alguien la mencionaba, aparecía para
prometer primicias que nunca daba.
“Si supieran lo que tengo adentro de
este sobre, se morirían”
, decía miste-
riosa, y luego pedía dinero, una cena o
un desayuno a cambio de pasar una
información que casi siempre termi-
naba de esta manera:
“Tengo que
confesar algo: no maté a nadie”.
Hoy en 2017 no se sabe de Yiya, lo úl-
timo que se supo de ella es que estaba
en una residencia geriátrica para an-
cianos. Pero según su hijo, quien no
tenía relación con ella, falleció en el
2014 sola y sin recordar quien era. Se
seguirá hablando de su leyendo lo que
al fin y al cabo ella quería.
lito Yrigoyen, donde vivía. Los médicos
diagnosticaron paro cardíaco. La hija
de Zulema, Diana María Venturini, se
percató de que entre las pertenencias
de su madre faltaba un pagaré por un
valor de 20 millones del
entonces pesos ley.
El portero del edificio dijo que mientras
la Sra. de Venturini agonizaba en el in-
terior del edificio, la Sra. Murano había
llegado a visitarla con un misterioso
paquete en mano (que luego se descu-
briría que eran masas finas, una espe-
cie de galletas dulces muy comunes en
Argentina), y de la manera más natural
le había pedido una copia de las llaves
del departamento de su prima, justifi-
cando su intromisión con un «necesito
su libretita para avisar a los parientes».
Había entrado en la vivienda de la
mujer y luego había salido rápidamente
con unos papeles y un frasquito en la
mano. Se lamentaba en voz alta: «Dios
mío, es la tercera amiga que se me
muere en poco tiempo». Al realizarle la
Las únicas fotos del sátiro de San Isidro
son cuando esta en la morgue siendo
revisado por los médicos legistas
Yiya Murano en 1979 y en una de sus últimas fotografías en un geriátrico.
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