5 historias de asesinos seriales
Viernes 31 de marzo de 2017
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s
El sátiro de San Isidro
s
FRANCISCO ANTONIO LAUREANA
El ángel de
la muerte
s
CARLOS EDUARDO
ROBLEDO PUCH
men– se mudó a Buenos Aires en julio
de 1974 y se instaló en San Isidro,
donde vendía aros, pulseras y collares
que él mismo hacía. Al poco tiempo,
fue a vivir con una mujer que tenía tres
hijos.
“No saques a los pibes porque
hay muchos degenerados sueltos”
,
le aconsejaba.
Casi todos los miércoles y jueves cerca
de las 6 de la tarde una mujer o una
niña en la ciudad desaparecían y sus
cuerpos eran encontrados poco tiempo
después en baldíos, con signos de
haber sido violadas y asesinadas sal-
vajemente: las estrangulaba o las ba-
leaba con un revólver calibre 32
Uno de sus crímenes fue a dos niñas
de 5 y 7 años, hijas de un matrimonio
joven. Fueron asesinadas a fines de
enero de 1975.
Sus víctimas eran mujeres que toma-
ban sol en los chalés o que esperaban
en paradas de colectivo. Laureana
siempre robaba algo a su víctima,
como un anillo, una pulsera, una cade-
nita, etc., que nunca vendía, sino que
guardaba en una bota en su casa para
mantenerlos como trofeos. En ocasio-
nes regresaba semanas después al
mismo lugar para revivir el momento
del crimen.
Debido al modus operandi repetido, la
policía y el experto forense Osvaldo
Raffo creyeron que las muertes po-
drían ser obra de un solo individuo.
Después de cometer uno de los homi-
F
rancisco Antonio Laureana fue
un joven argentino ultimado por
la policía bonaerense, que se
cree que fue el violador y asesino en
serie «Sátiro de San Isidro», que du-
rante un lapso de seis meses ―entre
1974 y 1975― violó a 15 mujeres, de
las cuales asesinó a 13.
Laureana nació en Corrientes en 1952,
su infancia trascurrió como interno en
un colegio católico en la ciudad de Co-
rrientes, fue seminarista en una orden
religiosa, lugar del que huyó luego de
haber violado y ahorcado a una monja
en las escaleras del establecimiento.
La dejó colgada del techo con una
soga.
Luego de eso –quizás su primer cri-
en Bolougne, asesinaron al sereno con
una pistola Astra de calibre 32 que ha-
bían obtenido pocos días antes en el
robo a una armería. Dos días después
de este hecho, el 17 de noviembre,
irrumpieron en una concesionaria de
autos y asesinaron al cuidador. Pasada
una semana, fue el turno de otra conce-
sionaria en Martínez. Redujeron al se-
reno, le quitaron las llaves y robaron un
millón de pesos. Robledo Puch lo ase-
sinó de un disparo en la cabeza.
El 1 de febrero, Robledo Puch y So-
moza ingresaron en una ferretería de
Carupá. Asesinaron al vigilante e inten-
taron abrir la caja de caudales con las
llaves. En una situación confusa, en la
que aparentemente Robledo Puch se
sobresaltó, asesinó de un disparo a So-
moza. Intentando dificultar la tarea de
reconocimiento por parte de los investi-
gadores policiales, tomó un soplete y
quemó la cara del cadáver de Somoza.
Luego de abrir el cofre de caudales con
el mismo soplete, recogió el botín y
C
arlos Eduardo Robledo Puch es
un asesino múltiple argentino,
también integrando uno de los
mayores psicópatas y criminales de la
historia del país. Apodado el
Ángel
Negro
o el
Ángel de la Muerte
por
la prensa, con sólo 20 años fue conde-
nado a cadena perpetua por diez homi-
cidios calificados, un homicidio simple,
una tentativa de homicidio,
diecisiete robos, cómplice de una viola-
ción, y de una tentativa de violación, un
abuso deshonesto, dos raptos y
dos hurtos. Cumple prisión efectiva
desde 1973.
Creció en una familia de clase media re-
ligiosa, hijo de único de José Robledo y
Aida Puch, su madre padecía de psico-
sis maniaco depresiva. Desde muy pe-
queño Carlos era bastante tímido y
muestra talento para ciertas activida-
des; toca el piano y habla español, in-
glés y alemán.
En la escuela no se llevaba bien con
sus compañeros, empieza los proble-
mas con la autoridad, no le gustaba
obedecer y ya lo reportaban por mal
comportamiento. A los 15 años se hace
amigo de Jorge Antonio Ibáñez, un
compañero de colegio.
A los 17 años él e Ibáñez empiezan a
trazar un plan mayor robar una pe-
queña joyería, lo cual lo consiguen pero
el botín era de poco monto. Reanuda
su amistad con Ibáñez y el 15 de marzo
de 1977 ingresan a robar a un boliche
Enamor llevándose 350.000 pesos de la
época. Antes de huir Puch asesino al
dueño y al sereno del establecimiento
huyó de la escena.
Fue detenido el 4 de febrero de 1972 al
encontrarse su cédula de identidad en
el bolsillo del pantalón de Somoza. Re-
cién había cumplido 20 años.
Fue juzgado y condenado en 1980 a re-
clusión perpetua por tiempo indetermi-
nado, la pena máxima en Argentina.
Sus últimas palabras ante el tribunal de
la Sala 1º de la Cámara de Apelacio-
nes de San Isidro fueron
“Esto fue
un circo romano y una farsa. Estoy
condenado y prejuzgado de ante-
mano”“
Con 65 años, Robledo Puch continúa
privado de su libertad en un pabellón
del penal de Sierra Chica.
Desde julio de 2000 solicita su libertad
condicional. El juez que atendió su soli-
citud se la denegó por considerar que
no se ha reformado de manera positiva
en ninguno de los aspectos sociológicos
necesarios para vivir en libertad, ade-
más de no poseer familiares directos
que puedan contenerlo.
con una pistola Ruby calibre 32 mien-
tras dormían.
El 9 de mayo de 1971, a las cuatro de la
mañana, Robledo Puch e Ibáñez ingre-
saron a un negocio de repuestos de au-
tomóviles Mercedes-Benz en Vicente
López. Al entrar en una de las habitacio-
nes, encontraron a una pareja y a su
hijo recién nacido. Robledo Puch ase-
sinó al hombre de un disparo e hirió a la
mujer de la misma forma. Ibáñez
intentó violar a la mujer herida -quien
sobrevivió y posteriormente testificó en
el juicio-. Antes de huir con 400.000
pesos, Robledo Puch disparó a la cuna
donde lloraba un bebé de pocos meses,
quien logró quedar con vida.
El siguiente 24 de mayo asesinaron al
sereno de un supermercado en Olivos.
Por lo menos en dos ocasiones, a me-
diados de junio de ese mismo año, Ro-
bledo Puch ejecutó en la ruta a dos
jóvenes mujeres que habían sido vícti-
mas de abuso sexual a manos de Ibá-
ñez en el asiento trasero del automóvil.
El día 5 de agosto, en circunstancias
bastante dudosas, Ibáñez falleció luego
de un accidente automovilístico. Ro-
bledo Puch, quien conducía el vehículo,
huyó ileso de la escena luego del acci-
dente. Hay quienes sospechan que en
realidad se trató de un ajuste de cuen-
tas.
Con la muerte de Ibáñez, hubo un re-
ceso en la actividad delictiva de Ro-
bledo Puch, la cual retomó en
noviembre de 1971 junto con su nuevo
cómplice, Héctor Somoza. El 15 de ese
mismo mes asaltaron un supermercado
20
El tabloide ASI, ilustró los últimos mo-
mentos de vida de Francisco Laureana,
el 4 de marzo de 1975