Después de vagabundear un rato por
las calles, Santos Godino encuentra en
la calle Progreso al grupo de chicos ju-
gando. Se les suma sin despertar nin-
guna sospecha porque su aspecto de
idiota siempre le ha permitido ganar la
confianza de sus víctimas. Poco des-
pués consigue convencer a Gesualdo
para que lo acompañe a comprar unos
caramelos Así pues, víctima y homi-
cida se encaminan sin apuro hacia el
almacén ubicado en Progreso 2599 en
donde compran dos centavos de cara-
melos de chocolate. Enseguida el más
chico los reclama, lo cual Godino re-
suelve dosificarlos: le permite algunos,
y le promete los demás si acepta
acompañarlo hasta cierto lugar alejado.
Una vez en la entrada, el chico llora y
se resiste a entrar. Pero el asesino
lleva hecho demasiado, lo agarra con
violencia de los brazos, lo introduce en
la quinta, lo arrincona cerca de un
horno de ladrillos. Lo derriba con
fuerza y le coloca la rodilla derecha
sobre el pecho.
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Godino conoce el mecanismo: con
apuro, pero sereno, se quita el piolín
que lleva por cinturón, y empieza a en-
rollarlo en el cuello de Gesualdo, le da
13 vueltas y procede a estrangularlo.
Pero Gesualdo intenta levantarse, así
que Godino procede a atarle de pies y
manos, cortando la cuerda con un ceri-
llo encendido. De nuevo procede a
asfixiarlo con el cordel pero el chi-
quillo se resiste a morir. Busca
otra manera de matarlo. Godino
se da a la tarea de encontrar al-
guna herramienta adecuada. Su
búsqueda lo lleva al exterior del
local en donde se topa con el
padre de Gesualdo, quien le pre-
gunta por el paradero del niño.
Imperturbable, Godino le res-
ponde no haberlo visto y le su-
giere que vaya a la comisaría
más próxima a levantar una de-
nuncia. Mientras tanto el Ore-
judo encuentra un viejo clavo de
4 pulgadas (10 cm), regresa con él
junto a su víctima, y usando una piedra
como martillo lo hunde en la sien del
niño moribundo.
Tras ser detenido confesó cua-
tro homicidios y numerosas
tentativas de asesinatos. En noviembre
de 1914 el juez en lo penal de senten-
Viernes 31 de marzo de 2017
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s
conducido a la comisaría, de donde es
recogido al día siguiente.
Seis días más tarde, el 15 de septiem-
bre, quema con un cigarrillo los párpa-
dos de Julio Botte, de 22 meses de
edad. Es descubierto por la madre de
la víctima, pero alcanza a huir.
El 6 de diciembre, Fiore y Lucía Go-
dino, cansados de los continuos pro-
blemas causados por Cayetano ―que
entonces tenía 12 años― deciden en-
tregarlo a la policía. Esta vez es en-
viado a la Colonia de Menores Marcos
Paz en donde permanece durante
tres años. Mientras permanece ence-
rrado asiste a clases en donde
aprende a leer y escribir un poco. La
estancia de Godino en el reformatorio,
lejos de regenerarlo, lo endurece. El
23 de diciembre de 1911 regresa a las
calles; ahora es un criminal frío y terri-
blemente potenciado. Su liberación se
da, al parecer, a petición de sus padres
con quienes regresa a vivir. En un inútil
intento por redimirlo de su secuela cri-
minal le consiguieron trabajo en una fá-
brica, pero por desgracia solamente es
capaz de mantener el puesto durante
tres meses.
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Nuevamente comienza a vagar por las
calles, pero esta vez no se circunscribe
a los barrios conocidos, sus vagabun-
deos lo llevan a frecuentar lugares y
personas del más bajo nivel moral de
la ciudad de Buenos Aires. Asimismo,
comienza a sufrir fuertes dolores de
cabeza que se traducían en ganas de
matar, sobre todo después de tomar al-
cohol.
El 17 de enero de 1912 Cayetano,
quien ya es conocido en las calles con
el sobrenombre de Petiso Orejudo, se
introduce en una bodega de la calle
Corrientes y da rienda a otra de sus
grandes pasiones; el fuego. El incendio
que provoca tarda cuatro horas en ser
sofocado por los bomberos. Después
de su arresto declararía:
“Me gusta
ver trabajar a los bomberos… Es
lindo ver cómo caen en el fuego”.
El 25 de enero de 1912 se denunció la
desaparición de un menor de 13 años.
Al día siguiente se descubrió el cadá-
cia Dr. Ramos Mejía absolvió a Godino
considerándolo penalmente irrespon-
sable y ordenó remitir las actuaciones
al Juzgado en lo civil para formalizar su
internación por tiempo indefinido y se
lo recluyó en el Hospicio de las Merce-
des, en el pabellón de alienados delin-
cuentes. Allí atacó a dos pacientes:
uno inválido en una cama y el otro en
silla de ruedas. Después intentó huir.
Cayetano Godino fue confinado a en
una penitenciaria por tiempo indefinido,
diez años más tarde fue trasladado a la
cárcel de Ushuaia (Cárcel del fin del
mundo).
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Las circunstancias de su muerte, ocu-
rrida en Ushuaia el 15 de
noviembre de 1944 con 48 años de
edad siguen siendo nebulosas. Se pre-
sume que murió a causa de una hemo-
rragia interna, pero se sabe que había
sido maltratado y, con frecuencia, vio-
lentado sexualmente. Paso los largos
días de la cárcel, sin amigos, sin visitas
y sin cartas. Murió sin confesar remor-
dimientos.
Según otros, los policías del penal ha-
brían comentado que Godino murió a
manos de los reclusos, quienes lo gol-
pearon hasta matarlo, luego de que
este matara a la mascota de los pre-
sos, un gato.
ver en una casa puesta en alquiler en
la calle Pavón. El cuerpo fue descu-
bierto golpeado y semidesnudo, con un
trozo de cordel atado alrededor del
cuello. Las investigaciones no condu-
cen a ningún lado. En diciembre de
1912 Godino confesará la autoría de
este crimen.
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El 7 de marzo de 1912 Godino prendió
fuego la ropa de una niña de
cinco años. La pequeña falleció tras
16 días de agonía en el Hospital de
Niños.
El 8 de noviembre de 1912, Godino
convence con engaños a Roberto
Russo, de dos años, para que lo acom-
pañe a un almacén en donde le com-
praría unos caramelos. Lo lleva hasta
un alfalfar a pocas cuadras en donde le
ata los pies y procede a ahorcarlo con
un trozo de la cuerda que usa para
atarse los pantalones. Son descubier-
tos por un peón, quien los entrega a
las autoridades. Cayetano Godino de-
claró que había encontrado atado al
niño y lo estaba rescatando cuando
fueron descubiertos. Es liberado por
falta de pruebas.
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El último crimen es probablemente el
mejor documentado de su carrera. El 3
de diciembre de 1912, su víctima salió
como todas las mañanas de su casa,
después de desayunar con sus padres,
para reunirse con sus amiguitos a
jugar. Esa misma mañana a pesar de
los acostumbrados gritos de su padre,
Cayetano Godino sale de su casa.
Una de las últimas fotos de Cayetano Santos
Godino, en la década del 40, poco antes de
su muerte
La influéncia de la antigua teoria del Dr. César Lom-
broso se encontraba vigente en aquella época, la an-
tropometría forense era dominante, de allí el porqué
de las fotografías de cuerpo entero desnudo de frente
y de perfil.
Cayetano Santos Godino el día de su ingreso al penal de Ushuaia. Tendría
designado el reo N° 90