El Nuevo Diario - page 11

Viernes 29 de septiembre de 2017
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tonces ya había comenzado a amasar
una inmensa fortuna.
lll
En 1890, cuando apenas tenía veintidós
años, llegó a hacer una gira por todo el
mundo y fue aplaudida en Nueva York,
aclamada en Buenos Aires
y agasa-
jada en la Rusia de los zares, donde
llegó a conocer al influyente
monje
Rasputín
quien la presentó discreta-
mente
al Zar
quien, deslumbrado por su
belleza y cautivado por su sensualidad
no dudó en ser su amante.
La Bella Otero actuó durante muchos
años en el
Folies Bergères
de París,
Los últimos días
donde llegó a ser la estrella principal,
así como en el
Cirque de Eté
. No es de-
satinado afirmar que fue la primera ar-
tista española que ganara fama
internacional, aunque ella nunca dejó la
actividad de cortesana para aumentar
sus ingresos.
En la
Belle Époque
no era inusual que
los poderosos pagaran sumas desorbi-
tadas por gozar de los favores de esas
cortesanas de lujo.
Alfonso XIII
de Es-
paña,
Eduardo VII
de Inglaterra y
Cor-
nelius Vanderbilt
también le
retribuyeron generosamente sus favo-
res sexuales.
De todos ellos sólo con
Aristide
Briand
, el político, tuvo una intensa y
entrañable relación hasta la muerte de
ese hombre de estado.
lll
De una manera o de otra la Otero llegó
a reunir una fabulosa fortuna, que dila-
pidó en los casinos de Montecarlo y
Niza.
Es que, como suele suceder en esta
vida, parecía estar condenada a la mi-
seria en la que había nacido. Jugadora
compulsiva –padecía de ludopatía, qui-
zás porque los escorpiones terminan
clavándose su propio aguijón–, perdió
esa inmensa fortuna y se retiró de los
escenarios en 1910, aún muy joven de
edad, pero ya vieja y gastada para se-
guir conquistando corazones masculi-
nos.
lll
Pasó sus últimos años en Niza hasta su
muerte en 1965. Cuando falleció estaba
arruinada, sola y vivía en una pensión
del casino de Montecarlo, que le habían
cedido a manera de agradecimiento por
los millones de francos que dejó en sus
mesas de juego.
Se estima que entre 1900 y 1914, Caro-
lina Otero se jugó y perdió la alucinante
cantidad de treinta millones de francos
oro
E
n la rue de Belgrique hay una
panadería donde dan el santo
y seña:
En ella, la anciana compra el pan.
Cuenta la propietaria que cuando
se hizo la película sobre la vida de
La Bella, esta le dijo a María Félix
(una actriz mejicana), que era la
protagonista:
—No podía imaginar nunca que
hubiera una mujer tan bonita
capaz de representar mi vida.
La panadera cuenta que hace un
año que casi no sale de su casa.
—Sólo yo sé que existe.
La portera del 26 de la rue d’An-
gleterre sabe que el piso segundo
y la habitación número once vive
una vieja de noventa años, que
hace setenta era una artista fa-
mosa.
La mujer que dominó la “belle épo-
que” no tiene amigos. Sólo las pa-
lomas vuelan hasta su ventana
para recibir de sus manos un poco
de pan mojado en agua.
—La mayoría de las veces
sigue contando la panadera
compra
el pan duro. Me dice que es para
los pájaros, pero yo se bien que
es también para ella...Hace dos
años
–continua
—, iba todos los
días a la rue George Clemen-
ceau a comer a un restaurante,
Saint—Michel, se llama, revuelta
con los viejos artistas.
Pero, me dijo, que la miraban
mal como si fuera un bicho raro
y dejo de ir.
Dicen que una vez, una periodista
consiguió casi colarse en su de-
partamento.
Escuchó a una Carolina, con la
voz apagada y dolorosa de una
persona que sólo usa la voz para
quejarse.
—Cuando llegué a la puerta de
su habitación y llamé, salió a en-
treabrirla una anciana de pelo
blanco y con gafas, Desde el pri-
mer momento la voz de La Bella
Otero se dejó oír:
—Fermez..., fermez..., fermez...
Sólo las palomas que todas las
mañanas se posan en las aceras
de la calle Inglaterra saben que en
el piso segundo, en la habitación
once, hay una mujer mayor, ves-
tida con una bata azul, que todos
los días que puede sale al balcón
a darles pan mojado en agua.
Es Carolina Rodríguez, la que se
muere en una habitación prestada
y humilde en Niza. Toda una
época. Una
Belle epoque
que ya
duerme en la imaginación de los
que la vivieron.
Carolina y María Félix, en 1954. (Foto: Piñeiro Ares, José, La trágica infancia de Agustina Otero Igle-
sias, Ediciós do Castro, 1984)
Otero vestida de bailadora
de flamenco
Ultima foto de la Bella Otero, a los 96 años, poco antes
de su muerte.
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