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COLUMNISTAS
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Viernes 29 de septiembre de 2017
Los alemanes del
hoy funciona el Hospital Neurosiquiá-
trico. Allí estuvieron durante un año,
para pasar luego ir a su destino final,
un inmenso galpón ubicado en la ave-
nida Rawson y Juan Jufré, donde per-
manecieron hasta el terremoto, cuando
fueron trasladados a Carrodilla, en
Mendoza.
-En San Juan pronto nos organiza-
mos y comenzamos a estudiar el ba-
chillerato. Aprovechamos esos años
para estudiar y a la vez aprender el
idioma, que nos permitiría comuni-
carnos con la gente. Nosotros éra-
mos en aquellos días soldados
alemanes y en esa condición estába-
mos internados, bajo un régimen mi-
litar y custodiados por la policía-,
recuerda Trella.
-En la mañana estudiábamos el ba-
chillerato y por la tarde recibíamos
instrucción y practicábamos depor-
tes. Las noches eran nuestras, pues
nos permitían salir aunque debía-
mos regresar a determinada hora.
Esto nos permitió vincularnos con
muchos sanjuaninos, e incluso, po-
nernos de novio-,
agrega Bachmann
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Aunque ellos no lo digan, muchos cora-
zones de sanjuaninas habrán quedado
atrapados de cincuenta alemanes de
pelo rubio y ojos celestes. Ellos desta-
caban fundamentalmente el apoyo que
recibieron de todo San Juan.
Erico:
Muchos aprovechamos para
aprender español y al año ya sabíamos
hablarlo. Otros se encerraron más y
sólo se juntaban con alemanes y es así
como varios años después seguían sin
saber el idioma. Además, pudimos ter-
minar el secundario con planes de es-
tudios aceptados por Alemania y
algunos fueron profesionales.
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Cuando se produjo el terremoto, en
1944, los marinos tomaron parte acti-
vamente en las tareas de rescate y
ayuda.
-Donamos muchos uniformes alema-
nes de fajina a gente que había per-
dido todo. ¿Se imagina en aquellos
días y en medio de aquel desastre,
ver a sanjuaninos vestidos con uni-
formes de fajina de la marina ale-
mana?”-,
comenta Bachmann.
La guerra,
años después
—¿Qué pensaban sobre la guerra?
Trella:
A los 18 años uno no piensa en
nada. Ni siquiera se tiene una dimen-
sión real del combate durante la bata-
lla. Uno debe realizar determinados
trabajos y los hace automáticamente.
Cada tripulante debía cumplir dos o
tres funciones para las que ha recibido
adiestramiento. Por ejemplo yo, ade-
más de mecánico, tenía la instrucción
de atender el puesto del cañón antiaé-
reo como visor de altura y nivelación.
—¿Y le tocó hacerlo?
Trella:
Sí, durante 15 minutos en el
combate final. Siempre digo que inter-
vino la mano de Dios para que no me
pasara nada ya que el cañón no tenía
protección y uno podía ser alcanzado
de lleno o por esquirlas, como ocurrió
con muchos compañeros.
—¿Y por qué solo estuvo 15 minu-
tos?
—
Recibí la orden de ir a la sala de má-
quinas, en reemplazo de compañeros
malheridos.
—Usted decía recién que el trabajo
se termina haciendo automática-
mente...
Trella:
Le cuento una anécdota. En
pleno combate, el oficial me manda a la
cocina a buscar café. Había que pasar
por cubierta y las balas llovían. Llego a
E
l 30 de junio de 1934 Alema-
nia creó el barco de guerra
más importante tecnológica-
mente del mundo, el
Almirante Graf
Spee
. Fue el primer barco de guerra,
que pesando 10 veces menos que
los otros – tras la Primera Guerra
Mundial se le impuso a Alemania un
tope en cuanto al porte de sus
naves-, seguía manteniendo la ro-
bustez de los mayores buques del
mundo, era mucho más rápido y po-
tente en cuanto a distancias sin re-
postar (primer barco con motores
Diesel), poseía cañones gigantes
que podían destrozar al mayor barco
en un radio de 10 kilómetros de un
solo tiro, tenía una rampa con un
avión listo para volar (algo innova-
dor), y lo más importante: guardaba
una tecnología inaudita que nadie
más poseía en el mundo, el radar
controlado por radio.
El Graf Spee estaba siempre en con-
tacto con las bases en Alemania a
pesar de estar surcando los mares
del Atlántico. Al mando del capitán
de navío Hans Langsdorff –hijo de
un juez de Dusseldorf que se unió a
la Marina imperial en 1912 y comba-
tió la primera guerra mundial-, esta
nave conseguiría un enorme éxito en
su campaña corsaria al hundir 8 bu-
ques británicos entre el Atlántico sur
y el Índico con un total de 50.000 to-
neladas.
En el curso de su crucero, ningún
marino británico perdió la vida y
Langsdorff cumplió escrupulosa-
mente con el derecho internacional.
Sin embargo, esto pronto cambiaría.
El comodoro Harwood, al mando del
crucero pesado Exeter y los ligeros
Achilles y Ayax logró dar con el aco-
razado el 13 de diciembre de 1939
frente a Montevideo.
Langsdorff llevaba más de cien días
navegando en estado de guerra sin
cometer un sólo error. Pero ahora
cometería dos fatales:
En lugar de mantener a distancia
a las naves británicas gracias al
superior alcance de su artillería, salió
a buscarlas y aunque alcanzó al
Exeter convirtiéndolo en un pontón
desarmado, incendiado y lleno de
muertos y heridos, que tuvo que reti-
rarse del combate rumbo a las Malvi-
nas, los cruceros ligeros seguían
combatiendo, causando daños me-
nores al corsario alemán mientras
sufrían los terribles zarpazos de su
artillería que los obligó a retirarse
también.
En ese momento Langsdorff
podía haber seguido a los dos
cruceros a distancia cañoneándolos
a placer y hundiéndolos. Pero enton-
ces cometió su segundo error: Con-
siderando que los daños sufridos por
su nave eran de mayor importancia
que los reales rumbeó hacia Monte-
video ante la sorpresa de los británi-
cos que ya se veían hundidos. Una
vez anclado el Graf Spee en Monte-
video vieron que la capacidad com-
bativa de la nave no estaba
mermada. Error fatal.
En Montevideo, Langsdorff y los di-
plomáticos alemanes solicitaron un
plazo para reparar las averías. El go-
EL CAPITÁN DEL ACORAZADO SE VISTIÓ CON SU
UNIFORME DE GALA Y SE PEGÓ UN TIRO EN LA SIEN
El día que se hundió el
orgullo de la flota alemana
Los cincuenta jóvenes alemanes vivieron en Zonda, durante cinco
meses y luego en una casa en Concepción hasta que en 1944, luego del
terremoto, se los trasladó a Mendoza.
Los tripulantes del Graf Spee
comienzan a ser rescatados e
internados en la Argentina
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