El Nuevo Diario - page 11

hizo una segunda prueba en enero y dio
resultado (positivo).
—¿Cómo se contactó con ustedes?
—El que cree que es desaparecido, ven-
dido o robado, y pone sus datos en el
Banco Nacional de Datos Genéticos. En-
tonces, cuando aparece una persona y
se ve que coinciden, el laboratorio puede
avisarle a él, o él averigua cada seis
meses. Ahí le dijeron que había coinci-
dencia con nosotros. Él se enteró a los
diez años (que sus progenitores no eran
sus padres biológicos) y preguntando, le
confesaron que lo habían comprado a
una partera del hospital donde nació. Él
averiguó y la partera falleció.
—¿Les interesa seguir investigando?,
¿hacer la exhumación?
—Yo tengo problemas de dinero, pero de
alguna forma lo hago. El tema pasa por
otro lado. Mi hermano quiere que le reser-
vemos la identidad y mi hermana tiene
temor. Es posible que lo haga yo. Mi in-
cógnita es, si mi hermano está vivo, quién
está dentro (del féretro), por ahí no hay
un cuerpo. Una duda grande que tengo
es por qué, en época de la dictadura, mi
papá abandonó el trabajo sin telegrama.
Ellos vendieron los muebles y tuvieron
que rajar, como si estuvieran con miedo.
—¿Cómo vivieron con tu hermana la
confirmación de que es su hermano?
—Al principio uno anda en el aire, por
más que lo esperábamos. Nos enteramos
el viernes anterior al Día del Trabajador.
Sabíamos que ese día llegaba el examen,
lo recibió él primero en Buenos Aires y se
lo comunicó a mi hermana. Era una mez-
cla de llanto con bronca e impotencia.
—Más allá de eso, ¿ha sido un alivio?
—Sí, mi corazón estaba muy inquieto.
Sentía que teníamos que buscar, la in-
quietud se la pasé hace más de diez o
quince años a mi hermana y él a nosotros
nos busca desde los 16 años. La bronca
es que no estén mis padres y la impoten-
cia es porque si hay que demandar a al-
guien ellos no van a querer, y yo quisiera
averiguar bien.
—¿Él tiene contacto con los padres
que lo compraron?
—No nos ha contado pero dice que va a
hablar con cuando llegue. Me pregunta-
ron si estaban vinculados a los militares,
la verdad que no sé.
—¿No terminan de saber si esto tuvo
algo que ver o no con la dictadura?
—Claro. Así como decía que mi hermano
estaba vivo, yo creo que sí. Lo que pasa
es que mi padre era gremialista. Pero ya
todo va a salir a la luz.
—¿Qué supuso para vos crecer con
esta duda, que siempre angustió a tus
padres?
—Es como un vacío. Es como si supieras
que un hermano tuyo anda por algún
lugar pero no sabes dónde y necesitas
saberlo. Ahora mi corazón está tranquilo,
feliz. Lo único lamentable es que no están
mi madre y mi padre, pero el vacío se
cerró. Ahora vienen otras cosas. Hoy me
preguntaron si soy consciente de que
esto ya lo saben los medios nacionales,
yo no miro eso, pienso en el reencuentro
del 27.
A
lfredo “Fredy” Paredes tiene 45
años y vivió prácticamente toda
su vida con el dolor de saber que
su hermano, al que dieron por muerto
después de nacer en 1976, en realidad
estaba en algún lugar. El caucetero, que
se hizo popular en su departamento
como atleta, vio a su madre, Yolanda
Córdoba, afirmar que su hijo estaba vivo
y llorarlo hasta que falleció, a fines de los
ochenta. Lo mismo a su padre, Marcial
Antonio Paredes, que a pesar de su her-
metismo, en sus últimos años de vida
aportó los datos para que sus dos hijos
en San Juan lograran confirmar que su
hermano menor no murió, que tenía casi
cuarenta años y fue vendido por una par-
tera después de nacer, en Buenos Aires.
“Mientras más oscura está la noche es
porque se acerca un nuevo día”, dice
Fredy, que después de varios años de di-
ficultad por la falta de trabajo, empañados
por la desesperanza de no dar con su
hermano, ahora celebra porque lo encon-
tró y porque empezó a trabajar como por-
tero en la Escuela Manuel Pacífico
Antequeda, de Caucete. Agradecido por
el apoyo de su mujer, hijos y compañeros
de trabajo, espera con ansiedad el 27 de
mayo. Ese día, él y su hermana se reuni-
rán, por primera vez, con su hermano
menor
—¿Cuántos años tenías cuando tu her-
mano nació?
—Tenía seis años. Recuerdo cuando me
llevaron al hospital a ver a mi madre; ya
había fallecido mi hermano, supuesta-
mente. Estaba muy descompensada, llo-
rando, con suero, pero consciente.
—¿En ese momento ustedes no esta-
ban viviendo en Caucete?
—Vivíamos en San Martín, Buenos Aires.
Yo nací en el Hospital Rawson, en el año
70, y a los seis meses de nacer, mi padre
consiguió trabajo en una textil de Buenos
Aires y nos mudamos. Ahí nació mi her-
mana y en el 76 mi hermano.
—¿Qué contaba tu mamá de lo que
pasó?
—Que lo vio nacer, que lloraba, que vio
que lo bañaron y lo cambiaron. Cuando la
trasladaron a la habitación apareció una
enfermera que le dijo “acá está su hijo,
nació muerto”. Después a mi padre le en-
tregaron un cajón cerrado, para que lo en-
terrara. Lo sepultó y le pidió a la directora
del hospital que le diera el certificado de
defunción y jamás le dio nada.
—¿No les mostraron el bebé fallecido?
—Se lo mostraron a mi mamá para que lo
tuviera un par de minutos y se lo retiraron.
Antes del terremoto nos vinimos para acá
y mi madre murió buscándolo y llorán-
dolo. Eso es lo lamentable, hubiera sido
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Viernes 13 de mayo de 2016
A SUS PADRES LES DIJERON QUE NACIÓ SIN VIDA
Fredy Paredes, conocido en
Caucete por dedicarse al
atletismo, encontró a su
hermano menor tras cuatro dé-
El atleta caucetero que encontró
a su hermano después de 40 años
hermoso que mi padre y mi madre lo vie-
ran, ella tendría 72 y él, 80 años.
—¿Ella estaba muy segura de que su
hijo estaba vivo?
—Siempre lo afirmó. Mi papá mantuvo
un hermetismo muy fuerte hasta que
entre 2005 y 2006 empezamos a pre-
guntarle. En 2007 lo convencimos para
hacer una exhumación, pero solo fue
una charla. Mi hermana dejó sus datos
en el banco genético de Buenos Aires.
Primero apareció una mujer diciendo que
era hermana de nosotros, pero no le
daba ni el 40 por ciento. Después apare-
ció él. Como estábamos desesperanza-
dos, y él no tenía mucho ánimo tampoco,
pasaron los años desde 2007.
—¿Con quién hoy saben que es tu
hermano?
—Nos dejó el teléfono y decía que era
hermano de nosotros. Un llamado al año
a lo mejor hacíamos, él era muy reser-
vado. Hasta que en 2013 y 2014, el vín-
culo se hizo más fuerte y él dijo que
quería hacerse el ADN. Mi hermana se lo
hizo en diciembre de 2015, después se
cadas de desconcierto. Este
nació en 1976, en Buenos
Aires. A sus padres les dijeron
que llegó al mundo sin vida
pero nunca creyeron eso. Ellos
murieron sin poder conocerlo,
pero sus hijos cumplieron con
su anhelo de encontrarlo.
Hubiera sido hermoso
que mi padre y mi
madre lo vieran, ella
tendría 72 y él, 80
años.
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